ʜɪsᴛᴏʀɪᴀs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴏɴᴛᴀʀ

El bosque de los girasoles

Un día de primavera justo en la mañana, una manada de lobos estaba reunida en lo alto de una colina, su Alfa, elegiría al mejor para ser el próximo que mandara, una vez que su cuerpo dejara de funcionar. A todos les asignaba tareas arduas para que cada uno se desempeñara esplendorosamente, todos cazaban de una manera excepcional, menos un lobo que además de ser pequeño y muy delgado, no quería cazar, pero no porque no sabía aquel arte, sino que pensaba que no deberían lastimar a otros. Por lo tanto su tarea fue buscar girasoles, aun así con un pensamiento asombrosamente distinto, todos se le burlaban ya que en aquel lugar no habían de aquellos que le fueron encomendados.

Esa misma mañana decidió adentrarse al bosque, miedoso y desconfiado entró lentamente. Luego de dar tantas vueltas, se durmió a la orilla de un árbol cansado por su exhausta búsqueda. Al despertar notó que ya era tarde y algo rozaba su nariz, abrió sus grandes ojos y una gran emoción brotó de ellos, había encontrado girasoles. Pero no era solo uno, cuando giró se dio cuenta de que eran muchos y que aquel lugar parecía un paraíso. Corría de un lado a otro, movía su cola contenta, feliz por su desempeño, pero luego pensó en que debería llamar a la manada para que lo vieran, pero si lo hacía, todo aquel paraíso acabaría en manos de esas bestias, por ello aceptaría cualquier burla pero jamás revelaría aquel lugar del cual estaría siempre orgulloso.

Volviendo a su casa por la noche, un camino de lobos lo esperaba, en la punta estaba el el Alfa, quien lo miró con desprecio, a un costado habían cazado gran cantidad de animales, todos comenzaron a morderlo y rasguñarlo sin piedad alguna, el lobo no se defendió, solo quedó tirado, herido e incapaz de aullar a su familia. Cuando despertó se encontraba con su madre, la única que apoyaba su decisión, lamia su heridas y un par de lágrimas se escapaban. El Alfa junto a otros se abalanzaron a su madre y la dejaron inconsiente y le prometieron que si no cumplía sus tareas que la matarían.

Indignado y enojado fue velozmente hasta aquel bosque  los girasoles seguían allí, llamó a su manada y el Alfa lo miró con desprecio una vez más, el lobo pequeño se dio cuenta de que no estaban.Una vez más, lo esperaba la hilera de lobos a la vuelta. Regreso más tranquilo por la noche, y allí estaban, arrancó uno, sin piedad como lo hicieron todas las veces que él no encontraba nada. Se escuchaba una extraña voz y luces blancas por todos lados, su cabeza comenzó a transformarse en grandes pétalos amarillos y su cuerpo tomó la forma de un tallo grueso y resistente. La voz extraña decía que su pureza había permitido que el pudiera verlas y que al arrancar una, todo se había acabado, se había vuelto igual de insensible que su manada. Su madre que lo había seguido vio aquella extraña situación, solo podia ver a un único girasol en el medio de la nada, donde su único hijo había desaparecido.

Luego de unos meses el Alfa murió y no eligió a nadie para el puesto, en su cargo asumió la madre de aquel lobo flacucho y pequeño porque era lo bastante sabia, para dirigir, su tarea fue ordenar a toda su manada que busquen girasoles. Y así, demostró que jamás olvidarian al cachorro, de lo que fue su tarea, de su final, todos habían arrancado girasoles, todos se habían transformado en ellos y ya no era un bosque lúgubre y temible, era el bosque de los girasoles, en memoria a los los lobos que habían perdido su inocencia, pureza y juicio 



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Editado: 26.10.2021

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