Spina (puro romance medieval)

Capítulo 11

Celos de nobleza

El carruaje se desplazaba con un rítmico vaivén, llevando a Asia, George y Hernán hacia su nuevo destino errante, aunque compartían el mismo espacio físico, Asia se aferraba a sus propios pensamientos, manteniéndolos cautivos, observó por la pequeña ventana los paisajes cambiantes que se desvanecían velozmente, reflejando sus emociones que se agitaban en su interior. Finalmente, llegaron al esperado lugar: un majestuoso palacete, envuelto por una espesura de árboles frondosos y hermosos, un silencio inquietante, Asia escuchaba el latido acelerado, se preguntaba cómo sería su vida, Hernán consciente de la tensión que se había levantado entre ellos, decidió ofrecer su ayuda para que Asia bajara del carruaje, sin embargo, la joven rechazó el gesto con determinación, bajando rápidamente y negando la mano que le había tendido.

—Buenas, estoy encantada de recibirlos en esta, que ahora será nuestra casa —dijo la Marquesa Christine con un semblante serio, una joven muy refinada y de alta estatura.
Caminaron juntos dentro y llegaron a un gran salón, los ventanales eran en arco, muy similares por toda la edificación, y todos estaban adornadas por una serie de cortinas exactamente iguales, los muebles de roble macizo estaban tallados con adornos florales y tapizados en tela de seda y terciopelo. Christine preguntó a Asia:

—¿Qué te parece, querida? —todos tomaban asiento.

—Todo es muy bonito —respondió Asia.

—¿Por qué la hermana de mi caballero lleva esos harapos puestos? —Preguntó Christine a Hernán — el rey me contó que encontraste a tu familia hace muy poco tiempo.

—Así es —dijo Hernán.

—La verdad es que ustedes dos no se parecen en nada. ¿Y el pequeño también es vuestro hermano, o es su hijo? —preguntó Christine, mirando al niño con repulsión.

—Es mi hermano —respondió Asia.

—No tenemos mucho personal pero tampoco creo que sea necesario, con Meri nos bastamos —la mujer de unos cuarenta años la miró con seriedad. —Hay muchas partes de este palacio que tenemos clausuradas porque el servicio no da abasto.

—¿Pero no acaba de decir que solo está ella? —dijo George señalando a Meri

—Shh —lo silenció su hermana

—Creo que está loca —susurró George a su hermana en el oído

—¿Quieres algo pequeño? —George negó con la cabeza—Meri, cariño, ve y busca entre aquellos vestidos que yo no me pongo y ofrécelos a esta señorita —continuó con una sonrisa claramente de hipocresía

—Si, señora —respondió Meri.

—También prepara una tina. Puedes ir a cambiarte, yo me quedaré hablando de asuntos importantes con mi futuro marido.

—Con permiso —dijo Asia levantándose apresuradamente y fue junto a Meri luego de dejar a Georgie en su futura habitación.
Se cambió y lucía simplemente deslumbrante con su nuevo y elegante vestido color rojo vino con encajes rojos, Hernán no pudo evitar que sus ojos brillaran de asombro al verla. El contraste de colores del vestido resaltaba su belleza natural y realzaba aún más sus rasgos y su cuerpo de forma sutil, cuando Hernán se percató, Christine no pudo evitar sentir un nudo en el estómago, un sentimiento de celos y envidia se apoderó rápidamente de ella, aunque intentó disimularlo, su mirada delataba la inseguridad y el miedo a perder la atención de Hernán ante la presencia radiante de Asia, aun creyendo que eran hermanos.

—¡Qué increíble te ves! —exclamó Christine acercándose a Asia con una sonrisa forzada y un tono algo impostado. La envidia la hacía sentir incómoda, pero intentaba mantener una actitud amigable— este vestido te queda divino, ¿no es cierto, cariño? —indagó dirigiéndose a Hernán.
Hernán, sin apartar la mirada de Asia, respondió con sinceridad: —Sí, realmente estás preciosa. —Aquella respuesta no hizo más que agravar las cosas para Asia.

Todos sentados en la mesa, Hernán intentaba llamar la atención de Asia con su mirada, sin embargo, ella continuaba sin prestarle mucha atención, Kostas sentía una cierta decepción al ver que sus intentos no tenían el efecto deseado, en medio de la cena, la marquesa escudriñaba atentamente la interacción entre ellos dos, sintiendo un creciente sentimiento de celos que comenzaba a nublar su juicio, Georgie jugaba alrededor de la mesa con una espada de madera que Hernán le había regalado, el ruido y sus travesuras comenzaron a irritar a la marquesa, quien había estado tratando de tener una cena tranquila. Finalmente, su paciencia llegó al límite y decidió intervenir:

—¡Ya estate quieto, niño! —gritó Christine, levantándose de su silla con frustración.

—Christine, solo es un niño —protestó Hernán, molestándose por la reacción exagerada de su prometida. George, asustado por aquel tono tan fuerte corrió hacia donde estaba Hernán en busca de consuelo.

—Bien, Georgie, se me ha quitado el apetito. Comerás en la habitación —expresó Asia, levantándose irritada de la mesa. Sus emociones contenidas comenzaban a desbordarse, y decidió alejarse de la situación tensa en la cena..

A la mañana siguiente, Asia se preparó y se dirigió al trabajo, dejando a George al cuidado de Meri durante el día. Hernán, por su parte, fue a su puesto de trabajo. Ambos se encontraron a la salida, creándose una situación incómoda. Ella se despidió cortésmente de Kostas, intentando disimular ante la mirada observadora de Christine, quien notaba el comportamiento extraño de ambos.

—Adiós Hermano,— dijo Asia forzosamente

—Hasta luego Asia, —respondió él haciendo que a Asia se le apretara el corazón.

Gisel no había ido a trabajar ese día, lo que dejó a Asia con el doble de tareas en un día muy ocupado. Una de las tareas que le fue asignada era llevar una copa de vino a la alcoba del rey. Cuando llegó a la puerta, oyó la voz del mismo desde el interior de la habitación:

—Adelante —afirmó
Al entrar, Asia vio a Gisel desnuda jugueteando con el travesaño de la cama, parecía estar haciendo un espectáculo con la copa, el rey parecía estar complacido.




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