En un lugar del espacio, cercano a un planeta de la NGAG, se encontraba una nave patrulla: El argo del cosmos.
Su capitana, Stella Niccals, una chica joven, rubia, y hermosa, entró a la cubierta de la nave, con su casco a un costado, y se paró a un lado de las sillas donde su equipo monitoreaba los controles del mando. Su flota se levantó ante su presencia, dando un «Buenos días, capitana Niccals», y después volvieron a sus puestos. Los Liptor di Corps siempre se han caracterizado por llevar a un equipo de cinco integrantes para vigilar todo lo que pudiese entrar a la atmósfera del planeta en custodia. En este caso, el argo del cosmos le tocaba cuidar del planeta Pewtto por dos semanas.
Así que la capitana Stella Niccals se quedó a un lado del cristal, observando el espacio exterior. Las estrellas eran demasiado bellas. Cuando era niña, le gustaba observar desde la ventana de su habitación en la mansión Niccals los pequeños y diminutos puntitos que brillaban en el firmamento de la noche, añorando con un día estar tan cerca de ellas.
Hasta parecía que estaba destinada a estar junto a ellas, y de antemano agradecía a su cuidadora del orfanato que le hubiera puesto un nombre tan bonito y luminoso como el suyo. Stella, la estrella de la mañana. Porque no importaba si era de día o de noche, ella siempre brillaría a pesar de todo.
Stella dio media vuelta y se sentó en su lugar de mando.
—¿Cómo están las cosas el día de hoy? —preguntó desde su asiento.
Uno de los dos liptores que estaban al mando de los controles giró su silla, era un novo Lithus-Tilius acuático.
—Hoy no ha habido anomalías, mi capitán.
Capitán, o capitana, las dos cosas significaban lo mismo en la gramática, y Stella sabía que no había problema en que ocuparan ambos.
—Gracias, liptor Marimo.
La piloto que estaba al lado de Marimo, una chica novo Gigas-Phornix de cabello largo y ojos bonitos apretó unos botones en el comando y apareció un archivo que indicaban los mensajes que llegaban desde Pewtto.
Todo bien, ninguna novedad. Y un mensaje entró en ese momento.
—Mi capitán —dijo la chica—. El liptor Antarus está entrando a la nave. Ha terminado de reparar la avería del motor uno.
—Genial, abra la cámara de escape para que pueda entrar, liptor Nova.
Nova accionó una palanca, cerró una compuerta para que el aire de la nave no saliera al abrirse la cámara de escape y entonces Antarus esperó a que cerraran las compuertas. Una pila de aire lo recibió para volver a llenar la cámara de escape y la compuerta se abrió para dejarlo pasar. Antarus dejó a un lado la caja de herramientas y se llevó la mano al oído izquierdo del casco para quitárselo.
—¡Wow! Hace mucho frío afuera —dijo Antarus.
—Bueno, qué esperabas. Allá afuera está el vacío.
—Vamos, Nova. No seas así —Antarus se quitó el traje para salir que tenía puesto sobre el uniforme de los Liptor di Corps.
Una cosa que tenían los Liptor di Corps es que habían dos tipos de trajes; uno, para los que hacían guardia en tierra firme, y dos, para los que patrullaban en el espacio. Stella giró su silla para quedar firma enfrente de él, y Antarus la saludó con sólo verla.
—Mi capitán, no sabía que estaba despierta —se disculpó por estar hablando con demasiada confianza dentro de la nave, ya que para ellos, debían mantenerse firmes a su comportamiento.
Stella sólo se mantuvo en sonreír.
—No, tranquilos. El hecho de que yo sea su superior aquí no significa que tampoco pueda divertirme mientras trabajo.
—Sí, a los Liptor di Corps les falta un poco del sentido del humor —contestó el novo Lithus-Tilius—. El capitán Montero también rompe las reglas de vez en cuando y se divierte con su equipo yendo a algunas fiestas cuando están libres de trabajo.
—Oye, yo no sabía eso, Marimo. ¿El capitán Montero hace eso? Deberíamos de salir un día de estos a un bar que está en situado en el arriet. Dicen que está estupendo —dijo Antarus camiando de aquí para allá.
—Pero cuando regresemos a tierra firme —dijo Stella—. ¿Están hablando del bar “La manzana verde”?
—¡Sí! ¡Ese mismo! —afirmó Antarus.
—Lástima que no nos dejen traer unas cervezas aquí en el espacio —terció Marimo—. Podríamos hacer una fiesta espacial.
—Podríamos divertirnos —dijo Nova.
—Podríamos ser castigados —comentó Stella—. Pero valdrá la pena, más vale pedir perdón que pedir permiso.
Los cuatro se echaron a reír.
—Como adoro a mi capitán —Antarus alababa el sentido del humor de Stella.
—Por cierto, hablando de bares, ¿dónde está Solomon? —preguntó Stella.
—Está en la cocina, preparando su desayuno, capitán.
—Gracias, Nova.
Un joven más grande en edad que Stella entró por la puerta y se paró en la entrada para saludar.
—Buenos días, mi capitán. El desayuno está listo.
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Editado: 22.11.2021