ʜɪsᴛᴏʀɪᴀs ᴘᴀʀᴀ ᴄᴏɴᴛᴀʀ

Usted no es lo que sueña

Una mañana en una clase cuando iba al secundario, tenía un profesor de esos que realmente no puedes entender. Me explico mejor,  en la clase estábamos hablando de los sueños y los planes que nosotros tenemos, que proyectamos en realidad. La verdad que estuve allí sentado en segunda fila, mirando, pensando y oyendo también, lo excelente que planeaban ser en un gran mañana mis amigos, compañeros. El profesor me vio que estaba pensando y se le ocurrió preguntarme, le dije que soñaba ser profesor, el me respondió en un tono sarcástico ¿Profesor? y luego me preguntó  burlesco ¿Eres lo que sueñas? yo lo miré desconcertado y asentí nervioso. Entonces el hizo un planteó en clase que iba dirigido a mí, fue algo como 

 —A ver, ¿Usted es bueno en letras, en números, con la naturaleza o esta interesado en algún concepto de humanidad? — Yo le aclaré que no, no era un buen alumno, tenía realmente muy malas calificaciones. —Se lo pongo en palabras más sencillas, usted quiere estudiar algo que no es. — No le respondí nada.

Pasaron los años entre siete u ocho, me convertí en profesor, y fui a una capacitación con otros docentes, la verdad son renovadoras. Conversé con uno o dos profesores que eran los míos en aquel entonces, y lo vi, vi al profesor que me humilló frente a toda la clase diciendo que no era lo que soñaba. El no me reconoció, ni quiera se imaginó que ocho años después iba a encontrarme como profesor, como colega. Hicieron una pregunta en voz alta si alguien quería contar una experiencia negativa y como la había transformado, la verdad es que levanté la mano y me prestaron atención, como la vez que dije lo que soñaba. 

Recuerdo lo que les dije, fue que los docentes tenían el poder de cambiar contenidos y entre otras cosas, pero lo más importante es que direccionamos a los alumnos para aprender de sus errores y encaminarlos para sus sueños, si, les conté de mi profesor, no dije su nombre, por más que me preguntaron, pero todo el tiempo estuve mirándolo, y veía que con cada palabra que decía, él largaba lagrimas. Conté como días estuve pensando si realmente la carrera que elegí era para mí, si yo era suficientemente apto o capaz de poder estar frente a un aula y ver a un montón de caras llenas de sueños, esperando que yo les diga algo alentador y no un "No eres lo que sueñas", pero me equivoqué, yo no tenía por qué pensar eso, ni siquiera imaginarme eso, porque yo no estuve mal en esa clase, lo estuvo mi profesor. Es verdad, no fui bueno en letras, en números, con la naturaleza, ni siquiera pensaba en conceptos de humanidad, ese fue mi error, tener malas calificaciones fue mi error, pero no entendía por más que quería, pero él no buscó la solución que el día de hoy le brindo a mis alumnos, pero sobretodo no permito que en mi aula haya "etiquetas", no, no todos somos iguales, hay unos que se esfuerzan más que otros, porque entienden de diferentes formas, que los docentes no estamos preparados para aceptar. Pero etiquetar a los alumnos es terrible, porque llega un punto que el alumno "poco capaz", el "inútil" se lo cree y hay un fracaso escolar tan grande a raíz de palabras que consideramos tan pequeñas. Como profesor y amante de lo que hago, les propuse ver panoramas diferentes, el docente tiene poder, tiene el poder de enseñar y dejarles su huella a miles de chicos, por eso es tan importante el día de hoy, lo que les decimos a ellos y como se los decimos. Si hubiera escuchado a mi profesor, quizás no trabajaría porque no era capaz de nada. Sin embargo no lo culpo, tal vez lo hizo por la época, su contexto, influye mucho eso, pero tenemos que ser capaces de construir un ambiente sano para nuestro presente y futuro. Después de terminar de hablar ese día, la mayoría me felicitó, por más tonto que suena, esperaba ver la cara de mi profesor, pero no la vi.

Meses después lo encontré en otra especie de charla para docentes, él contó su versión sobre lo que pasó ese día y se disculpó frente a todos, lo abracé, en el oído me dijo algo muy importante:

—No dejes que un mal día, un mal año, te permita decir qué es una persona, de lo que es capaz, y no olvides que nunca debes dejar ir a un niño con la cabeza gacha o mil preguntas en su cabeza, ayúdalo a resolver esas mil preguntas y encamínalo. — Después de eso no lo volví a ver nunca más, pero tomé su ejemplo como aprendizaje y me quedó para toda la vida.



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En el texto hay: amor, historiascortas, historiasdetodo

Editado: 26.10.2021

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