Al subir, se cerraron las puertas de la nave. Ferenc trepó a su asiento para que pudieran verlo mejor al momento de dictar sus órdenes:
—Aquí, dentro de esta nave, se almuerza a las seis de la mañana, se come a las dos de la tarde y se cena a las ocho de la noche, ¿preguntas?
Tirso alzó la mano.
—Yo.
—Habla, niño.
—¿Puedo ser el cocinero? Se me da muy bien el cocinar.
—Está bien, Tirso, ¿cierto? —vio un ligero movimiento de cabeza—. Tengo en mente en que todos deben de cooperar, así que se turnarán para ocupar la cocina cada cuatro días, comenzando contigo, Tirso. Prepara la cena a tu criterio, no soy exigente en ese punto.
—Gracias, capitán —y entonces, Tirso entró a la cocina de la nave.
Los demás se quedaron parados.
—Y bien, ¿qué esperan ustedes ahí? ¡Vayan a sus habitaciones! ¡Reed y Stella tiene el ala derecha! Y mientras tú, Trip… no sé cómo sean las cosas en Vulcaf, pero las habitaciones aquí son compartidas, así que te toca dormir con Tirso. No hay problema con eso, ¿no?
Hasta cierto punto, Ferenc era muy comprensivo.
—No lo hay, capitán; sólo que en el aspecto culinario tengo varias dudas.
—De acuerdo, ustedes dos (señaló a Stella y a Reed) le enseñarán a su compañero a cocinar lo que acostumbramos en la alianza, aunque no vendría mal probar bocado a una comida típica de Vulcaf de vez en cuando.
—Sí, capitán.
—Los veré a las ocho en punto en el comedor —Ferenc se bajó de su asiento y caminó por el pasillo principal. Una pequeña puerta se deslizó para dejarlo pasar a su habitación privada y los tres quedaron libres en la nave, de momento.
Trip apenas si conocía la nave.
—¿Podrían…
—Yo igual soy novato aquí, es mi primera misión en equipo —confesó Reed.
—Déjame adivinar: ¿nave privada? —indagó Stella.
—No, por lo general aprendí a volar gracias a un compañero. Soy más apegado al suelo, así que patrullo en motoneta.
—Pero…
Stella iba a decirle que en ningún momento había escuchado o conocido que los Liptor di Corps patrullaran así. Siempre lo hacían en naves o a pie, dependiendo del caso. Pero no dijo nada. Tenía bastantes pruebas para desconfiar de Reed, porque estaba claro que él ocultaba algo.
—Entonces, preciosa; ¿nos harías el gran favor de mostrarnos la nave?
—Claro, por aquí —Stella caminó al frente.
Primero pasaron cerca del laboratorio de pruebas, y al armario de herramientas en caso de que se quedaran sin oxígeno al momento de ir al espacio, luego pasaron por las habitaciones, en donde Stella le mostró a Trip la suya, después de eso les enseñó la cámara de escape, la cámara de sincronización, el depósito de municiones y la enfermería.
—¿Y la habitación del capitán? —dijo Reed entre pequeñas risitas.
—Es como las otras, sólo que hay una cama en vez de dos —contestó Stella.
—Vaya, sabes mucho, ¿cómo sabes eso? —al ver que no hubo respuesta, flexionó su cuerpo para desentumirlo—. Todavía falta mucho para las ocho, iré a descansar un poco.
—Yo igual, mi shroot debe de descansar un poco porque lo ocupé muchas veces el día de hoy —Trip también se despidió—. Nos vemos en la cena.
Stella también bostezó, pero rápidamente cambió de parecer y fue tras Reed. Entró a la habitación. Reed estaba reposando en la cama de abajo de la litera, y Stella se trepó por las escaleras a la suya, se quitó los botines para aventarlos al suelo y la chamarra de cuero la colgó a un lado de la cama.
Luego inclinó su cabeza hacia la parte de abajo para ver que Reed estuviera completamente dormido. Y de la nada le arrojó la chamarra.
—Estoy despierto, cariño —Reed reaccionó de inmediato, atrapando la chamarra en pleno vuelo. Comenzaba a hacer frío en la habitación, como si estuvieran en Zenith—. ¿Se puede saber por qué me miras de esa manera?
Stella bajó al suelo y lo encaró:
—Hay algo raro en ti, Shevlin.
—¿En mí?, ¿en qué parte? —sonrió descaradamente.
—En todo. Por qué dices que patrullas en motoneta si los Liptor di Corps no ocupan esos vehículos, ¿esperaste a que Tirso se fuera para decir eso? Puede que hayas engañado a Trip, pero a mí no.
—Sí que eres lista.
—Fui capitán, amigo. Ser observadora fue una de mis cualidades por las cuales me eligieron —se encogió de hombros—. Todavía dices que conoces al viejo Jag…
Reed saltó de la cama.
—¡Eh! —la interrumpió bruscamente y se acercó a ella para mirarla de frente, con los ojos desafiantes—. Al viejo Jag no lo metas, ¿entendido, preciosa?
—Tranquilo —sonrió Stella maliciosamente—, no iba a decir nada malo de él. Pero tengo curiosidad sobre cómo lo conociste, ¿cómo me decías que se llamaba tu antiguo oficio del cuál te despidieron?
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Editado: 22.11.2021