Sr. Lobo ¡quédate con nosotras!

❄Capítulo 08❄

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¿Sueño o realidad?

Natalia estaba inquieta, se levantó más temprano que de costumbre, su cuerpo estaba sudado, pese al clima helado de afuera, su pequeño sol color zanahoria; estaba aferrada a su peluche y la cubrió perfectamente antes de salir de la cama, beso su frente y caminó a la ventana.

Un dolor agudo embargo su pecho y era inevitable detener las lágrimas de sus ojos, no había podido descansar, tampoco deseaba llorar, pero en el fondo sentía angustia de ser encontradas por los títeres de Vadim, su obsesión al control le causaba náuseas.

Simplemente deseaba ser libre, que su hija creciera sin miedo y en un ambiente sano donde no corriera peligro. Había tenido noches relativamente tranquilas, pero esa noche fue distinta.

Arregló su cabello y un mal presentimiento la obligó a llevarse la mano al pecho.

—Respira Natalie, solo debes respirar… —se dijo sin éxito.

Se frotó los ojos con frustración. No quería tener miedo, pero la voz de Vadim se colaba en sus pensamientos.

“Eres mía, no puedes escapar.”

Ella no era de nadie y su pequeño sol, solo era de ella. Se giró para mirar a Aurora, envuelta entre mantas, con su cabello rojo derramado entre la almohada. Dormía profundamente, Natalie sintió el corazón estrujarse.

Por ella había corrido sin mirar atrás y por ella era que iba a resistir, aunque las rodillas le temblaran. En su mente se formó una idea, sería su última patada de ahogado, huir nunca era suficiente, de alguna forma debía arrancar la raíz del problema:

Vadim tenía que cerrar los ojos y no abrirlos nunca más.

—No voy a dejar que nos encuentres y si lo haces no correré más, pero no te irá bien Vadim, estoy cansada, quise hacerlo bien, divorciándome de ti, alejándome, pero no, tu solo insistes en perseguirnos y dañar a mi sol… —murmuró para sí misma. —Dios perdóname, pero mi hija no merece vivir angustiada.

Mientras decía esas palabras, un escalofrío recorrió su columna vertebral, no supo explicarlo, pero de pronto sintió como si el bosque la hubiese escuchado, se abrazó a sí misma y entre la espesa capa de hielo algo se movió.

Fijó la mirada afuera y vio a Bernadette cargando madera, se aseo con rapidez, a su pequeña le quedaban al menos tres horas de sueño, así que bajó en busca de Bernadette.

—¿Algo te angustia? —Le pregunto la anciana directamente mientras alimentaba el fuego.

—¿Es tan obvio? —pregunto ayudando con la madera, la cual estaba cortada en pedazos perfectos.

—Instinto de una mujer que ha vivido más de lo que debería. Tuve un esposo que me abandonó por otra más joven solo porque la vida me maldijo y no podría traer hijos a este mundo, por eso estoy sola.

Natalia la abrazó con fuerza. —Lo siento, algunos hombres son unos… desgraciados.

La mujer acarició su rostro y la miró a los ojos. —No te preocupes, eso fue hace mucho, hoy curiosamente el depósito de madera amaneció lleno, alguien nos abasteció en la noche.

Parpadeó confundida —¿Sucede siempre?

—Para nada, al parecer le agradaron al bosque o al rey de este… —Dijo despreocupada. —Vienen los días donde la nevada es fuerte, los caminos hacia el pueblo desaparecen, por eso iré hoy a buscar más provisiones y un regalo para Aurora, sé que ya viene su cumpleaños.

—Gracias Bernadette, espero que el bosque nos siga regalando cosas buenas y si dentro de poco cumplirá años, Aurora es un regalo celestial y solo quiero que sea una niña feliz.

—Lo es, ella sabe lo mucho que la amas, no te tortures, lo que es pasará y lo que no fue debía ser así. Les preparé el desayuno solo debes mantenerlo en las brasas y retirarlo cuando la pequeña zanahoria despierte, ve por café bajaré al pueblo.

Asintió, Natalia se dedicaría a limpiar la estancia, mantener las habitaciones limpias, aunque no tuvieran inquilinos, bebió café y fue reconfortante, vio partir a Bernadette, cinco minutos más tarde la puerta se abrió, un hombre cubierto de nieve Natalia casi dejó caer la taza de café.

Un hombre alto, cubierto de nieve hasta las pestañas, llevaba una bufanda que cubría la mitad de su rostro y se quitó los guantes,

El corazón de Natalia dio un vuelco al descubrir que era el sujeto, no lo conocía, pero sí lo recordaba, era el mismo mal educado con quien tuvo el inconveniente en el pueblo;

—No deberías dejar la puerta sin seguro —dijo quitando la bufanda. —A los animales salvajes les gusta la carne fresca, buscan refugio en el lugar más cálido y este es el lugar perfecto, tú y esa pequeña tuya una presa perfecta para los lobos salvajes de la montaña.

Natalia trago grueso al recordar el lobo que casi las mordió.

—No esperaba visitas —balbuceó apenas, no se sentía segura —La dueña del lugar acaba de salir.

Su estómago se hundió cuando la miró con seriedad y algo en su muñeca le dolió al igual que su corazón palpitaba de forma frenética.

Él avanzó un poco, recorrió el lugar con la mirada y luego volvió a ella.

—Lo sé, la vi salir. —Natalie parpadeó, confundida. —Quería saber qué tan valiente eres, vine por mi maldita disculpa, pelirroja insolente.



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En el texto hay: amor familiar, niña traviesa, alfa gruñón

Editado: 05.12.2025

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