La habitación que Stella alquiló parecía más bien un departamento amueblado: contaba con dos cuartos diferentes, una sala y una cocina integrada, y ni hablar del pequeño jacuzzi incluido. Era una exageración, que hasta Tirso también opinaba lo mismo. Trip fue el único al que no le inmutó en lo absoluto el lujo del lugar, lo único que hizo fue quedarse de pie en la entrada porque no quería estropear los lindos diseños. Tirso se dio la vuelta:
—Entra, no te quedes ahí, ¿qué estás esperando?
—Es que no hay personas adentro —habló con voz queda.
—Por supuesto que no las hay, Trip. ¿Por qué esperarías a que estuvieran personas adentro?
—En Vulcaf… no hay de estas cosas, simplemente dormimos en una casa o en el medio de la nada, si no hay una casa cerca. Somos muy pacíficos, tanto que tenemos la confianza de quedarnos en casa ajena sin ningún problema. Suponte que vas caminando por un largo camino y se hace de noche y estás solo, caminas otro poco más y en la próxima casa que ves puedes entrar, saludas y puedes dormir en una esquina, y de paso te dan comida. Ya por la mañana sólo das las gracias y te vas como si nada.
—¿Cómo así? ¿Sin siquiera conocerse? —exclamó Tirso.
—Eh… sí.
—¡Aquí hacemos algo como eso y nos reciben con un plomazo! —dijo Stella, alarmada.
—¿Y saben deliciosos?
—¿Qué?
—Los plomazos —se refirió Trip.
—Los plomazos son esto —Tirso hizo una pistolita imaginaria con la mano y disparó imaginariamente—. ¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!
—¿Bang? —dijo Trip—. ¿Y eso alimenta el estómago?
Stella se llevó una mano a la cara.
—Vaya… sí que tienes otras costumbres. Aquí sólo nos quedamos en casa de amigos de confianza. O pagamos hoteles como este.
—¿Sí? —Trip se llevó una mano al estómago.
—¿Pedimos algo para comer? —preguntó Tirso.
—Claro, llama a la recepción y que nos traigan la comida aquí —dijo Stella señalando el cubo mensajero de la habitación.
Tirso hizo lo que se le ordenó, Trip sólo se quedó sentado en el sofá sin saber a dónde ir, y Stella entró a la habitación derecha, y entonces accionó el brazalete para comunicarse con su capitán.
—Señor, tengo noticias.
—Ya era hora, ¿dónde están?
—En el hotel StarNaver…
—¿¡Qué demonios hacen ahí!? —se oyó su ruidosa voz en el otro lado.
—Tenemos a un sospechoso, el señor Rost. Gerente del hotel. Tirso ha detectado el olor de Gaulther en él. No podemos comprobarlo con Trip delante de todos, él necesita tierra firme para hacer eso. Así que he rentado una habitación para hacernos pasar por huéspedes.
—Ya, ¿al menos están todos ahí?
Stella no sabía qué contestar a eso. Ya tenía rato que Reed no daba señales de vida, y se estaba tardando más de lo esperado.
—Reed se fue por otro lado, pero regresará —mintió para convencerse a sí misma de que lo haría.
—Bien, estaré ahí. Necesito que uno de ustedes venga por mí para que me haga pasar por… ¡agh! ¿cómo es que te atreviste a hacer eso sin consultármelo? ¡Has dejado caer mi honor en el suelo! Pero no tengo de otra, de todas formas pensarán que soy una mascota cualquiera, ¿no? ¡Asegúrate de que capturemos a Gaulther o entonces tendrás un castigo por humillarme de esa manera!
¡Beep!
Colgó. Stella sólo se quedó mirando el brazalete como boba y se llevó la mano a la sien para hacerle presión por el dolor de cabeza. Pensaba en lo que decía Ferenc era cierto, ¿por qué no se le ocurrió consultárselo al capitán? Ellos tenían que obedecer, no hacer planes de emergencia. Pero entonces recordó que no era más una Liptor di Corps, ni mucho menos alguien para mandar, pero al menos esa regla estaba absuelta para ella, ¿o no? Miró el reloj. Reed seguía sin aparecer. Caminó a la sala y se acomodó el chaleco, dispuesta a salir.
—¿Hablaron con Reed?
—Lo hice, pero tiene su brazalete apagado —dijo Tirso.
—Tirso, necesito que busques a Reed. El capitán viene en camino y no va a estar contento si no nos ve a todos. Tienes que encontrarlo antes de que yo regrese.
—Sí, Stella.
—¿Y yo qué hago? —murmuró Trip.
—Sólo recibe la comida en lo que no estamos. Alguien tocará la puerta y te la entregará a la mano. No es necesario que salgas de la habitación, Tirso y yo regresaremos pronto. ¡Ah! Y no rompas nada.
Tirso salió y Stella cerró la puerta. Trip se quedó mirando toda la habitación vacía, sin saber qué hacer.
En el pasillo, Stella y Tirso caminaron un rato juntos.
—¿Dónde crees que pueda estar Reed?
—No lo sé, pero parece que está aquí adentro del hotel porque hace poco percibí su aroma.
—Ah, ese ingrato. Búscalo, Tirso.
—Está bien, cuídate.
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Editado: 22.11.2021