Sr. Le Roux

8.★

 

ALEXANDER

La noche había caído, me encontraba sentado en la sala de mi departamento esperando que llegará Nathalie, tenía todo organizado para que ella se mudara a partir del domingo después de la reunión de empleados, si todo salía bien era un paso más para cumplir mi venganza.

Unos toques a la puerta me sacaron de mis pensamientos, a paso rápido abrí encontrándome una Nathalie con su ropa empapada, mire de nuevo hacia las ventanas y vi que estaba lloviendo, ¿Tan perdido estaba en mis pensamientos que no lo note?

— Pasa — me moví hacia un lado dándole entrada, — hay un baño en el gimnasio, ve secándote mientras busco algo que puedas usar— le dije mientras corría escaleras arriba para buscar algo en mi habitación.

— Te dejo un cambio de ropa acá — le grite desde fuera del baño, ella grito asintiendo, — te espero en la sala —

Unos minutos después la vi salir, la camiseta que le había pasado casi le quedaba de vestido y no dejaba ver el short que traía abajo, venía ruborizada. Me quedé mirando sus largas piernas y noté una cicatriz en uno de sus muslos. No le di mucha importancia a eso.

— Siéntate, ya debe estar por llegar la cena, vamos hablando mientras — le dije, — ¿Traes lo que te pedí? —  ella saco un sobre un poco húmedo de su cartera.

— Lo lamento, intente que no se mojara — me dijo apenada

— No, no, no hay problema, sólo necesito que sea legible — le dije tomando el sobre.

— Tenemos que inventar una historia, algo creíble, ¿tienes algo pensado? — ella negó con la cabeza, me quedé mirándola, ya había pensado algo, pero quería que ella aportará algo más

— Recuerdas el día que nos quedamos hasta tarde con el proyecto de Filadelfia — la vi asentir (como olvidarlo) susurro con sarcasmo. — Bueno que te parece decir que ese día surgió algo y entre algunas salidas y conversaciones surgió el amor, supongo que no tenía ninguna relación en ese entonces — le dije convencido ignorando su anterior comentario.

— Sin ofender señor, pero todos en la oficina han presenciado su agradable trato hacia mi hace mes y medio — me dijo

Me acordé de aquel día, iba saliendo de la sala de reuniones y justo me choque contra ella haciendo que cayera al piso y se tirará un café encima de ella y de los contratos que teníamos que firmar, en ese momento me cegó la ira y terminé gritándole fuertemente, podría asegurar que ese día tuvo algunas quemaduras por el café, pero en ese momento no me importo, sólo seguí mi camino dejándola en el piso. Hice una mueca al recordarlo.

— Lo lamento por ese día — dije con sinceridad.

— No importa, pero gracias a eso y a muchas otras cosas dudo que alguien crea que tengamos una relación — me dijo

— Nada perdemos con intentar — me encogí de hombros restándole importancia.

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La cena había llegado y seguimos nuestra conversación en la barra de la cocina. Terminando de cenar seguimos sentados allí, le deslice un sobre sobre la barra.

—Tómalo, es el pago del primer mes, también va una tarjeta a tu nombre, para que utilices como quieras — le dije mientras tomaba un sorbo de vino. La vi dudar hasta que tomo el sobre, pero saco la tarjeta y la deslizó de nuevo hasta mí.

— Eso no es necesario, no la necesito — ¿enserio? Todas las chicas que conocía al enterarse de mi fortuna querían joyas, ropas, algunas de ellas me mostraban cosas que veían en Internet, por eso decidí que fueran ligues de una noche, aun así, siempre querían más. Y ella me rechazaba una tarjeta.

— Quédate con ella — volví a deslizarla hacia ella, — puedes usarla para las cosas que falten acá en casa, ahora está será tu casa —. La tomó dudosa y la guardo.

Seguimos charlando de algunos gustos en común hasta que decidí darle el anillo, al igual que con la tarjeta, deslicé la cajita por la barra hasta ella.

— Tu anillo de compromiso, tienes que usarlo todo el tiempo y cuidarlo bien; se lo torpe que eres así que está asegurado — ella me fulminó con la mirada de la misma manera devolvió la caja hacia mí, esta vez fui yo quien le fulminó con la mirada.

— No era necesario, podía usar alguno que ya tuviera en casa — rodé los ojos.

— Mi prometida va a llevar el anillo que yo personalmente escogí — le dije regresándoselo.

Nuevamente lo deslizó hacia mi — ¿Puedes ponerlo por favor? Tal vez sea la única vez que me casé y así sea falso, quiero que al menos la experiencia se sienta real — me dijo con una media sonrisa triste.

Tome el anillo con cuidado y lo deslice por su dedo, sus manos delgadas me hicieron cuestionarme sus hábitos alimenticios, definitivamente haría que comiera más. Me quedé mirando el anillo en sus dedos y la realidad golpeó mi rostro con fuerza.

Me iba a casar, ella iba a ser mi esposa, mi mujer, la señora Le Roux, Nathalie Le Roux, tenía que admitir que el apellido le quedaba perfecto.

Carraspee al darme cuenta de a donde iban mis pensamientos.

— Nathalie, mañana tomate el día — ella me miro con ojos grandes.

— No puedo señor, yo —




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