Soy un temerario mi amor

Capítulo 50: "El principio del fin"

Llevo tres días atrapado en este maldito lugar, y las cadenas que me atormentan no dejan de tintinear por cada latigazo que choca contra mi piel, ni tampoco se afloja su agarre aun cuando mis heridas son muy significativas.

—¿Qué pasa Dalton? ¿Ya te has cansado de suplicar? —esa maldita voz otra vez... ¡diciendo esa clase de tonterías!

—¿Quién… está suplicando? —a pesar de mis lesiones, reí con algo de diversión. Creo que para estas alturas estaba ya algo desquiciado y, por si fuera poco, esa maldita música no dejaba de chocar contra las paredes de mi cabeza.

—Desgraciado —gruñó entre dientes la mujer que se atrevía a hacerme tal maldad, a continuación, sus tacones hicieron eco en la habitación, lo que me indicaba que ésta estaba vacía, y por la forma en que ella se movía, atiné al hecho de que se me acercaba. De repente, mi rostro fue tomado por unos finos dedos que se hundieron en mi carne, recibiendo así también de mala gana, las puntiagudas uñas que llevaba, junto al aroma de un pestilente perfume—. Habla. ¡Dime quién te gusta! —¿esta situación podía volverse más estúpida aún? En estas circunstancias, no podía siquiera ver a mi atacante por la venda en mis ojos, para colmo, ni siquiera sabía en qué clase de lugar estaba, pero creo entender cómo fui a parar ahí, pues todo empezó hace un mes y medio atrás.

***

Dicen que el verano es la mejor fecha para el amor, aunque para mí, y gracias al hermano de Lili y compañía, ha sido un infierno, bueno, no del todo, no obstante, sí en su mayoría. El otoño empezaba a caer, y con él venían los primeros días de mi entrenamiento, los cuales parecían que iban a ser severos, después de todo, cuando llegamos a la casa Louis se veía muy enfadado, y enseguida me reprochó el descuido que tomé: “La próxima vez que me desobedezcas, tendrás un castigo terrible en las practicas.” Fue así, como en la mañana siguiente, me reuní con ellos en el desayuno, en el cual, la atmósfera parecía algo densa.  

—Por fin te has puesto de pie, dormilón —canturreó el rubio, quien estaba al parecer sosteniendo una tostada en su mano derecha. ¿Qué había pasado con el ambiente que mencione antes?, pues… se había destrozado de un momento a otro.

—Buenos días —giró Lili su cabeza para saludarme con una amable sonrisa. Por lo que veía, estaba cerca de la estufa cocinando algunas cosas.

—Hola —dije un poco atontado, pues su hermoso cabello ahora estaba recogido en una coleta, y tenía un bello delantal en forma de corazón. La verdad, no puedo cansarme de verla así, y eso que llevo ya un tiempo conviviendo con ellos.

—Siéntate de una buena vez, Dalton, y come algo, ya que empezaremos con tu entrenamiento hoy y necesitaras toda la energía posible —anunció el hermano de ella.

—Ya voy, ya voy —repetí, me senté, y apenas lo hice, ella me puso en mi plato unos wafles—. Gracias Lili —le indiqué.

—No hay de qué. Si quieres más házmelo saber, ¿sí? —volvió a sonreírme con mucho cariño. Por otro lado, últimamente mi amada no me rechazaba como en un comienzo, y parecía tener un poco más de confianza conmigo, por lo que me daba a entender que ya estaba acostumbrada a mí. ¿Pero eso era bueno o malo?

—Está bien —respondí con algo de duda, y luego me dirigí a Louis—. ¿Entrenaremos en el mismo sitio de la otra vez? —me refería al boliche. Si bien el me escuchó, me negó con la cabeza antes de contestarme.

—No lo aremos. Hoy entrenaremos en el patio de la casa, sé que es simple, pero será lo más adecuado hasta que avances.

—No lo comprendo del todo, aunque está bien —mencioné.

—Terminemos de desayunar, y luego cuando vayamos a fuera; te lo explicaré mejor allí —me aseguró, así que los tres comimos juntos, y una vez finalizamos, nos trasladamos los tres al patio.

—Ten esto —una vez que estuvimos en el exterior, me arrojó una espada de bambú; estoy seguro que eran de aquellas que se usan en las prácticas de Kendo.  

—¿Qué es esto? ¿La última vez no habíamos usado espadas de verdad? —pregunté sosteniendo el arma con ambas manos.

—Sí, pero después de que casi te dejo paralitico, decidí que lo más justo era ir despacio —me aseguró, y yo por mi parte hice un gesto de angustia.

—Ni me lo recuerdes —Lili, quien no iba a participar en el entrenamiento, se sentó a ver en uno de los bancos de hormigón.

—Escucha bien esto Dalton, la técnica lo es todo, en especial la elegancia —este tipo ya me empezaba a poner nervioso otra vez, más que nada por las tonterías que soltaba—. Como habrás notado, nuestra mafia tiene como frase “la caballerosidad va primero”, es por eso que, durante este entrenamiento, te enseñaré a luchar como un caballero.

—No me digas que vas a mostrarme cómo sostener una taza de té, porque es lo último —dije ya estresado. Si bien mi falta de tacto era para decirme algo, él simplemente se rio.

—Eso no tiene nada que ver con el entrenamiento, pero sí voy a enseñarte a pelear con elegancia, y a vestirte bien, claro está.

—¿Me visto mal? —exclamé ofendido.

—No estoy diciendo eso, sino que es para prepararte para las batallas, ¿lo entiendes? —básicamente no lo comprendía—. Bueno, los trajes que uso son especiales, son antibalas, y por no decir que su tela es resistente a los cuchillos —dio como dato.

—¿Entonces tengo que usar uno de esos trajes?

—Así es —asintió cerrando los ojos un momento—. Pero primero lo primero —se acercó a poner una canción en la grabadora que ya estaba colocada sobre una de las mesas.

—Esa canción… —creo haberla escuchado antes.

—Así es, es la que cantó de Scarlett en la inauguración de la competición —el volteó hacia mí—. Usaremos esta canción durante todo tu entrenamiento, así que la escucharas tanto, que puede que llegues a odiarla, o en el peor de los casos, hasta que te sangren los oídos —afirmó con una enorme sonrisa.



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Editado: 15.06.2024

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