Sr. Le Roux

21. ★

 

ALEXANDER

Había pasado una de las mejores noches hasta el momento, estar con Nathalie era la gloria, desperté primero y la desperté para repetir, aunque habíamos pasado prácticamente la noche entera en lo mismo, no podía estar del todo satisfecho.

De ese día había pasado más o menos una semana, decidí que iba a contarle a Nathalie la razón por la que quería el puesto, ella se merecía saber la verdad, había demostrado ser digna de confianza.

Mi migraña había vuelto el día de hoy, hacía meses que no me pasaba, aparte el día estaba horrible y no tenía a Nathalie cerca, las pocas veces que me había pasado ella había estado conmigo, y aunque en esos momentos aun me odiaba, me atendía muy bien, solo ella sabia que hacer para detener mi molestia y evitar que se convirtiera en una crisis.

Desafortunadamente para mí, ella había salido temprano el día de hoy, le harían una revisión a Rose para definir si podrían hacerle la cirugía de la cabeza, era un aneurisma o algo así tenía entendido, pensaban que era un tumor secundario, no recuerdo bien, el caso es que hoy harían el bendito examen y yo me había quedado solo.

El clima estaba asqueroso, parecía que se caería el cielo en cualquier momento, el viento soplaba fuertemente y había pronóstico de tormenta eléctrica, eso sumado a mi migraña me tenía de mal humor.

Tire todo y decidí ir al departamento, ya no soportaba nada, al llegar a casa escuche dos voces distintas, una de ellas era Elizabeth.

Hacía unos días había escuchado rumores de la falsedad de mi relación con Nathalie, estaba seguro que Michael tenía a su hija como informante así que tenía que comportarme adecuadamente y hacerle ver que éramos una pareja real.

— Nani Amor, ya vine, ven a saludar al hombre que te ama — grité desde la entrada, aunque la cabeza me punzaba horrores., unos segundos después Nathalie apareció frente a mí y saltó a mis brazos.

— Traté de evitarlo, pero no pude decirle que no, se quiere quedar a dormir — me dijo en un susurro mientras me abrazaba.

— Mucho amor — escuche a Elizabeth refunfuñar cerca.

— Lo siento, no veía a mi esposa desde medio día — me mostré meloso sin soltar a Nathalie de mi abrazo.

— Alexander, le comenté a Nath y me dijo que no había problema, aun así, te preguntaré a ti — Elizabeth se veía algo cohibida,

— ¿puedo quedarme a dormir?, serán como mucho dos días nada mas, mi papá viajo de última hora con mamá y no quiero quedarme sola en casa menos con esta tormenta — sonreí abiertamente. Esto era perfecto.

— Puedes quedarte los días que quieras — dije y la cabeza me punzó, me puse una mano en la sien.

— ¿De nuevo el dolor de cabeza? — Me pregunto Nathalie, asentí con la cabeza, — ve a ducharte te llevaré un medicamento y duermes un poco, para que te pase —

— Por eso me enamoré de ti — solté sin pensar y la vi ponerse completamente roja.

Subí a mi habitación y al entrar un panorama completamente diferente al que dejé en la mañana me recibió, por todo el lugar había cosas de Nathalie, como si durmiéramos en la misma habitación. Pese a lo que había pasado en la noche de bodas ella no quiso mudarse a mi cuarto, algunos días voy a buscarla al suyo, no quiero presionarla.

— ¿alcanzaste a ordenar todo a tiempo? — pregunté, su ropa seguía en mi vestidor, aún no pintaba su cuarto, pero si estaba vacío, así que aparentaba ser el típico cuarto de huéspedes.

— Creí que no alcanzaría, pero por suerte ella quedó atrapada en el tráfico — suspiro y se dirigió a mi mesa para dejar un vaso de agua y un medicamento, adicionalmente un gel frío.

— toma el medicamento y ponte el gel en la nuca, te ayudara — y con esto se fue dejándome sólo.

Desperté para la hora de la cena, los vidrios del departamento se sentían retumbar por el fuerte viento, y ocasionalmente la estancia se iluminaba por el resplandor de los rayos. Mi cabeza aún dolía, pero era un poco más soportable.

Baje a ver a las chicas y ambas estaban cocinando, preparaban una lasaña, pero Nathalie se veía realmente ansiosa, no paraba de moverse.

Luego de la cena nos acomodamos en los sofás a charlar, Elizabeth me contaba de la culminación de sus estudios y de sus metas a futuro, mientras veíamos a Nathalie caminar de un lado a otro nerviosa.

Se acercaba a mí y ponía paños helados en mi nuca para ayudarme con el dolor, los cambiaba muy seguido y en varias ocasiones recostaba mi cabeza sobre su pecho y pensaba suaves masajes a mis sienes, casi una hora después del dolor desapareció.

Elizabeth me miraba curiosa, ninguno entendía que le pasaba el día de hoy, lo único que se me ocurrió fue decirle que ella tenía miedo a las tormentas.

Luego de un rato de platicas decidimos que era momento de ir a descansar ya que el día de mañana era día laboral, al meterme en la cama Nathalie ya se encontraba allí, estaba hecha un ovillo temblando, me acosté y la atraje a mi para dormir, me gustaba abrazarla las pocas veces que dormí con ella.

Una hora más tarde la tormenta empeoró y el estado de Nathalie igual, no entendía nada de lo que pasaba, la gire suavemente hacia mí para que escondiera su cara en mi pecho, la sentía temblar completamente como si su cuerpo fuera gelatina.




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