Sr. Le Roux

5. ★

NATHALIE

Mi tarde había sido fatal, la pierna me dolía horrores luego de la caída en la oficina de mi jefe, y en el hospital las cosas no fueron de la mejor manera.

Mi abuela no me recordaba el día de hoy, debido al tumor, tenía pérdidas de memoria y había días que no me reconocía, e incluso olvidaba quien era ella misma, aquello me rompía el corazón, aun así, durante el año que ella llevaba en este lugar no me había permitido llorar, necesitaba ser fuerte, especialmente por ella.

Hable con Jayden el doctor que llevaba el caso de mi abuela y no me dio un pronóstico favorable, aparte de los casi dos mil dólares que debía, se sumaba la mensualidad del otro mes que eran cuatro mil quinientos, no siendo suficiente, debían realizarle una cirugía para eliminar una masa más pequeña que se estaba formando en su cerebro, ya que no podían hacerlo con el tumor principal al estar en una zona de alto riesgo.

La cirugía costaba alrededor de unos ocho mil dólares, así que la totalidad de la deuda eran casi quince mil pesos y yo ganaba por mes cinco mil, no sabía que más hacer, ya no tenía como reducir más gastos y no podía llegar a recursos humanos a pedir un aumento, ya había pedido que se diera en mano el dinero del seguro médico, aparte de los aportes de jubilación, no tenia que mas hacer.

Mientras pensaba en todo ello iba caminando hacia el departamento de mi jefe, quedaba relativamente cerca al hospital, unas quince cuadras más o menos, aprovechaba esta caminata para despejar mi mente.

Llegando al edificio mi zapato de tacón de trabó con una alcantarilla y caí fuertemente al suelo, al mirar abajo vi que mi zapato de tacón se había roto – genial - resople, era el único par que tenía, mis rodillas y mis manos estaban con algunos raspones, algunos de ellos sangraban, especialmente los de mis rodillas. Me quité mis zapatos y seguí caminando descalza, estaba a sólo dos edificios de donde vivía mi jefe.

 

Cuando abrió la puerta y me vio allí, su cara paso de asombro a enojó en un parpadeo.

— ¿Qué demonios le paso? — me pregunto mientras me hacía paso para entrar.

Me quedé detallándolo, se demasiado sexy con ropa informal, cuando me vio mirándolo sólo levantó una ceja hacia mi interrogativamente.

— Tropecé — dije cabizbaja, era uno de esos momentos donde solo quería sentarme a llorar.

— Su existencia es un peligro para la sociedad — me dijo cerrando de golpe la puerta, a veces era un idiota, que decía a veces, siempre era un idiota.

— Deje su abrigo en el perchero, buscaré un botiquín para que se cure esas heridas — dijo mientras se retiraba hacia el interior de su hogar.

Camine lentamente hacia el interior hasta que llegue a una sala hermosa, unos enormes sillones negros alrededor de una chimenea, una de las paredes de fondo era de cristal, se veía desde allí casi todo Nueva York, seguí detallando el lugar, aunque hermoso no tenía ningún detalle personal, nada que indicará que alguien vivía allí, quise seguir mirando el hermoso lugar hasta que unos pasos me sacaron de mi curioseo.

— Tome cúrese, y luego venga hacia la cocina, cenaremos y hablaremos de la propuesta que le tengo — dijo mientras me entregaba un estuche con lo necesario para hacerme curación

— No es necesaria la cena, sólo podemos hablar — dije en voz baja arrepintiéndome un poco, pues el día de hoy apenas había comido un café con una dona de la cafetería, con todo el trabajo que tenía pendiente no alcance a comer nada más.

— No es opcional, vamos a cenar y luego hablaremos, por lo que veo tiene problemas alimenticios, ¿alguna enfermedad de la que deba saber? — me pregunto con desdén.

— No, sólo que hace poco tome un aperitivo y no tengo mucha hambre — mentí.

Terminé de curarme y me acerqué aún descalza a la barra de la cocina, me senté en un banco alto y él trajo la cena, una caja de pizza. No recordaba la última vez que me permití comprar una pizza, talvez un año, quizá un poco menos y sentir el aroma hacía que mi boca se aguara.

Puso una porción en mi plato y él comió directamente de la caja mientras tomaba vino, me sirvió una copa y comimos en total silencio, agradecí mentalmente cuando puso otra porción en mi plato

— Comala, y no quiero que me dé más peros, va a comer y luego vamos a hablar — me dijo con firmeza.

Al terminar de cenar nos sentamos en los sofás y ahí empezó todo.

— Nathalie, ¿puedo llamarle por su nombre? — me pregunto, simplemente asentí con cabeza mientras le dedicaba una mirada de total extrañes, nunca me había llamado por mi nombre, lo vi suspirar y tomar aire nuevamente.

— Nathalie, quiero dejarle en claro que lo que hablemos aquí es totalmente confidencial, si algo sale de aquí me encargaré que se quede sin trabajo y que no la vuelvan a contratar en ningún lugar — me dijo con una mirada tan fría como el hielo.

— Entiendo Señor, no se preocupé, nada de lo que me diga aquí saldrá de mi boca — dije con total seguridad.

— Bueno Nathalie ¿sabes que el señor Nicholas Monse se va a retirar y el puesto de vicepresidente va a quedar libre? — me dijo, se me quedó mirando antes de continuar, yo solo le asentí con la cabeza,




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