Spina (puro romance medieval)

Capítulo 2

Carta de amor

Asia estaba de pie frente a una gran olla de hierro, con la curtida tabla de madera cortaba las verduras y carnes, arrojándolo todo al guiso que ya empezaba a hervir, el aroma se hacia más fuerte y apetecible, estaba tan concentrada que no se dio cuenta que alguien se acercaba por detrás, entonces de manera abrupta:

—Huele delicioso —susurró Hernán dándole un susto de muerte

—¿Qué haces? —preguntó molesta

—Solo quería darte esto —respondió Hernán extendiendo la mano y ofreciéndole una carta, acto seguido salió con rapidez de la cocina haciendo marcha atrás, Asia lo miro con curiosidad sosteniendo el sobre con una mano y con la otra el cucharón, de este se deslizó una gota de guiso que cayó sobre el suelo pulido, se secó las manos con un viejo y deshilachado paño y se sentó a leer:

Hermosa dama:
Aunque parezca una locura, desde el primer momento en que nuestros ojos se cruzaron, mi alma quedó cautiva de tu encanto. Que no te asombre la osadía de mi petición, pues en la balanza del destino, la valentía de un caballero se inclina hacia la conquista del amor que anhela. Por tanto, dama de mis sueños, te imploro que concedas tu presencia en el jardín, donde te aguardaré con la impaciencia de un amante rendido a la espera, dispuesto a la espera eterna, si así es necesario por la posibilidad de compartir un instante a tu lado.
Mucho anhelo la oportunidad de descubrir quién eres en verdad, más allá de las circunstancias, que el robo del pan sea solo el comienzo de una historia.
Al voltear la carta:
Ya su amiga me dijo que cambiarían turnos, te espero en el jardín, esperaré eternamente si así es necesario.
Desde entonces siempre tuyo seré

Hernán Kostas.

Perdida en aquellas palabras, sintió el olor a guiso casi quemado, apagando el fuego de la olla, cuando sintió un grito de dolor, Gisel en busca del agua caliente para la reina, tomó el recipiente apresurada, quemándose en el proceso.

—¿Estás bien?

—¡Aaaah!. —gimió sacudiendo las muñecas.

Permíteme ver —pidió Asia examinando los brazos de su amiga —Estas quemaduras se ven graves, debe verte un médico.

—Sólo apresúrate y lleva el agua a la reina, ella está esperando —insistió Gisel.

—Pero... —Asia se negó

—No pierdas tiempo, ve tú y lleva el agua para la reina —interrumpió Leonor, quien llegó apresurada. —Ve a llevar el agua, yo me encargaré de ella.

La chica tocó levemente la puerta tallada, estaba nerviosa por el hecho de ver a la reina en persona.

—Adelante —contestó la reina, con una fina pero autoritaria voz

—Con permiso, señora —dijo haciendo una reverencia al entrar.

La alcoba estaba decorada de la manera más lujosa e impecable con una cálida chimenea empedrada, la reina Victoria, una mujer de belleza imponente conservada en el tiempo, con una silueta esbelta y un cabello dorado, estaba de pie desnuda frente a una magnífica tina de porcelana perlada, lista para adentrar su cuerpo en las cálidas aguas.

—Puedes verter el agua —ordenó.
Asia comenzó a verter el agua caliente en la bañera, el vapor se elevaba de la superficie, creando una densa niebla en el aire.

—Muchas jóvenes se han unido recientemente a nuestra corte —comentó la reina mientras el vapor envolvía su cuerpo—. El Rey estará encantado con esta nueva generación de servidores.

Asia no pudo evitar notar una pizca de orgullo en las palabras de la reina

—Señora, debo mencionar que yo trabajo en la cocina

La reina hizo un gesto desinteresado con la mano —Shhh, eso no me importa, simplemente termina tu tarea lo más rápido posible y lárgate de aquí —respondió con indiferencia. Asia asintió y se apresuró a cumplir su deber, dejando a la reina a solas con su relajante baño.

Se encontró con Gisel, quien venía con un cuenco repleto de uvas y las manos vendadas.

—¿Cómo estás?

—No pasa nada, tengo que trabajar —respondió Gisel.

—Bueno, no te veo en condiciones

—Estoy segura de que estaré bien. —bajó la mirada buscando la forma de saciar su curiosidad— cambiando de tema, ¿cómo te va con Hernán?

—De ninguna manera. Si no lo soporto, me parece fatal que insistas en que me ponga de acuerdo con él. Debes hablar conmigo primero y preguntarme si quiero verlo —reprochó Asia.

—No te hagas la desinteresada es el hombre más guapo del Reino —comentó Gisel suspirando.

—¿A ti te gusta Hernán? —preguntó Asia sorprendida.

—Claro. ¿A quién no le gustaría? Es perfecto. ¿Acaso estas ciega? —resaltó Gisel.

—Bueno, él es todo tuyo, ve tú a la cita por mí.

—No, claro que no. Él quería verte a ti —insistió Gisel

—No te preocupes, sé que te mueres por ir —bromeó.

—Hernán me ha gustado desde hace años. —confesó Gisel. —Pero siempre he sido invisible para él.

—Ponte algo bonito y ve tú en mi lugar —sugirió Asia.

—Buenooo... ya que insistes, iré yo —aceptó con una sonrisa en el rostro.

A la hora de la cena, Gisel no se sentía muy bien. Sus quemaduras parecían haberse infectado debido a que siguió trabajando en lugar de descansar, tenía una fiebre muy alta, así que fue a su habitación, Asia la ayudó a bajar la fiebre hasta que finalmente se quedó dormida.

Pronto, la chica regresó para ayudar con la cena, entonces comenzó a pensar en Hernán y en la cita, abrió el sobre y volvió a leer la carta en la que él insistía en que esperaría por ella sin importar qué, (No creo que siga esperando, ha pasado un rato ya) pensaba Asia. De camino a su habitación, se detuvo antes de abrir la puerta, su mente dudó por un segundo, así que corrió hacia el jardín, buscó un rato por el oscuro lugar, casi se rindió hasta que pudo encontrarlo:

—¿Qué haces aquí? —preguntó sorprendida.

—Te tomó tiempo venir. Llevo bastante esperando —respondió Hernán.

—Nunca dije que vendría.

—Pero estás aquí ahora.




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