―¿Qué es la tierra? Un elemento de cuna que alimenta a los ciervos del bosque, inerte parece al ojo dormido, amamanta lo suyo y lo ve crecer, gimiente abre los brazos cuando vuelve a sus entrañas. ¿Puede un inerte sentir? ¿Puede un valle corromperse? ¿Puede el polvo carcomerse? ―recitó Kin, tomando un puño de tierra de uno de los frascos del estante.
Se sentó en medio de la sala cruzando las piernas y esparció la tierra frente a él. Cerró los ojos y se quedó en silencio por varios minutos. Anne, siguiendo sus instrucciones, mantuvo la misma postura.
De pronto, meneó su mano y aquel manojo de tierra siguió su movimiento, formando un círculo en torno a él, para después regresar a su estado inicial. En seguida le indicó a su aprendiz que lo intentara.
«¿Solo debo cerrar los ojos y mover la mano? ¿Será tan fácil como parece?» pensó y así lo hizo.
Abrió los ojos para comprobarlo, pero nada había pasado. Lo intentó un par de veces más y no sucedió nada. Anhelaba lograrlo, así que lo intentó otra vez, pero su mente no dejaba de pensar en lo ocurrido los días anteriores, en su llegada al instituto, en su hermana, en la yuilsife... en si sus desconcertantes sueños tenían algo de verdad.
―No puedo hacerlo, no sé cómo ―dijo decepcionada al ver que la tierra no se había movido ni un poco.
―No es el cómo, sino el por qué… ¿Por qué cree que no puede?
―No lo sé. ―Agachó la cabeza―. Es solo que esto me sigue pareciendo… imposible ―masculló.
―¿Cree que no es posible porque no es real o no es posible porque usted no puede?
―Solo me pregunto si… de verdad pertenezco a este lugar.
El mentor hizo un movimiento con su mano y las cortinas del salón descendieron a la par que los candeleros sobre la mesa se prendieron. Le indicó que pusiera las manos sobre el suelo y que volviera a cerrar los ojos. Anne estaba reacia, pero ante su insistencia, quiso intentarlo por última vez.
Respiró hondo, mientras sumergía los dedos entre los gránulos hasta que se adhirieron a sus palmas.
―El primer paso es liberarse ―dijo el mentor observándola fijamente―. ¿Puede sentirla? No es solo tierra.
La mente de Anne seguía bombardeándola con recuerdos, creyó que si imaginaba un sitio en blanco podría concentrarse. Sin embargo, su subconsciente la situó en un cuarto vacío, cuyas paredes ennegrecidas desprendían un olor fétido que la hizo arrugar la nariz, entonces algo dentro de ella le ordenó que se acercara a la pared, era como un impulso voraz que golpeaba su pecho. Intentó avanzar, pero una fuerza mayor, inexplicable, la detuvo.
Kin se percató de que el cuerpo de su aprendiz se tensaba y de cómo pequeños puntos negros habían comenzado a matizar sus nudillos.
―¿Señorita Gagnon? ―exclamó preocupado y al no recibir respuesta tocó sus manos, las cuales estaban heladas―. ¡Annelise!
Anne apreció la voz de su mentor, emergiendo bajo sus pies. Una sensación de calidez corrió por sus manos hasta llegar a sus venas, emparejándose con su pulso, pronto recorrió sus brazos hasta llegar a su pecho.
―Abra los ojos.
Estaba mareada y su visión borrosa. Cuando logró aclarar su vista, se sorprendió, al descubrir que un poco de tierra había avanzado a su alrededor.
―¿Yo lo hice?
―Es un comienzo ―dijo su mentor poniéndose de pie―. Ahora debemos hacer algo más importante.
―¿Qué cosa? ―preguntó con una pizca de entusiasmo.
―¡Cenar, señorita Gagnon, nada mejor para recobrar fuerzas!
Y en un abrir y cerrar de ojos la tierra volvió al frasco y el salón a su apariencia inicial.
―Ah… Creí que seguiríamos con la clase, algo pasó, puedo sentirlo.
―Tenemos muchas clases por delante, no desespere ―respondió dispuesto a marcharse―. Además, puede practicar en el bosque o en el jardín, ahí encontrará el mismo elemento que trabajamos hoy.
Anne se reincorporó y antes de que su mentor cruzará la puerta le dijo:
―Pero usted mencionó que no era solo tierra, ¿Entonces qué es?
―Algima ―respondió volviéndose―. Está presente en todos los elementos que conocemos. Ahora mismo en el aire que respira, en el agua que bebe, en el suelo que pisa, en la sangre que corre por sus venas, y eso... ―explicó haciendo una reverencia―. Es materia de instrucción en Klenova, el control de algima, lo que llamamos magia. Además, señorita Gagnon. ―Esbozó una sonrisa―. Me parece que ya sabe si pertenece o no a este lugar.
«¿Lo hice? ¿Hice magia? No entiendo cómo, pero lo hice» pensaba Anne con cierto aire de triunfo, cuando el murmullo proveniente de uno de los jardines la distrajo. Se acercó para descubrir cuál era la causa.
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Editado: 10.10.2023