Hoy parecía que iba a ser una especie de comienzo interesante para nosotros, y desde luego, iba a ser algo de lo cual no iba a arrepentirme en toda mi vida. Por lo cual, antes de encontrarnos, llegué a pensar que una cita debería ser romántica, pasarla bien, y por supuesto, acompañar a la muchacha que te gustaba hasta su casa. Hacer esas cosas debería ser algo normal, pero ella se salía de lo común por mucho. ¿Qué clase de persona te llevaría a un cementerio luego de una cita?, y peor aún, ¿qué clase de persona aceptaría ir? Igualmente, creo que esto significa que realmente estoy loco de amor.
—No falta mucho, ¿no? —pregunté en lo que caminaba a su mismo ritmo.
—No, ya casi llegamos —me aseguró, y justo en la esquina se encontraba la entrada al panteón, no obstante, me detuve antes de entrar.
—¿No crees que es un poco raro ir al cementerio después de una cita? —no es que me molestara, solo me parecía un poco extraño incurrir a semejante lugar para darle un cierre a nuestro encuentro.
—Bueno, sí lo pones de ese modo, puede ser —dijo deteniéndose también frente a la entrada. No es que podía ser, lo era, ¿aunque quién era yo para discutirle ese tipo de cosas?—. ¿No quieres entrar? —me miró con cierta preocupación, y yo me acerqué.
—No dije eso —le respondí y me adentré antes que ella—. ¿A qué parte vamos? —cuestioné.
—Creo que sería mejor ir a la más antigua —me quedé extrañado, pues no entendía el porqué de la más vieja, después de todo ella no era una anciana, además, seguro que esa sección era la parte más arruinada del camposanto, así que ahí no debería haber siquiera tumbas con algún contenido. De todas maneras, no dije nada; no quería romperle las ilusiones, así que buscamos un guardia que nos brindara un poco de luz a nuestro recorrido.
Una media hora más tarde llegamos a la parte más “tenebrosa” del cementerio: las lapidas desalineadas, algunas rotas, tapas caídas además de tumbas vacías; era el panorama que se nos ofrecía.
—Parece que aquí ya no hay nadie —era algo lógico lo que decía; no íbamos a encontrar ni un alma con “vida” en esa situación, por lo que a continuación, procedí a acercarme a algunos de los nichos que, al parecer, tenía alrededor de unos noventa o quizás cien años. Es así que, mientras observaba las viejas fotos desteñidas por el tiempo, me di cuenta de algo; creo que llegué a entender por qué eligió ese lugar, lo que me llevó a enderezarme y a mirarla con plena seguridad respecto a lo siguiente que iba a decir—. ¿Deseas dejarle flores a alguien que ya no es recordado?
—¿Cómo lo supiste? —una gran sonrisa se plantó enseguida en su rostro; parecía que se había llenado de goce por el simple hecho de que descubriera sus intenciones.
—Bueno… —acomodé el ramo de tulipanes debajo de mi brazo, y luego metí mis manos dentro de mis bolsillos— solo lo supuse. Así que a esto te referías con que podrían servirle a alguien que las necesitara —ella asintió y despolvoreó la tierra de una de las tapas dejando ver una imagen.
—Sí, se ve que me entiendes —se inclinó hacia una de las tumbas más arrinconadas y extendió su mano pidiendo indirectamente el ramo, así que yo se lo acerqué—. Gracias —posó entonces el manojo de flores frente a aquella tumba; según parecía, era de una señora mayor—. Es doloroso que las personas que quieras te olviden, pero más doloroso es cuando ya nadie te recuerda —sus palabras me sorprendieron. Si bien, había logrado entender un poco más a mi dulce Ángel, pero no me esperaba descubrir que su alma llegaba a tal nivel de profundidad.
—Nadie nos olvida —le dije, y ella me observó algo desconcertada—. Bueno, creo que lo de menos es eso, porque al final todos se encuentran del otro lado, ¿no? —me pasé una mano por el cabello un poco avergonzado. ¿Qué era lo que estaba diciendo?
—Tienes razón, probablemente no estén realmente solos —se levantó y se paró a mi lado juntando luego sus manos; ella estaba rezando por esa pobre alma. No sabía que su bondad podía extenderse más allá de mi entendimiento; miento, ya que sí que lo sabía. Fui testigo de muchas buenas acciones que hizo a lo largo de estos últimos cinco años, y estoy seguro de que, si pudiera ir un poco más atrás, sería consciente de cosas aún más agradables.
De un momento a otro, me di cuenta de que estaba desvariando por mi amada de nuevo, y ante la situación de su rezo, me apresuré a hacer lo mismo, pues no quería que pensara que era realmente alguien insensible, así que junté mis manos e hice una pequeña petición.
—“Por favor… ante su amabilidad y mi amor por ella, no dejes que nuestros caminos se separen.” —le rogué, y por un instante, sentí que algo estaba detrás de mí, pero al girarme no había nadie—. Qué raro —me dije.
—¿Sucede algo Dalton? —preguntó al ver que estaba algo desorientado.
—No, no. Por un momento pensé que había más gente aquí —me rasqué la mejilla y ella solo miró curiosa los alrededores.
—Bueno, parece que no. ¿Volvemos? —me cuestionó.
—Claro —asentí.
Así fue cómo al final terminamos por trasladarnos de la parte más profunda del cementerio, a recorrer los niveles inferiores, y así subiendo hasta llegar a las tumbas más nuevas. En esa parte podía verse más gente trasladarse de un lado a otro con sus respectivos botijos, ramos de flores, y demás. Nada de lo que hacíamos salía de una retirada normal después de la visita a un difunto, pero hubo un momento en que pasamos por una multitud de gente, que trasladaban a un féretro a su respectivo entierro, y aquel hecho no me hubiera llamado la atención de no ser porque escuché un susurro bastante claro.
“Nunca podrán estar juntos.”
Fueron las desdichadas palabras que oí, y obviamente, pocos fueron los segundos en que tardé en tener una reacción, e intensamente busqué a la persona que había pronunciado semejante blasfemia. ¡Cómo se atrevía a decirme eso! ¡Solo faltaba que viniera a mostrar su inmundo rostro y en un segundo le rompería la cara para que viera que tanto tenía la razón! Mi cuerpo se movía violentamente a mis alrededores buscando al culpable, pero no podía divisar nada.
Editado: 15.06.2024