Spina (puro romance medieval)

Capítulo 8

No amar o morir

Se despidió con tristeza de Ramiro, con el alma enrevesada, no podía evitar pensar en la desgracia que implicaba que los destinos de sus hermanos terminarían entrelazados, no quería perder a otro miembro de su familia.

El palacio era un lugar extremadamente lujoso, por lo que siempre se había sentido fuera de lugar allí, pensaba en ello caminando de regreso de la habitación de la reina, cuando notó que Hernán estaba acercándose desde el fondo, podía ver la preocupación y la tensión en su mandíbula, el se había convertido una figura protectora para ella, había estado a su lado, cuidándola y de su hermano, su fortaleza y valentía, una fuente de consuelo.

—Hernán, tienes que ayudarme.

—¿Qué sucede?.

—Es Ramiro, está en peligro.

—Sé lo que está sucediendo, ya le estoy ayudando no te preocupes.

—Muchas gracias por lo que haces por mí y mi familia.

—Más quisiera hacer —añadió.

—¿Qué pasará con el ahora?

—Hablé con Agnes, ella lo acogerá entre sus sirvientes.

—¿Quién es?

—Es la marquesa

—¿Los dos están locos?, irá directo a que lo maten

—No te preocupes, ella lo ama, lo vi en sus ojos, lo mira de la misma manera en que yo te miro a ti —aseguró Hernán, tratando de tranquilizarla.
Con un susurro tembloroso que cargaba la intensidad de su corazón, Asia miró a Hernán:

—¡Deseo ser tu prometida! —las palabras escaparon de sus labios con la prisa de una confesión largamente retenida.

Hernán, atrapado en un instante de sorpresa, dejó escapar una sonrisa: —El volumen es innecesario, mis oídos funcionan bien —bromeó, —su abrazo, lleno de amor, elevó a Asia hasta que sus pies bailaron en el aire.

Entonces Gisel, avanzando hacia ellos,
lanzó con cautela:

—Tal vez, sería prudente moderar esta manifestación de afecto, ¿eh?, antes de que Leonor...

Pero su advertencia llegó tarde, la rígida mujer apareció desde la oscuridad de los pasillos con una serenidad astuta: —No hay necesidad de preocupaciones —dijo ella, su presencia provocando un giro dramático en la alegría de Asia a una alarma disimulada— Veo que no siguen las reglas.

—Abuela, me debes una bolsa de monedas ahora.

—¿De qué hablan? —preguntó Asia.

—Sí, veo que ciertamente ella está de acuerdo con tus sentimientos.

—Espera. ¿Hicieron una apuesta? —Preguntó Asia, su amiga no pudo contener sus carcajadas y Hernán recibía la bolsa de monedas de Leonor

—Gisel, que te rías es una actitud normal de ti —Expresó Asia— pero Leonor, si te tenemos miedo todos aquí

—Eso es correcto, sigan asiéndolo.

Parecía estar más animada a pesar de la difícil situación por la que estaba pasando su familia, estaba preocupada ya que no solo temían por la vida de Ramiro, sino que también estaba preocupada por las posibles repercusiones legales y sociales que esto podría acarrear, sin embargo, a pesar de todo esto, intentaba mantenerse fuerte.

—Te ves más feliz —comentó Gisel mientras escogía el arroz

—Si, estar enamorada mejora muchísimo tu estado de ánimo —respondió.

—¿Estás enamorada? —preguntó Marga

—Si, su novio es bien guapo —comentó Gisel. —Son dos rosas negras floreciendo en un jardín de espinas —dijo dibujando una sonrisa en los labios de Asia.

—Yo también quiero enamorarme alguna vez —dijo Marga suspirando

—Marga, tú enamora los frijoles que siguen esperando por ti —Exclamó Gisel

—¡Haaa!, cierto, los frijoles —dijo antes
de coger un balde para vomitar.

—Guac, se ha pasado todo el día así, deberías ir a descansar si estás enferma del estomago —propuso Gisel.

—Marga, si quieres te acompañamos a tu habitación.
—Está bien, muchas gracias chicas.

La noche envolvió al castillo con su manto oscuro, bañando los hermosos jardines con un frescor noctámbulo. En su habitación, miraba el techo mientras su imaginación volaba, cuando de repente escuchó golpes en la puerta, al abrir, se encontró con el príncipe.

—Vine a despedirme —dijo con ojos cansados y ojerosos—. Me voy a vivir a un palacio con mi futura esposa y debemos fingir felicidad ante todos —añadió, haciendo que los ojos de Asia se empañaran.

—Estarás bien, Majestad. Usted es fuerte —respondió ella tratando de animarlo

Una sonrisa melancólica se deslizó por los labios del príncipe: —Pareciera que eres la única que tiene esa fe por mí —confesó—. Deseo que nuestros caminos se crucen nuevamente en tiempos más afortunados. —Continuó, Asia mostró una reverencia—. Por favor, cierra bien la puerta, ya no estaré aquí para protegerte —señaló alejándose, provocando una sonrisa en el rostro de Asia.

—Adiós, su Majestad —susurró Asia en voz tan baja que solo ella pudo escucharse a sí misma.

Al cantar del gallo más madrugador, el par de amigas estaban preparando unos dulces para la reina cuando empezaron a jugar con la harina y se embadurnaron la nariz entre risas, en ese momento, vieron entrar a Marga cabizbaja y con la mirada perdida.
Gisel se acercó y le preguntó: —¿Qué te sucede? —sacudía la harina de su vestido.

—Estoy embarazada.

—Pero eso es una buena noticia, ¿no?
—Asia, ingenua no sabía lo que venía.

—Estoy embarazada —Marga miró a su alrededor y continuó—. Estoy embarazada del rey —Gisel y Asia se sorprendieron.

—Estoy feliz, pero también asustada. La reina lo sabe — Marga expresó su miedo

—¿Qué podemos hacer para ayudarte?

—Necesito que me acompañen a ver a Héctor.

—¿El hijo del médico?. Él está en contra de eso desde lo que sucedió la última vez con su padre y la bruja. —Le recordó Gisel.

—No lo sé, veré qué hago. Por ahora, solo necesito apoyo —Marga sostuvo las manos de sus amigas en busca de un poco de consuelo.

Hernán esperaba a su prometida en el lugar de siempre, ansioso por verla, finalmente se encontraron, sus miradas se enlazaron entre las emociones que no necesitaban ser expresadas con palabras, y el día se volvió más llevadero para ambos.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.