Soy tu victima mi amor

Capítulo 38: "Abajo las luces"

Cambio a primera persona:

Me sentía ahora mismo como un cordero a punto de ser llevado al matadero, pero la realidad era otra, ya que Dalton sería el que se sacrificaría por mí, así que eso me traía muy nerviosa, porque no sabía cómo nos recibirían los vigilantes. Mis manos se encontraban sudorosas, y me empezaba a dar ansiedad, por lo que mi respiración se tornó agitada de la nada. No obstante, mi novio me dirigió unas palabras antes de mandarnos de cabeza.

—Quédate detrás de mí, y me encargaré de lo demás —ante esa notificación, y notando su extrema seriedad, yo asentí, así que lentamente abrimos el ventanal para poder escurrirnos por la abertura. Sigilosos como unos gatos, nos trasladamos detrás del primer guardia, el cual, al pasar, Dalton lo agarró por la espalda, y le tapó la boca mientras lo estampaba contra el suelo. Muy pronto, él se le subió encima, le quebró los brazos de una forma poco convencional, y volvió a cubrir su nariz como su boca para evitar que respirara; así lo mantuvo hasta que lo dejó inconsciente—. Uno menos —avisó él, y dio un vistazo a los otros tres que no lograron notar la desaparición de uno de sus secuaces debido a su ágil proceder.

—Lo has hecho muy bien Dalton, pero, ¿qué hay del resto? —susurré observando sobre su hombro a aquellos.

—Aún son bastantes, y están todos armados —dijo. Poco después, me indicó que guardara silencio, para más tarde alejarse agachado entre los arbustos como si fuera un lince.

Desde la posición en la que me encontraba, apenas podía ver a los hombres a los que Dalton iba a enfrentar. Los nervios que había mencionado antes, aún estaban ahí acechando, al igual que mi amado a esos sujetos, pero éste último era aún más mordaz. Como si fuera un vampiro, vi saltar a mi novio contra otro de ellos, para entonces desaparecer durante unos minutos entre la vegetación. Muy pronto pude tener noticias de mi amado, ya que éste volvió a levantarse para esta vez dejar en mate a uno con una patada, y al que faltaba, lo noqueó con su puño. A pesar de que se mencionaba mucho que mi adorado era muy arrojado, esta vez tomó las precauciones necesarias para enfrentar a nuestros enemigos, así que podría decirse que lo subestimaban. De pronto, su mano me llamó para hacerme saber que ya estaba el camino despejado, así que me levanté y corrí hasta quedar junto a él, donde muy pronto nos encontramos con un pasillo al aire libre que tenía tres puertas.

—Si no mal recuerdo, es la tercera —declaró Dalton, y éste intentó abrirla, no obstante, estaba cerrada.

—Déjame a mí —le mencioné. Apenas él se hizo a un lado, me acerqué sacando una de las herramientas que tenía en mi estuche, y me encargué de ello. Me tomó apenas unos minutos lograr que la cerradura cediera, lo cual me hizo mostrar una sonrisa, y de inmediato abrí la puerta. Al entrar, nos encontramos con varias computadoras que… gracias a Dios, estaban todas conectadas a una principal, así que saqué mi pendrive, y empecé a realizar los procedimientos que me había enseñado mi maestro.

La tensión en esa habitación cerrada era evidente, y sumando el hecho de que debía mandarle un mensaje a mi hermano apenas hubiera cumplido con mi misión, lo hacía insostenible. Mis dedos tecleaban presurosos los botones del teclado, y mi respiración se volvía cada vez más agitada, pero la mano de Dalton fue la que me sirvió de apoyo junto a las palabras que me dedicó después.

—Tranquila, que tú puedes —me aseguró con una confiada sonrisa: eso me relajó, me hizo tomar más consciencia de lo que hacía, y después de apretar su mano contra la mía, retomé más empeñada mi tarea. Cuando menos lo esperé, un cartel de error, que mostraba el fallo de las comunicaciones saltó enseguida y eso me hizo brincar en la silla de emoción.

—¡Sí, lo he logrado! —dije con entusiasmo.

—¡Bien hecho! —festejó también Dalton—. Ahora avísale a tu hermano, y salgamos de aquí —yo asentí, tomé mis cosas y le mandé un mensaje que rápidamente llegó al otro lado.

—¡Ya está hecho! —declaré, y poco después salimos rápidamente de la habitación en la que estábamos. Pero para nuestra desgracia… alguien muy indeseable nos estaba esperando.

Como si una ventisca de aire helado nos hubiera golpeado así quedamos; completamente detenidos en el tiempo. Nuestra reacción me hizo darme cuenta de que nunca nos acostumbraríamos a su presencia: era Gael. Se encontraba ahí parado con un aura arrolladora, queriendo así hacernos estremecer con su afilada mirada, y aunque mi novio no moviera un musculo por su parte, a mí en particular sí me afectaba, ya que recordaba el resultado de la última pelea, en donde casi lo mata.

—Vaya… otra vez tú metiéndote en donde no te llaman. Debí matarte cuando tuve la oportunidad —dijo él ensombreciendo su rostro, sin apartar su vista de nosotros.

—Que coincidencia… ¡justo de eso me arrepiento desgraciado! —lo señaló mi amado, a lo que yo lo tomé del brazo para calmarlo.

—¡No caigas en su juego Dalton! ¡Él sólo quiere provocarte! —le advertí, sin embargo, la expresión de mi novio, no cambió, peor aún, se apegó más a sus sentimientos.

—Este desgraciado ya ha hecho suficiente como para querer matarlo, Lili —me hizo saber él.

—Dalton… —expresé angustiada.

—Lili, veo que sigues con la misma actitud. No pareces aprender de tus errores —declaró Gael tan decepcionado como molesto.

—¡Tú eres el que no aprende! ¡Sigues cometiendo errores, uno tras otro! —le repliqué enojada.

—¡No tienes derecho a decirle nada a Lili, bastardo! —sentenció Dalton.

—¿Qué no tengo derechos? ¿Qué no dejo de repetir el pasado? ¿Serán idiotas?, no, definitivamente lo son —afirmó para sí mismo.

—¡Alto ahí! —señaló una cuarta voz que vino del final del pasillo junto al ruido de unos zapatos que se arrimaban hacia nosotros.

—¿Quién es ahora? —preguntó Gael volteando a esa dirección.



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Editado: 10.06.2020

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