Sr. Lobo ¡quédate con nosotras!

❄Capítulo 10❄

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Malos recuerdos

Habían días en los que Natalia necesitaba respirar profundamente, apretar los puños y simplemente sonreír; esa día era el caso.

Ese extraño desvergonzado horas atrás terminó siendo echado a la tormenta y no tenía remordimiento de conciencia, sus intenciones le agradaron ¿Quien se creía? ¿Acaso el rey de las montañas? ¡Ja! Era simplemente absurdo, había salido de una cárcel llamada matrimonio y ese discursito barato de protección no se lo compraría.

¡Un extraño! Eso era ¡Un loco! ¡Un atrevido! Podría seguir usando descalificativos en su contra, porque simplemente no le agrada ¿O era el palpitar extraño en su corazón el que no le agradaba!

¿Cómo percibió su miedo? sin duda las incógnitas aumentaban.

—Mamá ¿No puedo hablar con ese hombre verdad? —Su pequeño sol preguntaba mientras peinaba sus hermosas hebras rojizas.

—Conoces la respuesta antes de recibirla Aurora. —Su pequeña suspiró resignada.

—Es que dice conocer al rey lobo mamá y verdaderamente lo necesitamos. —La pequeña la miro a través del espejo. —Quiero pedirle que se quede con nosotras, que muerda a los malos y le pagaré con comida, un baño y un lado de nuestra cama ¿Es un buen negocio verdad? —preguntó con entusiasmo, su hija le robó una sonrisa.

Era imposible no reir con tanta inocencia, sagacidad y al mismo tiempo un golpe doloroso llamado realidad impactó su pecho, Natalia sintió el nudo formarse en su garganta.

Su hija ansiaba seguridad.

Algo que ella misma no había podido darle del todo, seguían huyendo y aunque no se arrepentía de traerla al mundo, si se arrepentía de haber escogido un padre para ella tan miserable, pese a este caos emocional, sonrió.

—Es un negocio maravilloso, mi amor… —se inclinó para besarle la cabeza. —Pero no podemos confiar en cualquiera, aunque diga conocer al rey lobo y no dudo de tu poder de convencimiento ¿Pero si el rey es tan rudo que ni a ti te hace caso? Puede morder tu mano hija.

Aurora abrió los ojos en demasía y luego llevó su palma al rostro, hubo un silencio momentáneo, la expresión tierna de su hija le dio a conocer que estaba pensando, frunció su ceño y suspiró. —Mami, creo que los animales feroces también necesitan amor —dijo y Natalia sintió que el corazón se le encogía.

Su pequeña tenía una nobleza tan grande como las imponentes montañas.

—Sí, hasta los animales más feroces pueden cambiar por amor, pero se debe tener precaución, no puedes verlo a solas ¿Lo prometes?

Aurora apartó su mano y extendió su meñique hacia su madre. —Lo prometo, mami.

Natalia terminó por sujetar a su hija y llenarla de besos, sus carcajadas resonaron en la estancia grabandose en lo más profundo de su herido corazón. Debían bajar para la cena, esta noche sería ella quien la prepararia.

Su hija se veía como una princesa, estaba bien abrigada, debió comprar ropa según este nuevo clima para las dos, pero lo que más le fascinaba era ver las dos coletas de su hija, se veía adorable.

Para su sorpresa Bernadette no se encontraba sola, mordió sus mejillas internas. —Zanahorias, vengan, quiero presentarle a mi travieso nieto.

—¿Travieso? Es un… —Suspiro a sentir la mirada atenta de su hija. —Hombre para nada travieso, sino…

—Un tonto lo sé, es que al ser abandonado en el rio congelado sus neuronas tambien lo hicieron.

—Abuela… —El extraño, que ya no lo era tanto, se quejó y entendió, que Bernadette no le había mentido, porque técnicamente no tenía parientes de sangre, según lo que ella había dicho. —No digas que fui abandonado.

Natalia no sabía cómo interpretar todo eso.

—Señorita Natalia, bebé zanahoria ¿Puedo llamarle así a tu hija?

No tenía derecho a ser tan descarado y confianzudo, empezaron con el píe izquierdo y dudaba que ese grosero hombre le hiciera cambiar de parecer, sentía rabia y al mismo tiempo embriagada por ese aroma tan deliciosamente extraño que llenaba sus fosas nasales.

—No tienes permiso, no te conocemos. —El hombre caminó hacia ellas y al estar al frente extendió su mano.

—Solucionemos esto, soy Biel, el dueño de las montañas.

Su presencia no debía afectarla, sin embargo, allí estaba, ese palpitar traicionero haciéndole cosquillas en la garganta. Aurora, en cambio, parpadeó varias veces, completamente fascinada.

—¿El dueño… de todas? —preguntó la pequeña con un asombro que hizo que Natalia tragara amargo.

Biel bajó la mano, pues Natalia no la tomó, pero no se ofendió. Al contrario, inclinó ligeramente la cabeza hacia la niña.

—De todas —confirmó —Conozco cada roca, pino, río y cada criatura que respira aquí. No hay nada que ocurra en estas montañas sin que yo lo sepa.

Desconocia si esa última oración era una advertencia de que conocía su secreto u otra cosa, se sentia paranoica.

—No me interesa quién seas ni qué creas ser. Te lo dije en la mañana, no tienes permiso para acercarte a mi hija, y mucho menos para darle apodos.

Biel la observó en silencio por unos segundos, retrocede un par de pasos.



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En el texto hay: amor familiar, niña traviesa, alfa gruñón

Editado: 05.12.2025

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