Hola, soy Martín… o ese fue el nombre que me dio mi familia de acogida. Una familia de acogida son personas que reciben a un objeto o cosa, como ellos le llaman, que no es humano. Y sí, ese soy yo.
Sospecharán claramente que no soy humano, aunque hable y me comunique como uno. Yo soy un robot, aunque preferiría “organismo cibernético”, se escucha más con clase. Y sí, sé que quieren una historia donde haya finales felices y todo vaya color de rosa, pero no, mis amigas y amigos…
Como podrán imaginar, la vida de un organismo cibernético no es para nada fácil, y menos en estos tiempos, donde ser uno de nosotros es estar condenado a una vida de miseria. Bueno, claro está, algunos vivimos mejor que otros. Les explico: nos encontramos en el año 2203, en Ciudad Mega, la ciudad más grande en todo el estado norte del mundo. Porque sí, ya los países no existen, mis amigos.
Solo existen los cuatro estados mundiales, gobernados por la gran CiberFactory.
La única diferencia es que los humanos que habitan el estado sur tratan a sus robots como esclavos, peores que basura, mientras que aquí, en el norte, es todo diferente. Aquí, los organismos cibernéticos vivimos una vida considerablemente mejor que los del sur.
Por ejemplo, yo fui creado en CiberFactory, pero nadie del sur me compró, gracias a Dios. Y aquí vivo con la familia Williamston. Soy el mayor domo de la familia, aunque a veces me toca limpiar toda la casa. Pero vivo bien: no tengo que estar trabajando en los cultivos ni ser maltratado por humanos cobardes… pero bueno, me temo que eso está por cambiar.
Aquella mañana, la familia Williamston había salido de vacaciones. Tomarían un vuelo hacia el sur, en dirección a "Isla Sabor", un destino turístico para los ricachones del norte.
El mundo estaba dividido en cuatro estados, los cuales tenían los nombres de los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. Pero el estado con más estabilidad económica era el norte, donde se encontraba la sede más grande de CiberFactory, la empresa más influyente de los últimos años y quienes creaban robots en masa.
Cada hogar tenía uno. Había robots para todo tipo de personas, incluso para las personas pobres. A esos les llamaban “los económicos”, pues eran los robots de la primera generación que CiberFactory había creado, es decir, los modelos más ridículamente viejos, los cuales no tenían las características de modelos más avanzados.
Precisamente esos se vendían en el sur, mayormente a la población más pobre. Y sí, en este tiempo, aun siendo casi un vagabundo, podías adquirir un robot; te los financiaban y a bajos precios lo adquirías, aunque toda tu vida pagarías a los bancos de CiberFactory por la compra de tu robot. Y, por supuesto, si no pagabas… cosa que era sentencia de cárcel o muerte en la prisión nacional, el pabellón que se encontraba en el sur… mejor darte un tiro en la cien. Los de CiberFactory no se andan con juegos.
El mundo no era como en tiempos anteriores. La tecnología había avanzado tanto que se decía que la base general de la NASA ahora estaba completamente en la Luna. Había autos voladores que iban rápidamente de un punto de Ciudad Mega a otro en autopistas aéreas, que solo consistían en carriles de luces de color amarillo o rojo, mientras los autos volaban a toda velocidad en el centro.
Incluso había trenes que volaban por carriles aéreos, más arriba de los autos, en una sincronización perfecta. Los edificios daban la impresión de poder tocar las nubes gracias a su altura de más de 100 pisos.
Las calles de concreto aún existían, pero la mayoría era para quienes no querían gastar combustible extra al manejar en el aire. Sí, era más caro volar que ir por pista, así que miles todavía utilizaban las avenidas terrestres.
La ciudad era un mar de luces de diferentes colores que anunciaban alguna marca de CiberFactory u otras empresas. Las tiendas estaban en cada rincón de la urbe, y muchas personas caminaban de un lado a otro, al igual que los robots, a los que se les podía ver paseando algún perrito, podando algún árbol, manejando camiones llenos de cargamento de comida para los supermercados o simplemente acompañando a sus amos a ir de compras.
En fin, Ciudad Mega era la urbanización más ocupada, pero increíblemente no era la que más sobrepoblación tenía, pues la capital del sur, Ciudad Zudon, era tres veces más grande y estaba muy sobrepoblada. Curiosamente, siendo la más grande y con más población, era la más pobre de los cuatro estados mundiales.
Luego estaban Ciudad Artics y Ciudad Pompey. Estas dos últimas eran de la gente de clase media o media alta, pero también vivían millonarios en ellas.
Eran, por lo general, las ciudades más tranquilas y donde, en un pasado lejano, hubo una guerra que casi destruye a toda la humanidad. Pero, tras su culminación, dio paso al acto de unión del mundo que se firmó en el año 2106, donde todas las naciones firmaron, dando paso a lo que hoy se conoce como los cuatro estados mundiales y el gobierno unificado de los Estados Mundiales.
En estos tiempos, la moneda fiscal no existe y todo se paga a base de créditos. Cuando nacen las personas, se les asigna un número único de crédito que durará el resto de sus vidas. Claro está, que en ese número de cuenta estarán todos los pagos que recibas en tu trabajo y solo tú puedes hacer uso del número y tu dinero.
Pero eso no tiene que preocupar a nadie, pues en esta era son muy pocos los delincuentes que te puedan asaltar; aunque lo intenten, jamás podrán usar tus créditos, solo tú puedes.
Como pueden ver, este es el mundo en que Martín vive, un robot que, desde que llegó a la casa de los Williamston, no ha tenido que preocuparse por problemas reales de la vida, solo en hacer sus tareas, mientras él vive la vida de ensueño. Y se ha quedado en casa mientras su familia está de vacaciones.
Las cosas en el estado sur… para los robots son fatales: tratados como basura en una esclavitud constante, humillados, encerrados en jaulas como animales. No son más que simples trastos viejos, mulas de carga, carne de cañón para los que dicen ser sus “amos”.
Editado: 06.09.2025