Star Wars: Errante

Capítulo 4: Un reencuentro inesperado

-Maestro, esto será una batalla eterna, usted siga, yo me enfrentaré a este monstruo- gritó su padawan mientras se enfrentaba a esa enorme bestia de roca que no parecía rendirse jamás.

Pensó en quedarse, pero vio la resolución en la súplica de su alumno. Haga era uno de los mejores aprendices que había tenido, quizás algún día llegaría a convertirse en un gran maestro, pero hoy era solo un muchacho enfrentándose a uno de los demonios más poderosos que él hubiese visto.

-Estaré bien- dijo el padawan.

Le dirigió una última mirada, con una petición implícita de que tuviera cuidado, y con el corazón en la mano ingresó al templo de piedra.

La edificación era enorme, con una escalera esculpida desde la misma montaña, donde cientos de santuarios a deidades que no conocía se hacían más sombríos a cada paso.

- ¡Son Sith!, este es realmente el refugio de esa basura Sith, puedo sentirlo- dijo mientras inspeccionaba las figuras y el lenguaje de las esculturas.

La escalera terminaba en una plataforma donde otra edificación de aspecto antiguo, corroído por el moho le cortaba el paso. Tras él la escalera continuaba su ascenso, por lo que era una ruta obligatoria.

-Hireth...-Un susurro parecía invitarlo a entrar.

La puerta de metal era enorme y estaba oxidada.

-Hireth...-

Fue cuando sintió a su padawan en problemas, podía ver que el monstruo de piedra lo estrangulaba quitándole la vida.

-Abre los ojos muchacho, usa el mismo principio que usaste cuando piloteabas en el espacio. ¿cómo supiste que era el momento justo de atacar? - le susurró a través de la conexión con la fuerza que tenían.

-Hireth...-

El llamado era hipnótico, una sensación en su vientre que comenzó a subir hasta su cabeza lo obligó a abrir la vieja puerta y entrar.

Una luz lo cegó, una suave brisa lo acarició, y un olor extrañamente familiar de agua y hierba le despertó los sentidos.

- ¿Kousitos?, ¿qué significa ésto?-

De repente reconoció el cielo turquesa, la fina hierba donde se mezclaba el verde con el purpura y más allá, la vieja colina que conocía como la palma de su mano.

-Esto no puede ser-

En la cima podía verse una figura inconfundible. Corrió olvidandándose del peligro y al llegar lo estrechó como no lo había hecho con nadie hace muchos años.

-Maestro- dijo Hireth entre lágrimas- ¿de verdad es usted? -

El Conde Dooku tenía esa cálida sonrisa que recordaba de sus tiempos de padawan.

-Claro que soy yo niño, y ya te has convertido en todo un hombre-

Hireth lo abrazó nuevamente con el máximo del cariño y su maestro lo correspondió.

-Perdóneme maestro porque le he fallado, lo abandoné y no estuve ahí cuando me necesitó, cuando el lado oscuro lo acechaba-

Dooku se sentó y le pidió que él hiciera lo mismo. La vista del planeta era espléndida, tal como la recordaba, la misma que utilizaba como consuelo en momentos de tristeza o debilidad.

-Nada en este mundo es blanco y negro mi querido alumno. La linea entre la luz y el lado oscuro es muy fina; es donde está el mayor conocimiento, pero también el mayor riesgo-

- ¿Como puede estar pasando ésto?, ¿es que usted no murió en batalla frente al canciller? - preguntó Hireth.

-Nada realmente muere en la fuerza...ni en el lado oscuro- dijo su maestro con seriedad. - Tras esa puerta está la última lección que puedo darte como maestro, espero que no me decepciones-

A un costado de la colina apareció una puerta, más bien un marco, podías rodearla sin problema, pero en su interior se apreciaba una habitación completamente diferente.

- ¿Volveré a verlo maestro? - preguntó Hireth aguantando las lágrimas.

Dooku sonrió.

-Te lo puedo asegurar-

Dio una ultima mirada y se despidió con la mano, mientras veía que la figura del Conde lentamente se desvanecía. Fue así como cruzó el portal.

Ingresó a una habitación que parecía la sala de mandos de una gran nave. Se notaba que estaba en plena construcción, porque podía ver a miles de personas trabajando en ella, e incluso clones del ejercito custodiándola. La arquitectura era colosal, como un planeta metálico.

-Tu debes ser el alumno de Darth Tyranus- dijo una voz ronca y rasposa, que alargaba y siseaba cada palabra como si fuese una serpiente.

El ser estaba cubierto por una túnica, pero podían verse sus ojos rojo-amarillentos, y el halo de maldad era el más pútrido y pérfido que había sentido jamás. Era el lado oscuro materializado, en su máxima expresión.

-Así que tu eres el Lord Sith que hemos estado buscando- dijo mientras marcaba el comunicador, una señal única que debía activar en el caso de encontrarse con seguridad con éste enemigo. Pero no parecía accionarse pese a la insistencia.

-No podrás pedir ayuda aquí, maestro Ra-dijo sonriendo, mostrando unos dientes amarillos y podridos- quizás sea momento de que discutamos su rol en esta guerra-

Hireth desenfundó su sable láser. Una de las máximas que había escuchado desde que era un padawan, es que jamás hables con el demonio, te confundirá con historias que mezclan mentiras con verdades. Avanzó blandiendo su arma, dispuesto a atacar.

-Por el poder del senado de la república y el consejo Jedi solicito su rendición, será juzgado de manera justa e imparcial, y será condenado por sus actos que han desencadenado esta guerra-

El Sith rió largamente, no podía reconocer su rostro, pero en su esencia había algo extrañamente familiar, como si lo conociera.

-Baja el arma Hireth- dijo una voz inconfundible, la de su maestro.

Dooku caminó lentamente hacia él, su rostro mayor que la escena que había vivido hace unos minutos, estaba corrompido por la maldad y el lado oscuro.

-Maestro, no por favor, no me obligue a enfrentarlo-

Dooku desenfundó su espada, no el sable verde que le había conocido de toda la vida, sino uno rojo, un signo más de su corrupción.



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En el texto hay: accion, star wars, jedi

Editado: 05.10.2020

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