—Solo quiero algo fuera de eso: trabajo, trabajo y trabajo. ¿Parece que estás haciendo lo mismo?
Sus suposiciones son lógicas. Asiento con la cabeza.
Llevábamos un rato en la barra y nos habíamos tomado unas ocho copas entre vino, Martini, Vodka y algunos aperitivos junto con unas caladas de risa… Era como si no hubiera pasado nada entre nosotros. Como si todo se mantuviese intacto, como si el tiempo, la ruptura, la distancia y la separación nunca existieron. Me volví hacia el barman y le hice otro pedido para que me prepare algo con Vodka. Luego vuelvo hacía a él para ver los pómulos de su cara algo rojos.
—Espero que este Martini me dejé revelar mucho más esta noche.
Parecía estar solo hablando con su bebida, aunque indirectamente lo entendí como si estuviera intentando decirme algo. Se lo bebió de un trago. Iba por otro. Le detuve la mano.
Okay. Suspiré un poco. Esto iba a ir un poco más allá de lo que habíamos acordado esta noche.
—¿Por qué haces esto? —Le miré a los ojos y vi que intentaba apartar la mirada. Se cubrió la cara con las manos y soltó un pequeño grito ahogado, mientras se pellizca el tabique de la nariz.
—¿A caso tu no quieres? —replicó.
«No de esa forma». Quería decir, pero me salieron otras palabras.
—Mírame. ¿Por qué?
—Sólo quiero emborracharme y olvidarlo. ¿No puedo? ¿No puedo estar contigo?
—Sí, puedes, pero... Pero no así.
Señalé todo su ser con mis manos.
«No así, no así, no así…».
Me estaba ahogando internamente.
—Para mí, es la única puta manera. Esto es ridículo. Mierda. ¡Mierda! —terminó de decir, intentando moverse con la intención de bajarse de esa silla y salir del pub.
No puedo dejar que se vaya. No esta vez.
Le agarré del brazo y tiré de él para poder movernos de lugar y se sentara en un sillón, lejos de la barra, las mesas y el resto de la gente. Pensé por un momento si sentarme o no a su lado, pero viendo cómo estaba de pie, sentí realmente la necesidad de hacerlo. Me senté de todos modos. Hasta quedar inmóvil cuando apoyó su cabeza en mi hombro.
—A veces es mejor mantener las cosas así. Es la única forma de poder controlarlas.
Se quedó sin moverse por un largo rato; hasta que el tiempo alcanzo para ver cómo el lugar se vaciaba lentamente. Quería pasar mi mano por detrás de él, tocarle los hombros y acariciarle el pelo, pero no quería incomodarle, ni incomodarme yo.
No esperaba esto.
«Pero supongo que está tan solo como yo», pensé.
Fue entonces cuando su móvil empezó a sonar. El ritmo de las vibraciones me sacó de mis pensamientos hasta que volví a oír su voz:
—¿Podrías descolgar y decir que estoy bien? —pidió.
¿Y si fuese su padre…?
Lo pensé varias veces, preguntándome si podría hacerlo. Pero cuando saqué su móvil del bolsillo de su traje, la pantalla mostraba una foto suya con un chico, los dos guapos, posando como Judy Hopps y Gideon Grey, de Zootopia, donde ponía el brazo sobre la cabeza de John; y en su nombre de pila había dos emoticonos: uno de dos hombres juntos y el otro de un corazón.
«Se los ve felices».
Sonreí un poco, sintiendo que me pesaban un poco los ojos. Pero teniendo en cuenta su estado, tragué saliva y contesté la llamada.
—John, ¿dónde estás? Recibí tu mensaje sobre Marc.
Me quedé en silencio cuando oí mi nombre. Miré a John, con la cabeza todavía inclinada, los ojos cerrados, aún sobre mi hombro. ¿Qué diría de mí? No dije nada. Incluso en ese silencio, él siguió hablando.
—Amigo mío —sentí un ligero alivio al oír esas palabras. Continúo—: Sé que te resultará difícil volver a verlo. ¿John, estas ahí?
Okey, no podía seguir con eso. Así que acerqué móvil al oído de John. Tenía que respetar su intimidad. Me era suficiente con haber oído eso. No escuché nada de lo que dijo. Solo miré cómo John respondía lentamente a lo que decía. Parecía sentirse más tranquilo cuando oía su voz. «¿Así que es difícil verme?». Ahora era yo el que quería irse, y me sentí un poco desplazado. Pero escuchar su confesión me paró en seco.
—Tiene sentido.
No era porque no quería estar conmigo. Sino el simple hecho de tener que entender que lo había hecho sentir así y por qué había actuado así. Eso agitó mis emociones. El pecho se me oprimió inexplicablemente. La música también se puso fuera de lugar. En el fondo de mi mente, estaba seguro de que aquellas palabras no eran más que una cortina que tapaba los detalles más íntimos de su vida.
Desvié mi atención por un momento hacia la esquina del pub, donde estaba el barman limpiando el desorden que acababan de hacer unos chavales.
Dejé que John siguiera hablando por el móvil. Había dicho lo que quería que oyera y parecía relajado. Mientras yo seguía sin poder explicarle cómo me sentía. Tal vez ni siquiera tenía la oportunidad de poder explicárselo aquella noche. Todo era un maldito y jodido caos. Opté por dejarlo solo un rato, luego ir al bar a tomar una copa y asimilar mis sentimientos.