Sr. Lobo ¡quédate con nosotras!

✿Capítulo 01✿

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Es mi niña, solo mía

Las manos de Natalia temblaron al escuchar la advertencia a través de la bocina de su celular; la voz áspera de Vadim hizo que tragara grueso, sintió cómo el miedo se apoderaba de cada célula de su cuerpo y su estómago se revolvió como cada vez que hablaba con él.

—Ya lo hemos discutido, Vadim —dijo, tratando de mantener firmeza en su tono de voz, aunque su corazón latía con desesperación dentro de su pecho. —La niña se queda conmigo, ha sido suficiente de tus chantajes. —Llenó sus pulmones de aire en busca de alivio. —Hemos terminado, y te recuerdo que fue por culpa de tu mal manejo con la bebida, representas un peligro para nuestra hija.

Sentía pavor de las represalias, sin embargo, no lo permitiría. Aurora era solo suya.

El silencio al otro lado fue pesado, Natalia cerró los ojos un instante, intentando controlar la ansiedad que esa amenaza había ocasionado en ella, no era la primera vez que Vadim lo hacía, pero esta se sintió diferente.

Su vista cayó sobre Aurora mientras jugaba distraída en la arena del parque, levantando torres que luego derrumbaba sonriente, la pequeña se encontraba totalmente ajena al conflicto que la acechaba.

Nada de la belleza del momento podía apagar el fuego que Vadim encendía con sus amenazas.

—Nati… —La voz masculina se volvió más baja, pero transmitía control y amenaza. —No te equivoques, si no haces lo que te digo, la niña estará bajo mi cuidado, sabes que puedo, y que lo haré. Me estoy cansando, te di tiempo para que reflexionaras y este se acabó, te quiero de vuelta.

Sintió cómo el aire se volvía denso y pesado, Aurora giró para ofrecerle una sonrisa, la que siempre iluminaba su alma, y Natalia se obligó a devolverla con dulzura.

—¡Eso nunca! Es mi niña, solo mía. —Respondió de inmediato alzando la voz. —Mientras yo respire, nadie la tocará y si te atreves realmente los lamentarás. —Fue firme en su respuesta.

Escuchó a través de la bocina una carcajada carente de gracia, estaba enojado y ella lo sabía. —No me importa lo que digas —contestó —Aurora es mía tanto como tuya. Y créeme, tengo los medios para quitártela, no importa dónde corras ni cuánto te escondas, yo siempre te encontraré.

Su estómago se revolvió mucho más, Vadim era un desgraciado.

—Aurora está preciosa con ese vestido amarillo ¿cómo se siente jugando en la arena? Disfruta de la libertad que te di mi Nati, porque pronto se acabará —Y sin más colgó la llamada.

Miro a todos lados al punto de colapso, su primer instinto fue correr hacia su hija, la sujeto con delicadeza cuidando de no asustarla, su corazón comenzó a bombear de forma desesperada.

Y aunque quería llorar no lo hizo, sonrió para su hija. No le transmitirá el terror que estaba sintiendo, eso hacen las madres sonreír, aunque el mundo se esté cayendo a pedazos.

Aurora extendió sus manos hacia ella y acunó sus mejillas, la pequeña tenía la nariz y mejillas con un tono rosáceo.

—Es hora de irnos mi pequeña. —Beso las mejillas de su hija y con disimulo observó a su alrededor.

—Mami… ¿todo está bien? —preguntó la niña con su tierna y dulce vocecita. —¿Papá volvió a llamar?

Aurora tenía una inteligencia sin igual.

—Todo está bien mi amor, es del trabajo. —respondió Natalia, sonriendo con suavidad, tratando de que la mentira sonara convincente.

En su mente repasó rápidamente las alternativas: denunciarlo por quinta vez no serviría, ir con sus padres era ponerlos en peligro nuevamente. No tenía a quien pedirle ayuda más allá de su amiga Maritza, encontró la respuesta, no había duda en su corazón: debían irse nuevamente.

—Mi amor, tendremos las vacaciones que tanto me pedías, vamos hacer la maleta.

—¿Por qué, mami? ¿Es por papá? —preguntó y se sintió culpable de que su hija dedujera con tanta facilidad que su padre era el peligro.

—No mi amor, papá no tiene nada que ver. —Su hija no tenía edad suficiente para conocer de sus problemas. No tenía idea donde ir, solo manejaría hasta el fin del mundo si fuera necesario.

—Mami nada malo nos pasará mientras estemos juntas.

—Eres mi sol hija mía. —La envolvió con nostalgia en sus brazos. —Vamos a casa a buscar nuestras cosas. —Su hija aplaudió feliz.

Una vez en casa, Natalia abrió el armario y comenzó a sacar la ropa de Aurora y algunas cosas suyas. Se detuvo un instante a observar la habitación, los recuerdos, los juguetes, los dibujos pegados en las paredes y sintió un dolor punzante.

Busco el dinero en efectivo que había tomado de la caja fuerte de Vadim, dinero que era suyo y él se lo había quitado meses atrás, un celular que no podrían rastrear y los documentos legales.

El hueco en su estómago se acentuaba, pero debía ser valiente.

La tarde se desvanecía, y con cada rayo de sol que caía tras los edificios, la determinación de Natalia se reforzaba. Con la maleta lista, tomó la mano de Aurora y miró una última vez la puerta de su hogar.

Esa casita acogedora fue el espacio que había sido su refugio, y que ahora debía dejar atrás para proteger lo que realmente importaba: la vida y la felicidad de su hija.



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En el texto hay: amor familiar, niña traviesa, alfa gruñón

Editado: 27.10.2025

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