Space Hunters / Battle Crew (saga Navis 4)

9) Sílex

Antes de que amaneciera, Ferenc salió de su habitación a temprana hora. Recorrió el pasillo con sus cuatro patas, y afinando su par de orejas para ver si los demás ya se habían levantado, y oyó ruidos en la cocina.

—Estos granujas, sí que son cabeza huecas.

Eran Trip y Tirso, preparando el desayuno. Tirso le estaba dando pequeñas clases de cocina para que Trip pudiera aprender.

—¡Buenos días, capitán! —dijeron al verlo entrar.

—¿Y los otros dos? —frunció el ceño.

—Creo que siguen durmiendo —contestó Trip bostezando.

—¿Te quedaste despierto hasta muy noche? —preguntó Tirso.

—El aparatito que me diste se quedó en negro.

—¿¡Jugaste hasta que se le acabó la batería!?

—Je, je.

—¡No! ¡No hagas eso Trip! ¿No sabes lo malo que es no dormir a la hora?

—Es más tu culpa, Tirso. Estás mal aconsejando a nuestro camarada. Es más, ¿por qué hay un videojuego en mi nave?

—Perdón, capitán.

—¡Bah! Quédenselo, pero no se distraigan tanto, que yo iré por esos dos bribones.

En la habitación, Reed apenas se estaba levantando, soñando con que lo estaban meciendo en una arrulladora. Se limpió los ojos y vio una sombra en el suelo. En cuanto miró arriba, sus ojos expresaron sorpresa. Stella estaba flotando en el aire. Pero no solo ella, si no todas las cosas dentro de la habitación.

—¡Demonios! —masculló entre dientes y se puso a buscar una soga entre todas las cosas.

Stella seguía dormida. Reed se apresuró, y como no encontraba nada para sostenerla, agarró las sábanas y ató la pierna de su compañera a la pata de la cama. Al momento de sentir que alguien la estaba tocando, Stella se despertó, somnolienta. De pronto, al darse cuenta del lugar en el que estaba, se desesperó y pateó a Reed en la cara, creyendo que quería sobrepasarse con ella. Entonces la gravedad volvió a la normalidad y cayó encima de Reed y todo lo que estaba flotando a su alrededor terminó en el suelo.

—¡Ah! ¡Mi espalda!

—¿Qué estabas haciendo?

—¿Yo? ¡Tú eras la que estaba flotando en el aire, no yo! ¡Vaya susto que me has dado, preciosa! ¿Flotar es tu pasión mientras duermes?

—¡Pero yo no floto!

—¿No?

—No.

Por un momento los dos se miraron, incrédulos.

—Espera un momento, preciosa, ¿no habías flotado nunca?

—No, creí que era una broma tuya.

—¡Y cómo carajos se supone que te haga flotar! ¡No soy un Adharus! ¡Soy… oh no…

—¿Qué? —preguntó Stella.

—Stella, tal parece que eres una novo Adharus.

—Pero si soy de Borka.

—Entonces eres una novo Borka-Adharus. ¡Has despertado tu segundo donum inconscientemente!

—¡Que yo qué!

—¡No lo sabías!

—¡NO! ¡No sabía que era una novo Borka-Adharus!

—¡Genial! ¡Eres una novo Borka-Adharus! —aplaudió felizmente, pero de pronto Reed se quedó estático, presa de un recuerdo olvidado—. Será mejor que no se lo digas a alguien.

—¿Pero por qué no?

—Por si no lo has notado, tu donum no sólo te hace flotar a ti, si no a todo lo que hay a tu alrededor. Y los Adharus sólo controlan el aire y pueden flotar ellos mismos, mas no a lo que tienen alrededor. Tienes un buen alcance, hasta podrías ser un prodi… ¡no! ¡carajos! ¡prométeme que no se lo contarás a nadie! ¡Ni a tu padre! ¡Ni a los Liptor di Corps! —estaba entrando en pánico— ¡Júralo! ¡A nadie!

—¿Pero por qué? —no entendía nada.

Reed estaba transpirando. Se rascó el cuello con desesperación, como si estuviera sintiendo una picazón imaginaria. 

—Si tan solo Fernsby se enterara… podría… —se calmó un poco para no alterar más a Stella—. Bien, tienes suerte de haber despertado el donum hasta el día de hoy, si no, otra historia estarías contando.

En eso, Ferenc gritó detrás de la puerta.

—¿Qué hacen ustedes dos ahí? ¡Ya son las seis y media!

Abrió la puerta de un golpe.

—¡Eh! ¡Pero qué ha ocurrido aquí! ¿Y esto?, ¿quién lo hizo?

Reed alzó la mano, rojo de vergüenza. Stella seguía sin comprender por qué rayos Reed estaba actuando de esa manera, y no sólo eso, ahora la estaba encubriendo.

—¡Tú de nuevo!

—Soy sonámbulo —fue lo primero que se le ocurrió a él— pero ya íbamos para allá, capitán.

—Grrr, ya. Vayan al comedor que tenemos que ir a Sílex y queda muy lejos.

—Sí, capitán.

Ferenc dio media vuelta y se fue de ahí. Reed se cambió en un instante, sin importarle que Stella estuviera presente y salió apresuradamente de ahí, sin decir nada. Ella todavía se quedó un buen rato en la habitación, confundida y con una expresión sombría en el rostro. Había algo raro en Reed. Algo que no quería que fuese descubierto. ¿Qué quería decirle hace rato? ¿Qué ella también era un prodigio? Empezaba a dudar sobre el significado de esa palabra. ¿Tal vez una señal? ¿Una clave oculta? Se miró ambas manos.




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