Spina (puro romance medieval)

Capítulo 19

Una maldición enamorada

Hernán no podía apartar de su mente lo impactante que era ser el legítimo heredero al trono, la idea lo consumía, tanto que decidió guardar la joya en un lugar seguro, consciente de que debía meditar cuidadosamente.

Preocupado por las implicaciones de su descubrimiento, decidió enfrentar a la realeza, ingresó a la sala del trono, donde el rey y sus consejeros discutían asuntos de estado:

—Majestad, necesito unas palabras

—Continúe caballero —confirmó Jacobo

—Debo partir lejos del reino. Mi lealtad ha llegado a su fin—anunció con determinación, consciente del caos que sus palabras desencadenarían.

La reacción del príncipe sorprendió a Hernán:

—No, te ruego que no nos abandones, Jacobo se acercó con una caja sin cerradura colmada de cartas y documentos. Con un susurro apenas audible, le dijo:

—Estas cartas son escritos de nuestro padre, ábrelas después de la coronación y luego quémalas. Hermano.

Hernán sintió un alivio al escuchar a Jacobo llamarlo hermano, pero la preocupación seguía presente, por lo que su decisión de quedarse a lado de Jacobo estaba tomada.

Luego de un rato Asia había venido con la misma petición sin saber aún el cambio de planes de Hernán ya que ellos habían hablado sobre irse a vivir a algún lugar tranquilo y apartado, pero el príncipe se negó igualmente a la petición de Asia

—Pensé que ya no confiabas en mí

—Solo quédese a mi lado, por favor, tu y Hernán, no se vallan a ninguna parte, no me dejen solo —pidió el príncipe con los ojos empañados—. No estoy listo para esto, estoy muy asustado, ahora todo y todos dependen de mí, no creo que pueda hacerlo.

—No se preocupe, sé que puede. Eres más fuerte de lo que crees.

En ese momento, Emilie intervino para ofrecer su apoyo, con una voz dulce, le dijo al príncipe: —Yo ayudaré a que te sientas más tranquilo —le llevó una taza de té y miró a Asia con empatía:
—Deberías quedarte un tiempo más, el te necesita —imploró, Asia observó con curiosidad a la bella joven de cabello y ojos color azabache

El castillo bullía de emoción, los preparativos para la coronación cobraban vida, mientras tanto, en la quietud de sus pensamientos, Jacobo seguía batallando con sus propios demonios. Asia dedicaba su tiempo a visitar a su amiga Emilie, quien buscaba consejos amorosos y coqueteaba sutilmente con Jacobo sin éxito. Hernán, ausente por unos días, había prometido regresar a tiempo para la ceremonia de coronación.
Alfonse había sido capturado, el insistía en que era inocente y que los verdaderos culpables eran el caballero Kostas y la plebeya Asia, su lengua fue amputada por ordenes de Jacobo quien ya albergaba cierta hostilidad hacia el consejero de su padre, la orden de dejarlo morir en la celda fue más que suficiente para calmar aquellos sentimientos que reservaba el futuro rey.

Durante una de las visitas de Asia a Emilie, surgió un tema incómodo:

—Asia, ¿alguna vez hubo algo entre tú y Jacobo?—preguntó Emilie con complicidad.

Tomando un sorbo de té para ganar tiempo, Asia respondió: —No, por supuesto que no. ¿Por qué preguntas?
—Estoy embarazada—anunció con temor y emoción.

Los ojos de Asia se abrieron con sorpresa al escuchar la noticia: —¡En serio, estoy tan feliz por ti! —respondió, tomando las manos de Emilie entre las suyas.

Emilie entristecida confesó: —Tenemos una pequeña niña de un año, pero nunca podemos verla, ella está oculta en algún lugar seguro, creo que soy una madre terrible, no he podido cuidar bien de mi hija.

—No digas tonterías, estás cuidando de ella, además pronto podrán estar juntos, ya verás.

En ese momento, Jacobo entró a la sala: —La verdad es que sí, he estado muy ocupado y acabo de enterarme de la noticia por error.

Asia decidió intervenir: —Jacobo, ¡ya basta!. Estás siendo muy cruel, incluso contigo mismo, sé que la amas, lo veo en tus ojos, reconozco muy bien esa mirada, deja de ser tan terco y acepta tus sentimientos de una vez.
Jacobo luchó por encontrar las palabras adecuadas, pero ninguna salía de sus labios, optó por el silencio y se retiró, estaba confundido y temeroso, incapaz de mostrar sus verdaderos sentimientos.

Era el día anterior de la coronación y Hernán regresó al castillo como estaba previsto, Asia esperaba ansiosa la llegada de su amado mientras observaba con orgullo los frutos de lo que había cultivado en Jacobo. La pareja, por primera vez, irradiaba algo de amor aunque Jacobo seguía resistiéndose un poco a la idea, mientras tanto, Clara la nueva ama de llaves se esforzaba por mantener la compostura llevando a cabo los últimos preparativos para la ceremonia.

—He recibido tu nota —dijo Hernán con una sonrisa picaresca

—¿Que nota?, ¿no se de que hablas —respondió Asia

—Elenei no pudo contener su burla cuando me la entregó, tengo que añadir que soy el más valiente de los dos, te di la mía personalmente

—Léela luego, parece que no salieron las cosas como lo había planeado —respondió la chica

La curiosidad de Hernán lo invadió tanto que salió y no pudo resistir leer la nota y una y otra vez con emoción:

Querido caballero:

Atrapaste el corazón, pero no olvides que fui la ladrona que te lo robó primero, no se como interpretarlo, como un robo o un acto de justicia, te veré en la torre abandonada, esperaré por tí pase lo que pase
Siempre tuya

Asia

Hernán notó que la torre estaba excepcionalmente brillante, fue hacia la entrada, al llegar a lo más alto, quedó sorprendido al descubrir a Asia esperándolo rodeada de una hermosa decoración compuesta por flores y velas.

—¿Y bien?, te gusta? —preguntó ella

—Si, no está mal—respondió Hernán

—¿Y yo, te gusto?

—¿Crees que con todo esto conseguirás lo que quieras?

—A mi me parece que si —respondió Asia acercándose y dándole un beso apasionado

Bajo el manto de una hermosa noche y un exquisito aroma de las flores, el amor de una pareja predestinada por los cielos se manifestaba con divinidad, los besos delicados y las caricias eran exquisitas expresiones de su amor.




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