Presente…
La Revista Conexiones Modernas, un día antes de la fiesta había vuelto a captar la atención social al publicar su reciente artículo sobre la empresa de mi padre, HertConnect. El artículo destacaba los brillantes logros recientes de la empresa y las nuevas formas de conectividad que llamaban la atención de las personas que se mueven totalmente exigiendo encontrar a su otro igual.
Este evento prometía ser vibrante, repleto de júbilo y cercanía; que más adelante se mezclaba en un ambiente un poco diferente.
Esta noche Ricardo no pudo hacerme compañía por razones personales de que su hermana había enfermado y necesitaba estar con ella. Su marido no estaba en casa por motivos de trabajo fuera del país y sus hijos se habían ido de excursión unos días antes, por lo que estaba sola. Lo único bueno, es que Ricardo tenía mucho más tiempo, él había terminado su relación con su exnovia, que había durado más de año y medio… diciéndome que eso lo tranquilizaba más, además de tener que pensar demasiadas cosas, y que pasar tiempo con su hermana le iba ayudar a reflexionar, recapitular y retomar aquellas partes de su vida que había dejado a medias y sin terminar.
Me alegraba por él y por esta nueva faceta. Tenía todo mi apoyo.
Solo contemplaba con buen ánimo lo que se mostraba sobre una máscara que ocultaba mucho más. En cómo otros disfrutan con lo que hizo mi padre y en reconocer que, en cierto modo, la idea es suya. Cuando no era así. Pero así es como él lo hace.
A falta de mi soporte personal, tenía que ver la forma de poder defenderme solo.
No podía demostrar incomodidad, aunque la sintiera.
Ya no me era importante el avance o el afecto favorable de las personas a mi alrededor, aunque yo fuese su sucesor.
Antes de que llegara a por mí. Mi atención seguía centrada en mi celular. Más concretamente, en él. Deslizaba suavemente la pantalla, releyendo una y otra vez esos mensajes. No sabía dónde estaba mi ser. Lo que era seguro, es que estaba inmerso en otra vida, otra sensación, otro ser. Deseándolo. Pero todo eso se vio interrumpido. Recordando mi conversación con Micaela minutos antes:
—¿John?
Micaela se acercó con una expresión dudosa.
Aparté la vista del celular y la miré con cierta deficiencia y confusión. Dejé de hacer lo que estaba haciendo. Parecía yo esconder algo que, al instinto materno de ella, se hacía muy evidente. Sonreí. Ella lo notaba, yo lo notaba, ¿qué más daba?
—Disfruto de la fiesta —digo un poco vacilante.
En realidad, estaba inquieto, con ánimos más de salir corriendo que de quedarme un minuto más. Volteé un momento para extender la mano hacía la barra e intenté coger un mojito.
Sus ojos siguieron mis movimientos y enarcó una ceja.
Me tensé.
—A mi uno, por favor —pidió.
Desvió ligeramente la mirada y observó al barman cómo le prepara su bebida.
—¡No te distraigas mucho, vale!
Parecía desconcertado.
—¿Por qué lo voy a hacer?
—No lo sé… ¿Me lo dices tú?
Me señala el teléfono con la mirada.
Vale, ya lo entiendo.
—No lo haré, si es eso lo que te preocupa —dije divertido.
—No me preocupa eso —espetó, y luego se volvió para ver en dirección a mi padre, que estaba entre un grupo de personas —Odias que te lo digan, ¿no?
—Un poco —digo, y luego di un sorbo a mi mojito.
—Me resultaba difícil de entender. Por no hablar del hecho de que estábamos en medio de un momento así —Micaela seguía mirándome, sin apartar los ojos de mí ni un momento. Se lo agradecí—. Una madre sabe cosas que ni siquiera sus hijos saben. Procura mantenerte tranquilo.
Tomo su trago, se acercó y me dio un beso. Decidió no tentar a la suerte. Me dio la espalda y continuó con Erika y Carlos, quienes no fueron tan discretos al preguntarme si quería unirme a ellos. Por lo que les aseguré que, tal vez, en un rato lo haría —si ese momento realmente llegaba o había que ocasionarlo—. Dos opciones lo suficientemente factibles, que conducían mi vista a otra zona del salón.
Por una extraña razón, sentía que el escenario se parecía al de aquel día…
Ese día, cuando Micaela se marchó con una expresión de consternación en el rostro, haciendo una pose con un atisbo de alegría —que ella mismo se obliga a ponerse— antes de cerrar la puerta. Quería que sintiera tranquila y que supiera que yo estaba ahí para ella.
Al tomar los papales que me había dejado, esto solo mostraban gráficos estadísticos. Algunas nuevas proyecciones de lo que se espera conseguir con la actualización de la aplicación de la empresa. Lo que no tenía mala pinta.
Anoté una que otra cosa en mi libreta para tener presente en caso de que sea necesario y pasé a otros asuntos pendientes. Ahí entendí que no se debe omitir absolutamente nada, ni un punto, ni una coma, ¡nada! Y nada era lo que se mostraba en esos archivos, y por eso los deje a un lado. Pero todo se sabría después.