Sprites Luces Desconocidas

10. Yuilsife

Anne subió por las escaleras preguntándose el motivo por el que el regente la había llamado, aunque podía imaginarse algunas razones. Se encontró con Araki, que se pasó de largo sin decirle nada.  

Entró a la habitación, cuya puerta le había parecido inexistente. El lugar era parecido a donde había hecho su prueba de algima, el regente al parecer había salido. Un gran lienzo de tela colgaba sobre la pared, donde tres siluetas habían sido bordadas, semejantes a bailarinas de ballet cuyos tutús eran pétalos de rosas. De un momento a otro, aquel cuadro tomó vida, las bailarinas sumidas al compás de su propia música hacían pirouettes y danzaban en completa concordancia. Varios jarrones de cerámica colmados hasta el tope con rosas de colores eran los culpables del aroma refrescante que se apreciaba desde fuera, junto a ellos había una escalera recargada sobre un gran espejo, que a primera vista parecía de lo más común.

Algo pareció brillar desde el escritorio llamando su atención, un objeto sobresalía de las páginas de un libro. Dudó, pero tenía que verlo, le pareció que era un collar antiguo hecho de plata, el colgante tenía la forma de loto y manchado de tinta roja. Estaba tan concentrada que no se dio cuenta de que alguien la observaba.

            ―¡No es correcto hurgar pertenencias ajenas! ―le gritó una voz severa desde la puerta, tomándola por sorpresa.

            ―Lo siento ―respondió avergonzada y de inmediato regresó el objeto a su lugar.

           ―¿Sabe que su comportamiento amerita un castigo? ―advirtió aquel hombre dedicándole una mirada acusadora―. Quizás un tiempo en las mazmorras o ayudar a limpiar las caballerizas.

Anne no sabía que responder, balbuceó y cuando estaba por disculparse por segunda vez, aquel rostro pecoso se echó a reír a carcajadas.

            ―¡Qué se lo ha creído! ―exclamó en medio de su desenfreno―. ¡Debió ver su rostro, primero rojo como un tomate y luego blanco como una cebolla!

            ―¿Pero a qué se debe tanto escándalo? ―cuestionó una voz a lo lejos, apreciable conforme se aproximaba―. ¿Acaso eres tu Kin? Espero que no te estés burlando de nuestra recién llegada ―exclamó el regente asomándose por el espejo y tratando de acomodar su pie en el peldaño de la escalera.

            ―¡Claro que no Arion, sería incapaz de eso! ―respondió guiñándole un ojo―. Le he contado el chiste del cebollín en el malecón, pero me ha ganado más la risa a mí que a ella.

            ―Ese chiste siempre me hace reír ―respondió Sir Arion que con cuidado descendía por la escalera―. Sobre todo la parte de los elugianos.

Ambos hombres se echaron a reír, mientras que Anne optó por mantener una sonrisa nerviosa.

            ―¡Arion, no puedo creer que sigas guardando tus libros en ese viejo espejo! Deberías tener un par de libreros aquí mismo que hay bastante espacio. Te ahorrarías el esfuerzo de subir y bajar cada que necesitas consultar uno, mira que a tu edad…

            ―¡Pamplinas, Kin! ―exclamó indignado―. ¡Si estoy hecho de la mejor madera, soy un roble que aún reverdece!

Y nuevamente aquel par de magos rieron, hasta que la otra presencia los alertó para enfocarse en lo importante, lo que le trajo seriedad a sus rostros.

            ―Querida niña, te he mandado llamar porque ha habido un cambio, debido a ciertas discrepancias. ―Compartió la mirada con el hombre pelirrojo―. Kin será tu mentor en Vigilancia y Adaptación, además de Estudios literatos y de composición. Es primordial que atiendas de ambas. ―Se sentó en su escritorio y puso la mano en el libro que guardaba el collar―. Mi buen amigo está al tanto de las condiciones inusuales en las que llegaste a Klenova y concuerda conmigo en que tus clases deben ser especiales.

            ―Pero, Sir Arion, yo de verdad no creo que tenga ningún don, en realidad sigo sin entender nada de esto.

            ―No tenga miedo, señorita Gagnon, todo lo que es distinto causa desconfianza, pero este es el mundo de sus padres y de su hermana, eso debería significar algo.

Sus palabras redarguyeron los pensamientos de Anne, otorgándole una momentánea sensación de paz. Se despidió de ambos y salió de la habitación, y aunque aún tenía dudas, prefirió no preguntar en ese momento, aliviada de no tener que lidiar con Araki.

Durante el almuerzo, Cassidy le comentó que Kin, cuyo apellido nadie conocía, porque todos los que le preguntaban recibían la misma respuesta en tono de broma “Nadie es merecedor de pronunciar mi apellido, morirían si lo hicieran, que sea suficiente con conocer mi nombre”, era un apasionado de la lectura y no congeniaba con Araki, a quien parecía que siempre molestaba con su presencia.

 

 

Por la tarde, Gastón los había llevado a las afueras del castillo, dividiéndolos en equipos e indicándoles que debían internarse en el bosque. Con la entrada del otoño, la yuilsife se había despertado, por lo que tendrían la oportunidad de acercarse a ese exótico animal y conseguir una de sus valiosas plumas, con lo cual serían capaces de descubrir su futuro.




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