Eran las cuatro de la mañana, desperté y no estabas conmigo, siento que dejaste tu aroma, pero solo eso, empecé a buscarte, creí que me esperarías con café, pero tampoco estaba allí, tal vez había soñado todo y verte fue pura ilusión mía. No tenía mensajes tuyos, decidí que era tiempo de ir al bar de la esquina, me hacía sentir bien, las mesas estaban cubiertas de polvo y las sillas giratorias me hacían recordar a mi infancia. Pedí una botella de alcohol, la más cara, la más fuerte, la que al otro día te deja desconcertado, loco, pérdido, comencé a ver fotos tuyas y me acordé de vos, te llamé como diez veces y no me contestabas, se que estabas con tu teléfono, cuando estabas conmigo no lo dejabas ni un segundo.
Volvi a beber mirando el panorama, me acordé de vos, me acorde de que me chocaste en esta esquina y me invitaste a este bar, nuestro bar. Estoy viendo todo borroso, me pongo a ver la botella, como payaso, y me sorprendió que en la etiqueta allí estaba tu nombre en cursiva, letra grande, los ingredientes estaban en letra pequeña que no pude descifrar.
Me reí desesperadamente y me observaban como si se me hubiera salido una tuerca, después me puse a pensar que es como si estuviera bebiendo tu veneno, un amor metido en un envase. Estaba que no daba más y lo tiré al piso, pedacitos de vidrios cayeron por todos lados, la gente me observaba y yo les gritaba que tuvieran cuidado con el alcohol toxico, pero estaban muy borrachos de celos y posesión para entenderme.
Me marché y cuando salí ahí estabas, chocando con alguien más, conociendo a alguien más que luego te invitaría, te ignore, pero me seguiste y volvi a caer en tus mentiras, pero tenía mucho alcohol y me dormi esperando verte al despertar, pero sabia que te irías y me dejarías sintiéndome infeliz y solo.