Sr. Le Roux

13. ★

NATHALIE.

Por fin era viernes, salí prácticamente corriendo del edificio, agradeciendo porque en el primer piso había una nueva recepcionista, aun me dolía un poco el brazo por la caída de ayer, estúpidas mujeres que se ofenden porque un hombre no les presta atención y se rebajan a maltratar a otras.

Deje de pensar en eso y tome el transporte hasta el hospital, Jayden me había informado que la fecha de la cirugía de la abuela podría cambiar, así que íbamos a fijar una fecha exacta para ella, así yo también sabía que días podía tomarme.

Todas las tardes salía unos minutos antes del trabajo y corría hasta el hogar para poder estar un tiempo con mi abuela, últimamente estaba un poco más lucida, sonreía, me leía un poco de su libro favorito, peinaba mi cabello y a veces jugábamos un poco a las cartas, tal y como siempre hacíamos cuando vivíamos juntas.

Amaba poder tener momentos así con ella, luego de que empezó a perder la memoria, estos momentos eran demasiado escasos, aprovechaba cada uno de ellos para sentirla de nuevo como antes, amaba a esta mujer, que lucho con unas y dientes para darme un mejor futuro, ella, que se convirtió en mi madre cuando perdí la mía.

— Todo lo que hago ahora lo hago por ti abue – dije antes de besar su frente y acomodar la cobija sobre ella, se había quedado dormida mientras le leía mi libro favorito, siempre hacíamos lo mismo, leía un poco ella luego lo hacía yo.

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El domingo había llegado, por petición de Lexie, quien argumentaba que era lo mejor, habíamos decidido ir combinando ropa, Alexander se veía guapísimo con la camisa roja que llevaba, marcaba cada músculo de su espalda y brazos, ni que decir su abdomen, cada vez que lo veía salir sin camisa del gimnasio sentía que me corría la baba, pero no debía sentir nada por él, sólo eran tres meses posiblemente seis y después cada quien seguiría por su lado.

Toda la integración de la empresa estuvo genial, me arrepentí de no venir el año pasado, pero lo de mi abuela era muy reciente y prefería estar con ella.

Nos habíamos encontrado con Lexie y fuimos hacia una zona alejada del ruido donde había unas canchas de tenis, ella quería que le ayudará a organizar una sorpresa para su aniversario con Edward.

Mientras caminábamos escuche un maullido, era algo débil, pero lo seguí hasta encontrarlo. Lo que encontré me rompió el corazón, el gatito lloraba al lado de su mamá, había muerto y se veía muy lastimada, seguramente peleo con otros gatos o algún perro para defender a su cría, de mi bolso saque un pañuelo y limpie un poco al gatito y lo lleve conmigo. Tenía que hablar con Alexander, no sabía si me iba a permitir tenerlo, pero verlo ahí sólo, solo me recordó mi infancia, el día del accidente de mis padres y lo vivido después.

Salí corriendo hacia Alexander gritando su nombre, el parecía preocupado al verme, pero luego su preocupación cambio a enojo cuando le dije lo que quería hacer.

En medio de su enojó cambio de decisión, creo que por el entorno en el que estábamos, estaba segura que en casa se enojaría más pero no importaba, no iba a dejar el gatito sólo.

El Sr. Mathews nos presentó a su mujer e hija, eran personas muy agradables, intercambié teléfono con Elizabeth quien me pidió que la llamará Lizzy y también conocí a la sobrina de la señora Rachel. Tenía un algo que me hacía dudar de ella, no parecía buena persona y la actitud de Alexander al verla me lo confirmo.

Mientras Alexander conducía hacia la veterinaria yo iba jugando con Crêpe, todo lo que le hablaba a Alexander me lo contestaba con monosílabos, aparte iba muy pensativo.

— Alexander — lo llame mientras miraba las patitas de Crêpe.

— mmmm —

— Gracias por dejarme conservarlo, significa mucho para mi — le dije agradecida, lo llevaría a conocer a la abuela.

— aja — era todo lo que recibía de él mientras hablábamos

— Alexander, ¿conoces a esa chica llamada Layla?, me pareció que no te caía bien — cuando pregunté eso frenó tan de golpe que si no fuera por el cinturón habría chocado mi cabeza con el parabrisas. Mis piernas no tuvieron tanta suerte y las choque con la guantera.

— ¡oye!, ¿qué te pasa? Nos pudiste matar —

— No es algo de tu incumbencia, no preguntes estupideces, y no te metas en los asuntos de los demás — me dijo con un tono de voz frío.

El resto del camino fuimos en silencio, en la veterinaria revisaron el gatito, Alexander pago para que le dieran un baño, le pusieran vacunas y le hicieran un chapita con su nombre y nuestros números telefónicos en caso de que se perdiera. Además de eso compro una bolsa de comida, una camita y un montón de juguetes para él, iba a ser un gato muy feliz.

Al llegar a casa pregunté a Alexander que quería cenar, pero él simplemente me ignoro, fue a su habitación por una chaqueta de cuero y salió de casa dando un portazo. No supe a qué hora llego nuevamente a casa.

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Era lunes y si pensaba que Alexander no podía estar más enojado, estaba equivocada, ni bien llegamos a la empresa nos reunieron a todos en la sala común, siempre pasaba eso cuando llegaba un empleado nuevo.




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