El reloj en el pasillo marca las 5 de la tarde. La señorita recepcionista teclea cosas en la computadora y contesta el teléfono como si nada estuviera fuera de lugar, pero para Sala todo podría cambiar en un par de minutos. Mila trata de confortarla con palabras dulces en su oído y besos en la frente, sabe que esto es difícil para ella, lo han intentado por mucho tiempo, pero nada funcionaba, y ahora que están frente a la puerta del doctor, esperando los resultados de sus exámenes, siente los nervios a flor de piel.
Desde que la conocía, amo a Sala con todo su corazón, y no solo por ser destinadas, sino también por el hecho de que… ¿quién podría resistirse a un ser tan encantador? Con esos lindos ojos, la forma tan perfecta de su rostro, sus labios tan suaves y el cabello sedoso, sin mencionar su risa melodiosa y la personalidad que tiene, siempre amable, pero con carácter. Fue amor a primera vista, y el hecho de que fuera una omega infértil no hizo que la amara menos. Después de todo, el amor puede producir milagros. De hecho, fue tanto su amor y devoción por Sala lo que hizo que construyera el St. James Ballroom, su propia casa del entretenimiento en donde Sala cantaba y bailaba cada viernes en la noche desde hace años.
Todo en su vida era felicidad, pero siempre hizo falta una cosa: un niño que pudiera completarlas como una familia, por toda la eternidad.
El doctor abrió la puerta y llamó su nombre. Ambas mujeres entraron con rapidez y se sentaron como pudieron, aunque Mila tuvo mucho cuidado al ayudar a Sala. Al verlas tan inquietas, el doctor no pudo hacer nada más que sonreír, pues un caso de amor puro como ese no era visto todos los días. Por lo general venían a preguntarle cosas crueles como formas efectivas de abortar o romper un lazo sin consentimiento mutuo. Solo cada tanto podía ver a una pareja felizmente casada con la esperanza reflejada en sus ojos al presentir un embarazo.
Sala bajó la cabeza, apenada. Su familia tenía la mala suerte de ser infértil con las omegas mujeres, fue por eso por lo que sus padres, desde que se descubrió su género, lamentaron mucho su destino. Gracias a esa supuesta maldición genética, Sala fue rechazada constantemente por cada persona a la que amo, incluyendo algunos miembros de su familia que la llamaban sobrante o inservible para seguir con el linaje de los Crispino. Los únicos que no la repudiaron antes de conocer a Mila fueron su hermano gemelo Michele y sus amorosos padres, un alfa y un omega varón, que la amaron con todo su corazón antes de irse de su hogar. De no ser por Mila, seguro ahora estaría sola, con Michel cuidándola y siendo una carga, gracias a Dios no fue así.
Sala se apresuró a tomar los papeles de mano del doctor y los leyó en voz alta con Mila.
“Prueba de embarazo positiva”
“Tiempo de Gestación: 2 meses”
La italiana cubrió su rostro con ambas manos y se puso a llorar mientras que Mila la abrazaba con fuerza a la par que lloraba con ella. Tanto tiempo habían esperado porque ocurriera, tantos intentos fallidos, tantos tratamientos inútiles y dietas recetadas, todo para que al fin pudieran tener un bebé.
Agradecieron al doctor y pactaron una cita para el siguiente mes.
Mila insistió en salir a cenar para celebrar. Era sábado por la noche y el que estaba a cargo era Michel, quien si duda se alegraría por escuchar la noticia de que pronto sería tío. Sin embargo, en medio de la comida, a Mila la asaltó un temor latente desde hace tiempo: El escenario…. ¿No era demasiado peligroso para su bella pareja, ahora embarazada?
Ni hablar, no podía correr el riesgo de que Sala cayera del escenario, o que algo pesado le cayera encima, o que terminara comiendo algo que no debía por culpa del espectáculo. Y aunque Sala creía que exageraba, era consciente de que ahora debía tomarse un tiempo de los espectáculos, no solo por su bien sino también por el del bebé que ahora crecía en su interior. Amabas estaban de acuerdo en una cosa, con diferentes razones, pero la misma conclusión: Sala debía dejar el escenario un tiempo, por el bien de su bebé.