Soy un temerario mi amor

Capítulo 3: "Te estoy vigilando"

Cuando abrí los ojos, miré al suelo, encontrándome con una escena poco usual, porque mis manos ahora se entrelazaban con un pasto fresco y lleno de rocío, en consecuencia, seguí con mis movimientos, y levanté una de mis palmas para verla, ésta era tan clara que parecía casi transparente, luego volví a fijar la misma contra el suelo y di un vistazo a mis alrededores. Por lo que llegaba a entender, me situaba sobre un montículo de hierba que se encontraba en medio de un mar negro. El horizonte se mostraba como una especie de atardecer o amanecer; creo que podría describirlo como un punto medio, pues el reflejo del agua mostraba un azul de nubes, mientras que el cielo un océano de estrellas; era algo realmente antinatural, y por obviedad, me quedé mirando aquella galaxia, pero no fue por mucho tiempo, ya que después me chistaron dos veces para llamar mi atención. Es así que mi mente bajó de aquella nebulosa y me fijé en una hermosa dama que estaba sobre una almeja entre abierta, cuyo cabello la cubría de pies a cabeza, pues su cuerpo estaba desnudo; esta escena se asemejaba a la pintura del nacimiento de Venus, así es cómo ella se mostraba; sin dudas aquella dama era la visión de mis anhelos.

—Lili… —murmuré y quise ponerme de pie, pero entonces, desperté.

Apenas despegué mis parpados, me di cuenta de que no me encontraba en el lugar que hubiera deseado estar, ya que éste era el maldito depósito, y por lo que presenciaba, me había quedado dormido, para colmo, llovía. Es así que más al rato giré mi cabeza sobre mi hombro para observar a través de la ventana, verificando de este modo que, sí, el chaparrón que caía lo hacía con fuerza, y ya a esas horas no había ni un alma, o al menos eso era lo que yo creía, pues desde allí divisé a lo lejos una silueta, la cual me era familiar, y como estaba oscuro, aproveché para asomarme un poco más. Las tenues luces de la facultad parecían favorecer a aquella figura, la cual pertenecía a una mujer, y el hecho de haberme pegado más al cristal, me permitió distinguirla mejor, pero no la reconocí hasta que movió un poco su paraguas, por lo que caí en la cuenta de que se trataba de Lili. Ella se localizaba en medio de la lluvia y parecía que esperaba a alguien, lo cual hizo que se me cortara la respiración. ¿A quién podría estar aguardando? Mi puño se cerró por la ansiedad y, además, sentía que se me iba a salir del pecho el corazón; esos minutos fueron los más tortuosos que experimenté en mi vida, hasta que de repente, escuché los tenis de alguien chocar contra la acera mojada, y cuando me di cuenta, se trataba de un chico, pero no era cualquier chico, resultó ser el mismo que me persiguió esta mañana. La sorpresa fue tanta, que mis ojos se abrieron demasiado debido a la impresión, además, estuvieron casi al punto de salirse de mis cuencas por la rabia que sentía.
En ese momento, tuve que contenerme un poco para poder volver a prestar atención, mientras entendía en lo que vivía esta desagradable sensación que intercambiaron unas cuantas palabras alegres antes de ponerse en marcha juntos, y al mismo tiempo que ellos, procedí a levantarme de un tirón aún frente a la ventana; no me importó si llegaban a verme o no. Es así que, en ese preciso instante un refucilo hizo acto de presencia, e ilumino todo, incluyéndome a mí en el proceso, pero no lograron distinguirme debido a la tormenta como a su charla intrascendente, y aprovechando esto, me pegué con ambas manos apoyadas en el frío cristal, para luego seguirlos con la mirada mientras se alejaban, sosteniendo a mi vez, una respiración acelerada. Es así que, cuando finalmente los perdí de vista, fue que me di cuenta que debería ir detrás suyo a como dé lugar. Un segundo más tarde salí corriendo hacia la puerta del depósito, pero estaba cerrada, por lo que traté de abrirla con mis manos usando todas mis fuerzas, e incluso la pateé tan fuerte que no llegué a notar que me había hecho daño en el pie debido al apuro, ya que el hecho de pensar que ella estaba con alguien más no me dejaba razonar tranquilamente, así que con pánico: me separé entonces de la puerta, apreté los dientes y chasqueé la lengua.

—¡Lili! —grité cerrando mis puños en un momento lleno de locura irracional, pero afortunadamente la lluvia y las paredes del depósito ahogaron mi lamento, por lo que nadie pudo escucharme. Busqué entonces algo que me sirviera para abrir la maldita puerta que me impedía ver a mi amada, de ahí que di con una pala. Más tarde, acomodé el dichoso objeto entre ambas puertas, e hice palanca; no sé si fue por el asunto de que la misma era muy vieja o que quizás utilicé demasiada fuerza en el punto equivocado, pero terminé rompiéndola en el proceso—. ¡Diablos! —maldije con fuerza mientras un trueno se escuchaba a lo lejos y, aún jadeante arrojé la plancha y el palo con ira contra la entrada, para colmo, tuve tanta mala suerte, que la hoja de la pala rebotó bruscamente llegando a golpearme en la cabeza. El impacto sí que lo percibí esta vez, es por eso me llevé una mano a la zona afectada, la cual despedía sangre. Sin dudas me sentí un idiota, no obstante, el reciente golpe hizo que recobrara un poco la compostura y empezara a pensar con más detenimiento. No podía dejar que mis instintos salvajes me dominaran, así que miré a mis alrededores de nuevo. No había nada que me pudiera ser útil para salir de ahí—. Tenía que quedarme dormido en un lugar así —me quejé otra vez y observé la misma ventana que me había permitido descubrirlos, luego me fijé en la plancha de aquel ya obsoleto objeto—. Bien, usaré esto entonces —aun cuando mi cara se estaba manchando de sangre, eso no iba a impedirme concluir con lo que ya tenía planeado hacer. Tomé entonces aquella herramienta rota y la tiré contra la ventana, destruyendo así el cristal en mil pedazos, más adelante, con los restos del palo fui limpiando los bordes del marco; no me había quedado a la perfección, así que simplemente en mi apuro, pasé, y mis ropas se rasgaron junto a mi carne, pero el dolor tampoco me abstendría, por lo tanto, una vez estuve del otro lado, me puse en marcha, y en contra de la lluvia como del viento, fui a su búsqueda. Desde aquí, mis propias conclusiones me llevaron a tomar el mismo recorrido que ella hacía cada día, convirtiendo esto en todo un éxito, pues los había encontrado caminando por una calle cerrada debajo del mismo paraguas. Apenas di con mi objetivo, me escondí detrás de una columna para que no dieran con mi presencia, y desde esa distancia, a pesar del aguacero, podía atender a su charla.



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Editado: 15.06.2024

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