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Tiene esposo
Biel estaba colérico ¿Cómo se atrevían a ser tan insolentes?
La ofensa de la bebida caliente sobre su pecho casi había roto su límite. El líquido ardiente se había deslizado por su piel humana, evaporándose al instante, pero no por el calor, sino por la furia que hervía desde su interior.
Fergus rugía dentro de él, exigiendo venganza, gritando que ningún humano debía tocarlo y salir impune. Mucho menos una mujer así estuviera atada a ellos.
El alfa cerró los ojos por un segundo, controlando el impulso de acercarse, pues el olor de ella, ese aroma inconfundible lo había golpeado de lleno y le pareció más adictivo que el aroma de pan y queso fundido que tanto le gustaba.
Sin duda era ella, su vinculada.
Su aroma es…—Fergus no terminó de decir lo pensado, pues Biel no lo permitió.
—Cállate —gruñó Biel entre dientes, caminando fuera del local. La nieve crujió bajo sus botas.
No te teme, me divierte eso. —Fergus estaba suavizando sus pensamientos iniciales por la ofensa que habían cometido contra su honra.
—A mí no me divierte, realmente me enferma. —Biel apretó los puños, sintiendo cómo las garras querían abrirse paso bajo la piel humana. —No pienso aceptar esto, Fergus, ella debe rechazarnos, no la soporto.
Subió a su moto de nieve, arrancó sin dirección fija, sin embargo, Fergus se sentía inquieto y lo obligó a detenerse en medio del bosque y el silencio se hizo absoluto.
El lobo dentro de él arañaba su pecho. —No volveremos a verla. —Sus palabras fueron firmes, pero incluso mientras lo decía, la imagen de la mujer y su pequeña pelirroja se dibujaba con nitidez en su mente.
No puedes ignorarlas, son nuestras. Ella es nuestra cachorra ¿No lo notas? Puede que no lleve nuestra sangre, pero debemos cuidarla. —Fergus estaba cediendo.
—¿Tan pronto te pones del lado de esa mocosa y de su madre? —gruñó, golpeando un árbol con tanta fuerza que el tronco se partió. Los trozos de corteza se esparcieron por la nieve, y el eco del golpe retumbó en la montaña.
El viento trajo el sonido de voces, su oído se agudizó al instante.
Ellas
Percibió de inmediato el olor de un lobo solitario y de una liebre asustada. Giró en dirección al sonido, el bosque estaba tranquilo, pero su instinto no, su interior se agitó como si la vida de esa pequeña le importará más de lo que debía y antes de poder razonar, ya se movía.
No caminaba, sino que corría. Su cuerpo cambió, los huesos crujieron, la piel se cubrió de un espeso pelaje blanco, el lobo había tomado el control, a menos de cinco metros vio a la niña pelirroja sosteniendo a la liebre mientras conversaba con el lobo forastero, estaba lejos de sus límites.
—¡Hey lobito! Si conoces al rey, dile que quiero una reunión de trabajo con él. —dijo, tan tranquila, Biel rodó los ojos con incredulidad. —Ahora vete, no me asustas, a mamá sí y a algodón no te la comerás, yo la defenderé.
La niña no tenía miedo, pero su vinculada temblaba mientras alzaba a su hija, el lobo le mostró los dientes y dio pasos hacia ella.
¡Maldición!
Quiso dejar que las mordiera, pero su instinto protector pudo más, bastó una sola orden para que el lobo invasor detuviera su ataque, lo miró directamente a los ojos y bajó la cabeza, sin más se perdió entre los árboles cubiertos de nieve.
Detallo las manos temblorosas de la mujer abrazar a su hija y susurrarle un regaño, eso no le sorprendió, pero escuchar la declaración de la pequeña pelirroja sí. ¿Como que escucho la voz mental del forastero? ¿Cómo lo hizo? ¡Tenía que descubrirlo!
Las vio caminar hasta el hostal de la vieja bruja y allí logró respirar sin preocupación, no podía cruzar esos límites, así que se devolvió en busca de su moto y con una extrañeza en su pecho subió a las montañas.
Biel inhaló profundamente, cerrando los ojos, dejando que el olor del bosque entrara por sus pulmones, pero no sirvió, su mente volvió a ella, a esa mirada y a esa maldita insolencia.
Quieres volver a verla. —Fergus río dentro de su cabeza.
—Cállate, no tendremos ningún bozal y tu deja de ser débil, eres un alfa.
Si como digas, pero sé que quieres olerla de nuevo. —Fergus no fue precavido al decirlo, sino ponzoñoso. Jugaba con el mal humor de su igual.
—Dije que te calles.
—No lo haré y… —Biel cerró su vínculo mental, silenciando a Fergus de una vez por todas, estaba al borde, enojado y contrariado.
Se sentía ardiendo, su molestia era tal que arrojó la mesa de madera por el aire y cuando impactó contra la pared se hizo añicos.
—Señor… —Su autonombrado beta interfirió, agacho la mirada antes de posarse frente a él. —Investigue sobre las forasteras. —Biel quería romperle la cara ¿Quién se creía? —No me quise exceder, pero sé que es su nueva luna y ella está huyendo…
Esa nueva información lo desconcertó y al mismo tiempo llamó su atención. —¿De quién huye?