Spina (puro romance medieval)

Capítulo 9

Traición

Una trágica mañana envolvió al castillo, arrebatada la vida de Marga durante la noche, su delicado cuello había sido cortado de forma precisa, la cama donde antes descansaba ahora postraba un cuerpo gris y sin vida, las sábanas blancas estaban teñidas de rojo oscuro, aun la sangre era fresca, sus amigas sintieron un terrible temor infundido por tal macabro escenario. Mientras retiraban el cuerpo carente de vida, ellas se sentían asustadas y perplejas.

—La reina... —Acusó Gisel enojada

—Shh, no digas tonterías. No creo que la reina sea capaz de hacer algo así —objetó Asia.

—Sé que fue ella —afirmó Gisel molesta
—La odio, la odio con todo mi ser.

—Gisel, sé que ella es tu...

—Sé que lo sabes, pero no hablo de eso ahora... —Agregó con la mirada perdida—. Todas las mujeres que duermen con el Rey terminan muertas. Cuando comencé a trabajar aquí, Marga y su hermana eran las chicas que el Rey eligió. Yo aún era demasiado joven.

—Pero ella y Turner son muy cercanos
—Sobre eso no puedo decirte nada. Lo siento mucho, amiga, espero que lo entiendas

—¡Dejen de hablar y trabajen de una vez! —ordenó Leonor a las chicas...

Durante la cena, el Rey en persona llegó a la cocina con una confusa mezcla de tristeza y enfado sorprendiendo a todos.

—¿Qué le podemos ofrecer, su Majestad? —preguntó humildemente Leonor.

—Quiero algunas chicas para mí —anunció el Rey, sus palabras hicieron estremecer a todos los presentes.
Francisco pasó por la fila de sirvientas que esperaban saber la decisión del monarca, señaló a Gisel y dijo: —Vendrás. —Luego, señaló a Asia y agregó: —Tú también vendrás —Asia se estremeció tanto que sintió cómo sus piernas flaqueaban.

—Espere Majestad —interrumpió Hernán— ella es mi hermana —explicó señalando a Asia.

—¿Esta chica?. Qué mala suerte, me encantaba —expresó el Rey.

—Tengo que protegerla de la Reina, usted sabe a qué me refiero —explicó Hernán.

—Está bien. Espera, si dices que ella es tu hermana, ¿quieres decir que el herrero es tu padre? —preguntó el Rey desconfiado.

—No, señor, somos hijos de diferentes padres —aseguró Hernán, dejando perpleja a Asia.

—Bien, Kostas, eres demasiado importante para perderte por un capricho. Está bien, la dejaré en paz, en cambio, tomaré a esta señorita —respondió Francisco, Gisel le esbozó una sonrisa y hizo una reverencia sorprendiendo a Asia. Hernán tomó a Asia del brazo y la llevó fuera.

—¿Qué pasará con Gisel? —preguntó Asia preocupada.

—Yo ya estaba al tanto de esta situación, y ella también. Me pidió que la dejara en paz, que ella tomara sus propias decisiones. Estamos los dos de acuerdo en cuidarte, Gisel no está asustada, tiene cosas más importantes en las que pensar ahora —agregó Hernán tranquilizándola—. Continúa con lo que estabas haciendo. Ahora debemos tener más cuidado, nadie nos puede ver juntos o el sospechará, si le dijera que eras mi chica, es probable que no cediera.

—¿Por qué no? —preguntó Asia ansiosa.

—Hay una cosa que tengo que contarte —susurró Hernán con una mirada preocupada.

—¡Kostas! —lo llamó el Rey de manera abrupta, interrumpiendo su conversación.

—Sí, su majestad —respondió Kostas apresuradamente, dejando a Asia ávida.

Durante la cena, la joven llevó a la reina unos bocadillos con bastante retraso, estaba nerviosa, tocaba la puerta y esperaba una respuesta:

—¡Adelante! —respondió la reina— Vuelves a tardarte y te enviaré a la horca niña —Amenazó.

Pero la escena con la que Asia se encontró fue trágica: la reina estaba desnuda, al principio, Asia no podía ver claramente su rostro debido a la oscuridad que lo cubría, pero finalmente logró distinguirlo, Hernán estaba durmiendo a su lado, —Déjala ahí y lárgate —ordenó la reina, pero Asia aún miraba a Hernán con angustia y surgía un sentimiento de odio desde lo más profundo de su ser. —¿Que haces?. ¡Largo!

Cuando Asia regresaba de llevar los dulces, Gisel corrió hacia ella con dificultad, jadeando por el esfuerzo.

—Yo era quien debía llevar eso, ¿por qué estás aquí? —preguntó Asia, quien se detuvo visiblemente molesta —Gisel, ¿cómo te atreves a aparecer aquí?. Deberías haberme comunicado tus intenciones de venir aquí en mi lugar —reprochó con decepción.

—Asia, lo siento mucho, Hernán me aseguró que él te explicaría todo en persona, por favor, déjame explicarte —suplicó Gisel. Un nudo se instaló su garganta tratando de encontrar las palabras adecuadas: —Asia, entiendo tu enfado y te pido perdón de todo corazón. Fui ingenua por confiar ciegamente en Hernán, cometí un error imperdonable, pero quiero que sepas que valoro nuestra amistad más que cualquier cosa. Por favor, dame otra oportunidad —suplicó con remordimiento.

La mirada de la muchacha se volvió fría y determinada —En cuanto a Hernán... para mí, ya no existe —afirmó, dándole la espalda a Gisel con un gesto de dolor.

—Asia, por favor, solo déjame explicártelo —susurró con tristeza, sintiendo cómo la distancia entre ellas se hacía mayor.
—¡Asi!, ¡Asia!

Hernán esperaba a Asia en el jardín, pero ella nunca apareció, preocupado, decidió ir a su habitación y tocó suavemente la puerta.

—¿Hernán? —preguntó Asia desde dentro.

—Sí, soy yo. Por favor, ábreme. ¿Qué te pasa?, tu voz suena diferente. ¿Estás enferma? —preguntó Hernán, esperanzado de que Asia le abriera y pudiera averiguar qué estaba sucediendo.

—¡Solo lárgate, no quiero volver a verte! —gritó Asia entre llantos.

—Asia, ¿de qué estás hablando? —preguntó confundido.

Gisel se acercó corriendo, con el rostro atormentado mirando hacia Hernán quien seguidamente captó lo que estaba sucediendo.

—¡No! !No! Dime que no... —respondió Hernán al ver la expresión de Gisel —

—Asia, ella me tiene forzosamente a su lado, nunca me había enamorado antes. Asia, te lo juro, confía en mí

—¡Lárgate! —gritaba la chica desde dentro, envuelta en lágrimas.
El joven no tuvo más alternativa que rendirse, caminando lentamente hacia afuera sin siquiera hablar con Gisel, pero ella tampoco intentó detenerlo.




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