Mayra volvió a su casa un poco desanimada.
Se seguía lamentado el haber aceptado trabajar para Deomakis. A pesar de que su antiguo trabajo de jardinera no le gustaba, ganaba poco y también tenía un jefe imbécil, al menos no hacía el ridículo como en este.
No era porque Nicholas le afectaba, ella era horrible con las tareas del aseo. Nunca se había dado cuenta hasta que trabajó en eso. Hacía más desorden de lo que ordenaba, evidentemente no era lo suyo, en lo que si era buena era en la cocina. Ese era el único momento donde soportaba su trabajo y era muy probable que también sea la razón por la que Nicholas aún no la despedía.
Ella podía cometer mil errores en el aseo, pero jamás fallaba en hacer una buena comida. Ojalá ella pudiera conseguir un empleo en algún restaurante, pero soñar era inútil. Lo intentó varias veces pero no la aceptaron en ningún lado, quizás porque era joven o no tenía experiencia previa trabajando de cocinera. El caso es que nunca la habian llamado.
El único empleo que se acercaba a hacer lo que le gustaba era este, muy a su pesar.
Caminando con prisa, Mayra se alejó cada vez más de las elegantes calles de Kifissia. Para adentrarse en su barrio, que no era espetacular pero tampoco era un desastre. Su casa no era una gran mansión llena de lujos como lo era la de Nicholas, pero apenas la vio sintió que aquella pequeña casa era un todo un paraíso. Solo ahí podría descansar y quitar toda la tensión que había acumulado.
La puerta principal no estaba en sus mejores días, así que tuvo que empujar un par de veces para que cediera. Pero ni eso la detuvo de sentirse aliviada de estar allí. Una vez entró, la saludó el exquisito aroma del Mousakas que preparaba Stella . Ya podía sentir las berenjenas, las papás y la carne picada deleitando su paladar. Cuanto amaba a su tía, de verdad.
Apenas cruzó la puerta fue a abrazarla como una niña.
Su tía no tardó en corresponderle el abrazo—¿Tuviste un mal día cariño?
—Como de costumbre—le respondió mientras se escogía de hombros—Pero nada de eso importa si puedo comer un Mousakas calentito que preparas tú.
Stella rio y le servió una porción del pastel—¿Qué pasó ahora?
—Nada muy grave—le mintió, no iba decirle como la despreció el sujeto para quien trabajó muchos años—Solo que tendrás que darme alguna técnica especial para que no quede ninguna mancha en los trastos—le dijo—Ah y unos tapones para no escuchar la ruidosa voz de Nicholas.
Levantó los ojos y vio a su tía con las cejas elevadas—¿No lavas bien los trastos?
Mayra se sintió enseguida una ton y se arrepintió de nombrarlo—¿Qué? Tu lo conoces, él tipo grita antes de hablar. Me irrita y asi no puedo lavar bien-le sonrío—¿Sabes donde iba hoy? A una fiesta de compromiso y no paraba de quejarse sobre eso. Fue insoportable—quería desviar el tema de los benditos platos y sabía que Stella se iba a interesar por un chisme.
—¿Una fiesta de compromiso?—pescó enseguida— Que raro, él muchacho odia todo eso—habló entusiasta—¿Escuchaste de quién?
Mayra dio un bocado del Mousakas y trató de recordar nombres—Mm, creo que era ¿Gianous? Un socio importante, supongo. Por eso se iba obligado y de mal humor. El nombre de la mujer... creo que era Nala Kapino.
Stella abrió los ojos tan grande que creyó que saldrían volando en cualquier momento—¿Nala Kapino? ¿No será Anna Kapino?
—¡Ah, si! Esa misma ¿Es modelo no?
Su tia no le contestó—¿¡Estas segura que es Anna Kapino!?
A Mayra le divirtió que su tía estuviera emocionada, añadir una famosa en el chisme era todo un revuelo- No tenía idea de que eras su fan.
—¿Qué? No. Mayra ¿No te diste cuenta del chisme que me trajiste?—le dijo contenta—Anna Kapino lleva saliendo con Nicholas desde hace meses. Eso quiere decir que su amante es la mismísima prometida de un importante socio. Ese chico, es todo un sin vergüenza.
Mayra quedó con la boca abierta—¿¡Su amante!? ¡No sabía que era su amante!—dijo impactada—Vaya, entonces por eso estaba tan molesto.
Si lo analizaba, Anna se veía como el tipo de Nicholas. Tenía la mirada afilada y de un azul claro, su melena era larga, oscura y con un perfecto liso. Además era bastante alta, con unas piernas muy bien estilizadas. Parecía una mujer fuerte y tenía una belleza impactante. Y claro, lo que no podía faltar, también tenía mucho dinero. No le extrañaba que Anna Kapino sea su amante.
Mayra hizo una mueca de pesar—Solo ruego que después de soportar esa fiesta, no descargue mañana su mal humor conmigo.
Stella palmeó la mano de su sobrina—Piensa, cariño. Cuando eso suceda, lo estorcionas con contar su secreto.
Mayra se carcajeó por su ocurriencia—Sería lo perfecto, pero es probable que si hago eso, acabe ganandome de alguna manera. No te olvides que es un experto en los negocios—le dio otro bocado a su comida—De todas formas, me conformo con que él la este pasando muy mal en este momento.