Sr. Le Roux

20. ★

 

NATHALIE.

Hoy era la boda, Lexie había llegado temprano y se había encerrado conmigo en mi habitación, la pequeña recepción se llevaría a cabo a las dos de la tarde, un juez amigo de Alexander nos casaría, firmaríamos un acta y en el transcurso de la semana firmaríamos todos los demas papeles reglamentarios, Alexander decía que esto era simplemente la fachada de pareja feliz e inició de vida feliz.

Había escogido un vestido no tan corto de falda ancha y hombros descubiertos con media manga de encaje y unas sandalias de tacón bajo, era hermoso y sencillo, Lexie se encargó de hacerme un lindo peinado y un maquillaje suave.

— Quedaste divina — Lexie terminaba de apuntarme un pequeño collar que Alexander había enviado.

— Ya sabes, debes aprovechar cada momento, en especial el día de hoy —, me sonroje un poco. Si bien hace mucho que no era virgen, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuve algo con alguien. No creía que a Alexander Le agradara alguien con tan poca experiencia en ese campo, me sentía un poco cohibida con mi cuerpo.

— No creo que sea buena idea, sabes que solo es un contrato — Lexie sólo me miro y sonrió.

— No te preocupes, que esto sea un contrato no significa que no puedan disfrutar, el matrimonio en si es real, anímate chica y disfruta tu corta vida de casada sin arrepentimientos — en eso escuchamos unos toques en la puerta.

Lexie abrió y vi entrar como un tornado a Lizzy. ¿Qué hacía acá?

— ¿Lizzy que haces aquí? —

— Me ofende tu pregunta, es obvio, yo también seré tu dama de honor — chillo las últimas palabras, era una chica muy extrovertida.

— Además, también quería que Lexie arreglará mi cabello — miro a Lexie quien se veía divertida.

— ¿Puedes, por favor, puedes? — le hacía pucheritos graciosos haciéndome reír

— Bien, siéntate en ese lugar, encenderé el rizador — Lizzy dio un grito y segundos después teníamos a un Alexander golpeando la puerta.

—Nathalie, ¿están bien?, escuchamos gritos— se escuchaba preocupado, pero antes que pudiera decir algo Lizzy grito.

— No tienes de que preocuparte Alexander, tu amorcito está bien, tu deberías irte a recibir los invitados — dijo con suficiencia

— ¿Que invitados? — su voz se escuchaba exasperada.

— No es obvio, ayer envíe un correo a todos los de la empresa y la mayoría confirmaron — ¿qué? ¿Estaba loca? queríamos que fuera lo más íntimo posible, sólo necesitábamos que el jefe estuviera allí.

— Oh ya veo — dijo Alexander del otro lado, parecía meditarlo un poco

— Entonces las veré allá, cuiden a mi prometida —

Terminamos de alistarnos y salimos rumbo al hogar. Al llegar allí no podía creer lo que mis ojos veían, lo que había allí no se parecía nada a lo que habíamos armado el día anterior, había una tarima baja en el centro rodeada de varias mesas con manteles blancos y verdes (había escogido el color verde por los ojos de Alexander), una carpa cubría todo y tenía igualmente adornos y flores de los mismos colores, en una esquina divide un equipo de música muy moderno y algunos parlantes, y en la otra dirección había varias hileras de sillas dejando un pasillo al centro y al final de este, estaba una mesa donde esperaba el juez.

Todo se veía hermoso, un nudo se formó en mi garganta.

— ¿Te gustó? — hablo Lizzy a mi costado.

— Esto es hermoso — le susurre admirando un poco más el lugar.

— Las decoraciones que hicimos ayer me parecieron un poco simples, así que llamé a unos amigos y preparé esto, incluí un bufete que además se encargaran de preparar comida especial para los huéspedes del hogar el día de hoy —

Me quedé sin palabras y lágrimas asomaron por mis ojos. Esto era lo más hermoso que había vivido y era una vil mentira, me sentía horrible, todas estas personas buenas enredadas en esta gran red de mentiras.

Sentí unos brazos rodearme y por el aroma supe que era Alexander, me di vuelta y lo abracé por la cintura mientras escondía mi cabeza en su pecho.

— ¿Que sucede amor? — lo miré y volví a abrazarlo rodeándolo esta vez por el cuello para poder susurrar a su oído.

— Vamos a otro lugar un momento —

Lo sentí agacharse un poco y después de eso me elevé en el aire, me había tomado de los muslos y empezó a caminar en dirección contraria a donde estábamos.

— ¿Que sucede? — volvió a preguntar más nervioso, mientras me dejaba delicadamente en el suelo

— Me siento mal Alexander, toda esta gente está aquí de buen corazón y nosotros simplemente los estamos engañando vilmente — lloriquee, — son personas buenas, no merecen el engaño —.

— Amor, no todas son personas buenas, y créeme que esto que estamos haciendo esta más que bien, cuando me sienta preparado te contaré todo, el por qué lo estamos haciendo, sólo no te eches para atrás ahora — lo vi suspirar y abrazarme de nuevo

— Vas a ver que todo vale la pena, además debes pensar en lo bien que se encuentra tu abuela, ambos ganamos — Era verdad, debía pensar en ella, necesitaba el dinero que Alexander me pagaba para mantenerla aún mejor de lo que estaba.




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