Crow Black, el futuro líder de los hombres bestias, la persona que más problemas le podría dar en el futuro, si no fuese por que ahora, ella tenía en sus manos a la única persona que lo podía derrotar, a quien en un futuro tuvo que ayudar a ése sucio perro a eliminar, su hermana.
Ése hombre era alguien con quien no se podía hablar, era violento, impaciente y de pésimo carácter, así que posiblemente, luego de que ella murió, no habrá pasado tanto tiempo para que ése salvaje muera.
Tristemente no pudo verlo, pero ahora si podría.
Lo único que tenía que hacer para tener siempre de su lado a su carta de triunfo contra ése salvaje, era convencer a su padre, algo sumamente fácil.
-¿Una... niña bestia?- preguntó Francisco, viendo en shock como su hija deseaba a una niña bestia para que sea su amiga.
Las otras hijas de nobles y su hija, no se llevaban bien, pero querer ser amiga de alguien que se comportaba como un lobo salvaje, ya era demasiado.
-Si, ella es mi nueva amiga, me salvo la vida de un caballo salvaje, ¿verdad, Lara?- dijo la de ojos grises a su sirvienta personal que seguía con ellos.
La chica, al oír tal mentira, fruncio el ceño por un segundo.
¿Debía decirle la verdad a su jefe o mentir, siguiendo las ordenes de la señorita?
-Así es...- respondió, algo dudosa.
Quizás Sofía era una niña, pero era una niña con la que prefería no meterse por ser más calculadora y fría de lo que se imaginaban los demás.
El dueño de casa, al oír la respuesta de Lara, dio un suspiro para calmarse y ver a ésa niña bestia, con amabilidad.
-No me importa que seas, si le salvaste la vida a mi única hija, tienes mi gratitud y puedes quedarte aquí el tiempo que gustes.- dijo el hombre, dando su permiso para que ésa niña se quedé.
Muchos intentaron domesticar a personas bestias, terminando siempre en tragedia, pero si era sólo por unos días, no pasaría nada malo... al menos, éso quería creer.
-De hecho, me gustaría que mi padre le permita vivir con nosotros.
Yo se lo prometí por salvarme la vida y sé que no te negarás porque eres el mejor de todos.- dijo Sofía, con una enorme sonrisa de alegría.
La niña bestia, la miró sorprendida por el cambio tan repentino que tuvo.
-Muy bien, supongo que tienes razón.
Lara, hazte cargo de la niña.- exclamó Francisco, con el ego en alto por el elogió de su hija.
-Como diga, señor.- respondió Lara, de manera educada.
-¡Gracias papi!- gritó Sofía, acercándose a abrazar a su padre quien se agachó y la alzó para hacerla dar vueltas en el aire mientras ella reía.
Su preciada hija era tan amable, inocente y quería mucho a su viejo padre.
No se merecía a una hija tan buena, pero la tenía, riendo en sus brazos, con alegría.
-Todo por mi pequeña.- dijo el feliz hombre.
Mientras un feliz momento padre e hija se llevaba a cabo, la niña bestia veía todo éso con tanta sorpresa, no entendiendo absolutamente nada.
Hace no mucho, Sofía se veía como alguien madura y reservada, pero ahora... era todo lo contrario.
-Descuida, con el tiempo te acostumbras.- dijo Lara a la niña bestia, ya acostumbrada a éso.
Uno se acostumbra más rápido de lo que se imagina a algunas cosas.
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.
Horas después.
La niña bestia había sido bañada, bien vestida y su cabello arreglado y recortado un poco, estando ahora parada delante de un espejo, mirándose con asombro.
¿Ésa era ella?
Se veía tan bien arreglada y olía tan bonito que no se reconocía, parecía una niña común y corriente si ignoraba su cola.
-Ahora si te ves mucho mejor.
La de cabello gris oyó una voz y volteó para ver a su salvadora, quien la veía con un porte tan firme y educado, mientras sonreía levemente.
¿Ahora ella podía ser tan bonita como Sofía?
¿Ya no tendría que robar y matar por comida, ya no pasaría frio?
-¿Tienes un nombre?- preguntó Lara a la niña bestia.
-No nombre.- respondió la niña, mirando a la sirvienta mientras negaba con su cabeza.
Ella por un par de años, creció siendo esclava de un mal hombre que sólo la llamaba monstruo, pero al matarlo y huir, nunca pensó en tener un nombre, sólo pensó en sobrevivir.
-Señorita, debería de darle un nombre.- dijo la ojiverde, mirando a Sofía, que se sorprendió por tales palabras.
-¿Qué?- preguntó, mirando a su sirvienta mientras la niña bestia se veía muy contenta.
Tener un nombre dado por su amiga, era algo que deseaba, algo que nunca pensó pero ahora anhelaba más que a nada en el mundo.
-A ella parece gustarle la idea.- dijo la chica, mirando a la niña bestia con una sonrisa.
Podía ser peligrosa, pero verla así, le recordaba a sus hermanas y todo el miedo desaparecía.
-Ella.- dijo Sofía, tras meditar por tres segundos.
-Si, le gustaría que la señorita se lo dé.- respondió Lara, amablemente.
-No, no me entiendes, ése será su nombre, Ella.- explicó la de ojos grises, de manera tranquila.
No tenía tiempo para pensar en un nombre, así que como Lara se refería a ésa niña como "ella", ése sería su nombre.
-¿Ella?- preguntó la sirvienta, confundida.
La señorita Sofía tenía pésimo gustó con los nombres, no, mejor dicho, era muy obvio que no lo pensó ya que no quería pensarlo.
-Soy Ella, soy Ella.- dijo la de ojos dorados, muy alegré por tener ahora un nombre.
Lara, miró a la niña bestia con una sonrisa para luego ver a Sofía, con seriedad.
No debía dejar que la señorita lastime de alguna manera a ésa niña que de verdad es inocente, a diferencia de ella.
-No me veas con cara de "no dejaré que le haga dañó", no está en mis planes tal cosa.- dijo Sofía, mirando a su sirvienta que se vio nerviosa.
¿Ahora la señorita también leía la mente? Que bien, cada vez era más y más aterradora.