Corona de sangre
En la mañana, la reina quería disfrutar de su perfecto desayuno en la cama, Asia y Gisel en la puerta de la alcoba y las bandejas en sus manos tocaron la puerta
—¡Adelante! —exclamó la reina.
—Con permiso, Alteza —anunció Gisel.
Ambas colocaron las bandejas sobre una mesa que los otros servidores habían puesto previamente para el desayuno real. La reina preguntó con su usual irritabilidad de costumbre aún en horas tan tempranas.
—¿Por qué no ha venido Leonor?.
—Leonor está ocupada preparando todo para el desayuno solicitado por el Rey y sus invitados —respondió Asia.
—¿Han escuchado la tontería esa de que tengo una hija?, los plebeyos ya no saben que historia van a inventarse para hacerme enfadar —objetó, mientras las chicas escuchaban con atención sus palabras —El rey no vendrá hoy a dormir a nuestra alcoba, tendré que esperar a mañana par desayunar juntos —divagó—. Deberé buscar una acompañante adicional junto a Leonor para futuras ocasiones, una dama de compañía, sería más conveniente tener a dos personas, quizás si hubiese tenido un par de hijos competentes para estas situaciones —prosiguió la reina con indiferencia.
—¿Dos más para qué? —preguntó Gisel muy molesta.
—Gisel, ¿qué estás haciendo? ¿Qué te sucede? —preguntó Asia alarmada.
—¡Ya váyanse las dos, no tengo tiempo para tonterías me duele mucho la cabeza! —exclamó la reina mientras volvía a hundir su cuello en la almohada.
—Vamos Gisel —murmuró Asia intentando llevarla fuera de la habitación.
Cuando llegaron a la cocina, Asia estaba histérica:
—¿Qué te pasa?. ¿Es que acaso te volviste loca?
—¡Es una grosera y una mal encarada! —se quejó Gisel.
—Cálmate, sé que ella no es una persona muy agradable, pero tienes que tenerle paciencia, es la reina.
—Sí, claro —sonrió de manera sarcástica— La reina.
—¿Quieres un tilo?
—No, sólo quiero... —suspiró— vivir otra vida —manifestó sentándose en una de las sillas de espalda a Asia.
—¿Y por eso estás con el impresentable ese? —preguntó Asia.
—¿Hablas de Turner? —Inquirió girando su cuerpo hacia su amiga con emoción— al principio, sólo me interesaban las joyas.
—¿Las joyas?
—Sí, me dijo que si me acostaba con él, me daría muchas más.
—¿Pero qué dices?. ¿Te estás escuchando?
—El caso es que me las dió, pero quería más y ahora se ha vuelto un dilema porque me he enamorado de él.
—No puede ser —comentó Asia indignada.
—Quiero volverme rica, tengo que hacerlo
—Bien, haz lo que quieras, pero te lo aconsejo ese chico no es de fiar. Solo no te ilusiones demasiado. Los marqueses suelen tener varias mujeres y acostarse con muchas plebeyas como tú.
Infortunadamente, Turner iba por el corredor, Asia se encontró de frente con él, deseando esquivar el encuentro se escondió sigilosamente detrás de una imponente escultura de una mujer con un velo fúnebre cubriendo su rostro, tal parecía una estatua arrancada de un cementerio, desde su escondite, ella observó cómo Turner se detenía ante la alcoba real, abriéndola con un gesto que denotaba discreción, ella reanudó su trayectoria hacia la cocina, al llegar, se encontró con la presencia cálida de Gisel, quien estaba inmersa en el trajín culinario.
—Tu novio acaba de entrar a los aposentos de la reina —mencionó Asia.
—Sí, lo sé —afirmó Gisel con calma.
—¿Estás bien con eso?.
—No, por supuesto que no, pero ella es la reina y no puedo hacer nada al respecto —respondió Gisel.
—La verdad es que parece que no te importa —sugirió Asia.
—¡Asia, basta! ¡déjame en paz! —gritó Gisel enfadada. Luego, suspiró y se calmó —Lo siento, solo deja de preguntar tonterías.
—Está bien, como quieras —concluyó Asia frunciendo el ceño.
—Ve a mi habitación en la noche te tengo que decir algo.
—Está bien, iré, sólo controla esa ira amiga, antes no eras así, a veces pienso que todo es culpa de ese Turner.
Llegada la noche, en la habitación ambas conversaban en voz baja, asegurándose de que nadie las escuchara, Gisel comenzó a hablar con un tono de preocupación:
—Lo que tengo que contarte es sumamente confidencial. No puedes repetir ni una palabra de esto a nadie, ¿entendido?
Asia se sintió asustada por la seriedad del asunto:
—Me estás preocupando, Gisel. ¿De qué se trata?
—Resulta que Turner es el hermano de la duquesa que se casará con el príncipe. Los Turner y el Rey tienen planes de unirse como una familia política, pero el príncipe no está de acuerdo y se está resistiendo al matrimonio. Si él se casa, asegurará su posición en el trono.
—¿Y bien? No entiendo a dónde quieres llegar con esto.
Gisel se dio cuenta de que alguien llamaba a la puerta y se levantó apresuradamente para abrir, era Turner, Asia quedó perpleja ante su presencia.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Turner de manera déspota —Gisel necesito hablar contigo. —se detuvo al notar a Asia —¿Y ella qué hace aquí?
—Iba de salida, señor. Solo quería hacerle a Gisel unas preguntas sobre cosas de chicas —Asia respondió rápidamente, apresurándose hacia la puerta, sintiendo la mirada penetrante de Turner, quien cerraba bruscamente con su distintivo carácter desafiante.
Asia, preocupada y curiosa, decidió quedarse para intentar oír la conversación tras la puerta, desde allí, pudo escuchar la voz enfurecida del joven:
—¿Qué estabas haciendo? ¿Qué le estabas contando? —Turner gritó, dejando a Asia estremecida.
—No le dije nada, señor, lo juro —Gisel declaró entre sollozos.
—Más te vale no decir nada o me iré con la primera fulana como tú que se me curse en mi camino —amenazó y justo cuando Asia casi entra a la habitación:
—¡Ya basta! —gritó Gisel de forma llorosa —Soy la hija de la reina, la hija de la que todos murmuran por ahí.
—¿Qué estás diciendo? —Turner respondió enfadado.
—Soy la hija de la reina, es mi madre. Solía ser la esposa del panadero.
Editado: 17.07.2024