El Experimento de la Prisión de Stanford no fue el único estudio que exploró la obediencia, la autoridad y la influencia del entorno en la conducta humana. A lo largo de la historia, otros experimentos han arrojado luz sobre los mismos temas, permitiendo comparaciones y reflexiones más amplias.
Uno de los estudios más relevantes es el Experimento de Milgram (1961), en el que los participantes, bajo la dirección de una figura de autoridad, aplicaban supuestas descargas eléctricas a otra persona. Este experimento demostró hasta qué punto las personas pueden obedecer órdenes incluso cuando implican dañar a otros.
Otro caso notable es el de la Tercera Ola (1967), un experimento social en el que un profesor de historia recreó un régimen autoritario en su aula para mostrar cómo se originan los movimientos totalitarios. Sus estudiantes, sin darse cuenta, comenzaron a actuar con disciplina extrema y a reprimir a los que no seguían las reglas del grupo.
En este capítulo, compararemos Stanford con estos y otros experimentos para entender mejor las similitudes y diferencias en sus metodologías, conclusiones y repercusiones éticas. ¿Hasta qué punto son estos estudios una prueba real del comportamiento humano, y hasta qué punto reflejan solo situaciones específicas y manipuladas?