Mientras ascendían por la escalera de piedra Haga comenzó a sentir una opresión en el pecho. Era diferente al dolor constante y palpitante de su costilla fracturada, sino más bien como si el mal presentimiento que había sentido desde que salieran de Coruscant aumentara progresivamente, consumiéndolo por dentro. Debió detenerse aún frente a la mirada recriminadora de su maestro.
-¿Que sucede Haga, estás herido?- el rostro de Hireth estaba serio, él también sentía la perturbación en la fuerza.
-Siento que algo terrible pasará pronto-dijo el joven padawan tratando de ocultar su miedo.
Haga siempre había sido un muchacho muy intuitivo, presentía las amenazas e incluso en ocasiones tenía sueños con mensajes premonitorios. La fuerza actúa de manera diferente en cada jedi, y con el tiempo había aprendido a confiar en los presentimientos de su alumno.
La cara del padawan palideció y cayó de bruces en la dura superficie de los escalones. Sus pupilas se movían agitadamente bajo sus párpados y la respiración era irregular. Hireth toco su frente, estaba caliente como un hierro hirviendo. La batalla había sido muy intensa para el muchacho, y las heridas perpetradas por el Gólem habían hecho merma en él. Pero estaban tan cerca y el futuro de la galaxia dependía de esta misión. El maestro posó su mano sobre el pecho herido del muchacho y concentrándose, le transmitió un poco de su energía. No lo curaría, pero le otorgaría un poco de confort y evitaría la progresión. Lo tomó en brazos y lo apoyó contra una de las desagradables esculturas del lugar.
-Volveré por ti cuando todo esto acabe- dijo mientras le acariciaba la cabeza- que la fuerza esté contigo-
Le dirigió una ultima mirada antes de comenzar a ascender al ultimo tramo de ese viaje. La escalera terminaba en una plataforma en donde se erigía una enorme edificación. Emitía un zumbido constante y poseía unas chimeneas que humeaban de manera intermitente.
-¿Que carajos pasa aquí?- pensó Hireth.
Una presencia maligna llenaba el ambiente. Sacó su sable de luz, momento justo cuando una silueta enorme, de más de dos metros de altura, caminaba lentamente desde la factoría, secundado de cuatro figuras vestidas con armadura roja. Parecían clones de la república, pero ¿como podía ser eso posible?. Se puso en posición de combate, mientras los clones desenvainaban unas espadas y cadenas de plasma incandescente.
-Finalmente haz llegado jedi, te estaba esperando. Veo que el Gólem y la bruja no lograron detenerlos- dijo riendo con una voz profunda y grave-¿y donde está el muchacho?, no me digas que ha muerto-
Hireth gruñó y apretó con fuerza su sable. Podía percibir que el gigante era muy poderoso, quizás el más poderoso al que había tenido que enfrentarse. Su rostro era pálido, podía ver las venas tortuosas recorrer su cabeza. Casi no tenía pelo, y pese a su tamaño, sus extremidades eran delgadas. Tenía aspecto enfermo, pero la maldad y la energía que emanaba le señalaban que pese a eso no estaba débil en absoluto.
-Te presento a la nueva guardia pretoriana- dijo él ser mientras se sentaba en el último de los escalones- serán la máxima fuerza de combate muy pronto, y ésta es una excelente oportunidad para ver si son capaces de enfrentarse a un jedi-
Los pretorianos agitaban sus armas amenazadoramente mientras avanzaban. Eran idénticos a los clones que conocía, sin miedo y listos para la batalla.
-Si verdaderamente son clones, deben saber que soy un general de la república, a cargo del escuadrón 307 y deben obediencia a su superior- gritó Hireth, pero eso no detuvo la marcha de los pretorianos- los Kaminoanos son leales al senado, jamás conspirarían creando clones para sus enemigos-
-¿República? ya no existe tal cosa, y pronto tampoco los jedis- dijo el gigante riendo con su voz profunda, momento exacto en que uno de los pretorianos atacaba con su cadena de plasma.
Era solo uno mientras los otros se mantenían al margen en posición de combate. El enemigo era rápido, la cadena se movía en cada costado y luego de frente. Una de las arremetidas había logrado golpear el pecho del maestro, rompiéndole parte de su vestidura e hiriéndolo superficialmente. Había visto a miles de clones luchar en batalla, pero jamas con la destreza de éste en el combate cuerpo a cuerpo. El movimiento de la cadena se hacía más rápido en cada movimiento, haciendo más difícil esquivarlo. No podía mantenerse en posición defensiva, por lo que saltó sobre él y lo ataco con su sable, pero fue bloqueado con ágiles movimientos. Siguió atacando, ayudado de la fuerza lo empujó desestabilizándolo, y cuando iba a dar el golpe de gracia, el clon dividió sus cadenas en dos, con lo que repelió el ataque a la vez que el maestro recibía una herida en el hombro izquierdo.
-¿Sorprendido jedi?- dijo riendo nuevamente el gigante pálido.
Mientras, Haga seguía inconsciente en los escalones donde lo dejó su maestro. Pese a estar en sueños podía sentir a su mentor luchar a la distancia. Fue cuando escuchó una voz desconocida en el fondo de su mente.
- Difíciles momentos se vienen en el futuro de la galaxia, querido padwan- dijo la voz misteriosa.
-¿Quien eres, como me haz contactado?- gritó Haga en su sueño, pero no recibió respuesta, más bien una serie de imágenes se materializaron en su mente.
La primera fue a su maestro Hireth herido expirando en sus brazos, mientras él quebraba su voz en llanto. No pudo distinguir el lugar, pero sabía que sería pronto. Después vio al Maestro Yoda combatiendo a una figura maligna con un rostro bajo una túnica negra, sin duda Darth Sideous, y ser derrotado. Posteriormente vio a todos los maestros jedi que conocía caer en combate uno tras otro. Finalmente desde la niebla y la oscuridad vio caminar hacia él una figura completamente oscura, usando un casco negro que cubría su rostro. El ser era imponente y temible, y mientras avanzaba lo vio encender un sable rojo, respirando pesadamente como si fuera una máquina. Fue la figura más aterradora que había visto en su vida o en sus pesadillas.