Brujería en el reino
La muerte repentina de la marquesa parecía no haber sucedido nunca. Nadie la buscaba, ni venía a visitarla.
Dos monjas difundían chismes de brujería, pero sus esfuerzos se desvanecían en el aire. Hernán decidió enterrarla discretamente en el maizal de la colina, aprovechando la soledad del lugar y la falta de parientes cercanos, Meri se sentía confundida, experimentando tanto alivio como tristeza, por un lado, se liberaba de las tensiones que la marquesa le causaba, pero por otro, lamentaba la pérdida.
—¿Hernán, que hiciste con Christine? —preguntó Asia
—Está enterrada en el maizal, no te preocupes, nadie sabrá nada de su paradero, respondió Hernán tratando de calmarla
—La he matado Hernán. —exclamó histérica
—No digas tonterías, fue sólo un accidente
—¿Ahora que haremos?, ¿que haré ahora?, soy una...
—Todo saldrá bien, ya verás —apuntó Hernán acercándose para abrazarla— Estoy aquí contigo, nada te va a pasar yo te protegeré siempre.
—Hernán, Georgie ha amanecido muy mal —añadió con voz resquebrajada— Estoy tan asustada, no quiero que ese día llegue.
Hernán la miró con seriedad y le respondió secando sus lagrimas
—Tienes que estar preparada. Sabíamos que esto podía pasar, pero tenemos que ser fuertes, Georgie necesita que estemos a su lado ahora más que nunca —remarcó mientras ella lloraba con más fuerza— No podemos permitir que el miedo nos paralice, Asia asintió con la cabeza, sabiendo que Hernán tenía razón. A pesar de su miedo y tristeza, sabía que tenía que estar preparada para lo que venía, la situación era densa y ambos sabían que no podían permitirse flaquear en ese momento...
La débil luz de una vela parpadeaba iluminando las delicadas facciones de la joven mientras se encontraba leyendo, hasta que el cansancio acarició sus párpados y pronto se quedó profundamente dormida, los ruidos en la puerta la despertaron, al abrirla se topó con Gisel sosteniendo una cesta como si fuese una campesina
—Hola —saludó con emoción
—¿Cómo has estado? —preguntó Asia.
—Bien, gracias —respondió Gisel tratando de animarla
—Aquí estamos, tratando de sobrellevar todo esto —comentó y una lágrima se deslizó por su mejilla— Es difícil, pero tenemos que ser fuertes por Georgie.
—Lo sé, pero no tienes que hacerlo sola —añadió Gisel acercándose para abrazarla—. Estamos aquí para ti, cuentas con nosotros. Te he extrañado muchísimo —añadió Gisel sentándose en el lujoso mueble
—Yo también —respondió.
—Te noto demasiado cansada
—Creo que me siento un poco abrumada aquí dentro.
—¿Bromeas?, este lugar es enorme, ahora eres como una princesa —sonrió
—Ayer se llevaron casi todos los muebles y las pertenencias de la marquesa, al parecer tenía una gran deuda, mañana es posible que se lleven el resto y finalmente vendrán a por la casa.
—En fin —dijo Gisel cambiando de tema con una dulce sonrisa— Le he traído algunas manzanas, —sé que a George le encantan —destacó entregando la cesta a Asia con una sonrisa amable en el rostro, sentía mucha gratitud por Gisel y su bello gesto.
—Sí, le encantan —respondió poniendo la cesta sobre la mesa y tomando una manzana— Le llevaré esta —indicó yendo hacia la habitación.
—Iré contigo —añadió Gisel.
Caminaron juntas hacia la habitación, donde Georgie dormía plácidamente, Asia despertó al niño con dulzura, llamándolo por su nombre en voz baja para no asustarlo, Gisel se acercó a ellos con una sonrisa en el rostro, pero su cambió repentinamente al notar que Georgie estaba frío.
— ¡Georgie! George! —comenzó a gritar Gisel, pero no respondía.
—Georgie, —llamo Asia con voz temblorosa y casi imperceptible mientras comenzaba a sacudir suavemente el pequeño cuerpecito— ¿Qué sucede? —preguntó con desesperación intentando no volverse loca.
—Georgie está muy frío —señaló Gisel, tratando de mantener la calma.
Hernán irrumpió y al percatarse de lo que sucedía se precipitó hacia ellas:
—¿Qué ocurre aquí? —inquirió alarmado
—Es Georgie —musitó Asia incapaz de bordar más palabras.
—¿Georgie? —repitió Hernán, sintiendo la magnitud del desastre, abrió sus brazos y atrajo a Asia contra su pecho, ofreciéndole un refugio de consuelo en su abrazo.
—¡Georgie! —clamaba la muchacha con desgarro alrededor del silencio pétreo de su hermano, se separó de Kostas.
Entre la confusión y la angustia, era el dolor lacerante de Asia el que resonaba con mayor fuerza.
En el funeral, Hernán, Gisel, Elenei y Asia se encontraban juntos, abrazándose en medio de su dolor, rodeados por la serena quietud de las tumbas de sus seres queridos, mientras se despedían de George, un manto de nubes grises colgaba en el cielo y el suelo estaba cubierto de hojas crujientes que marcaban el paso del otoño, a lo lejos el himno suave de los pájaros rompía el silencio recordando la fugacidad de la vida y la eternidad de los recuerdos.
Movida por amor, Asia había vendido la espada heredada de su padre para financiar un digno adiós a su hermano, canjeando el legado familiar por un ataúd y una corona de flores, aunque la pérdida material pesaba, sabía que el acto reverenciaba la memoria de George, daba nuevo significado a su herencia.
—¡Asia, Kostas, estáis bajo arresto por brujería! —anunció un guardia, sorprendiendo a Asia y aprisionándola con brusquedad.
—¡Socorro! ¡Ayudadme! —gritó Asia, forcejeando en vano contra el implacable agarre de los guardias.
Hernán intercedió furioso: —¡Soltadla! ¿Qué hacéis? —desenfundó su espada con un brillo de cólera ante la injusticia.
—Hernán Kostas, queda detenido por oponerse a la autoridad de la corona —replicó el jefe de la guardia, mientras otros cuatro hombres se disponían a cercar a Hernán. En la confusión, Hernán recibió una herida, entonces los guardias aprovecharon para someterlo con mayor severidad.
—¡Suelten a la chica ahora mismo! —gritó Elenei, acercándose con valentía para enfrentarse a los guardias.
Editado: 17.07.2024