Sprites Luces Desconocidas

1 Palmen

Hace un mes.

La Gran Cordillera de Palmen, la gigante verdosa de apacibles arces y cautelosos riscos se alzaba sobre la noche. Más de un centenar de años habían transcurrido desde que sus tierras habían sido habitadas por los kañús, un pueblo pacífico y escondido entre las montañas, un pueblo erradicado cuando la Segunda Purificación llegó a este sitio al que creyeron habían olvidado.

Sigilosas y apremiantes dos figuras avanzaban sobre una colina, a los pies de una adormecida montaña. Vestían largas capas oscuras con capuchas que cubrían sus cabezas. Inspeccionaban el sitio donde unos días antes yacía una pequeña cabaña donde el último kañú pasaba sus días. La luz de la luna les brindaba un panorama teñido de azul claro.

El primer sujeto pisó un trozo de cristal que crujió al contacto, que hasta hace poco era parte de una ventana, uno de los tantos escombros esparcidos por el suelo.

            ―¿Qué sucedió aquí? ―preguntó―. ¿Dónde está Kabala?

El segundo se inclinó para observar de cerca un pedazo de madera que había llamado su atención,  tenía cierto olor conocido para él, el aroma de la sangre mezclado con azufre. Lo levantó con cuidado para descubrir debajo la extremidad derecha, ausente de dedos salvo por el pulgar en cuya piel canela aún se vislumbraba el símbolo kañú.

            ―¿Namjoon?

Y el sujeto de ojos añilados se irguió dejando caer el trozo de madera junto a los otros teñidos de manchas rojas y secas.

            ―Kabala está muerto ―dictaminó con voz seria.

            ―¿Estás seguro?

Si, lo estaba. Lo había intuido desde que recibió aquella carta donde Kabala le pedía reunirse con ellos con urgencia al sentirse acechado. Y lo supuso desde el momento en que llegaron y encontraron aquel sitio en ruinas y el olor a carne podrida recorriendo el ambiente.

            ―Sí, estoy seguro, Hoseok ―se limitó a responder.

―Es lamentable que hayamos llegado demasiado tarde, pero Kabala sabía que debía suceder de esta forma, por eso envió esa carta y no fue directamente en nuestra búsqueda.

Hoseok pareció sorprendido, su rostro se tornó más pálido de lo que ya era, pero no tuvo tiempo de hacer más preguntas, puesto que un tercer individuo apareció de repente a su costado como si la noche se desprendiera de él.

            ―¿Tú lo sabías? ¿Sabías que iba a morir, te lo dijo en la carta? ―cuestionó el sujeto de pelo albo ataviado de la misma forma que sus hermanos.

            ―Lo deduje, Yoongi. Nuestro amigo prefirió morir, antes que arriesgarnos guiando a quienes le hicieron esto hacia nosotros. Sabía que vendríamos en su búsqueda, pero no esperaba ser salvado, sino que descubriéramos contra quién nos enfrentamos.

Yoongi y Hoseok regresaron a verse por un breve momento.

            ―Ya lo saben. Nuestro antiguo enemigo ha resurgido de entre las cenizas, aquel que para desgracia de los ausentes nunca se fue como creían, y de quien les advertí que regresaría.

            ―¿Por eso me enviaste a revisar los alrededores?

El sujeto de más altura asintió.

            ―No había nadie ―argumentó Yoongi con un tono de voz frío―. Quienquiera que haya estado aquí primero que nosotros, desapareció.

            ―Han pasado días, su rastro se perdió ―dijo Hoseok mirando a ambos lados.

―Supongo que obtuvieron lo que querían y se marcharon.

            ―¿Crees que Kabala les dijo lo que sabía?

Namjoon estrujó la carta en su bolsillo, la que había recibido de Kabala y recordó el final donde un acertijo lo había dejado desconcertado, pero que ahora parecía cobrar cierto sentido.

Recuerda estas palabras que te he escrito y recítalas cuando me haya ido suplicando nunca encontrarme:

 

¿Eres tu linaje de algima?

Este es vuestro mundo,

Tierra erguida con magia y espada,

Un acaecido imperio que cedió ante la oscuridad.

¿Eres tu linaje real?

Sella mis palabras en tus olvidados recuerdos,

¿Eres tú flor de loto?

Siete capas se fraguaron ante ti,

La séptima evocó la luz.

Tu heredad corrompió vuestro destino,

Fue vuestra decisión vuestra primera tormenta,

Recuerda las mariposas de oriente.

 

―Kabala era valiente, estoy seguro que soportó por varios días la tortura, pero finalmente cedió ―su voz denotaba furia, sujeta al rencor que guardaba en sus recuerdos de lo que él también había sufrido―. De otra forma seguiría con vida. El secreto que guardaba fue su condena.

            ―Entonces ellos lo saben ―exclamó Hoseok con cautela―. Saben que sigue viva.

―Lo saben e irán a por ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.