Stay

Solo procura que te haga feliz

Aquella mañana, el sol brillaba a través de las cortinas e iluminaba la habitación de una forma que parecía demasiado brillante para mis ojos sensibles. El olor a alcohol llenaba la habitación, recordándome el exceso de bebida de la noche anterior, acompañado de un insoportable dolor de cabeza. Pero me sentía bien. Me sentía feliz.

Me levanté con cuidado, sintiendo el dolor de cada músculo y el eco de cada uno de mis pasos resonando en mi cabeza. Cuando oí que mi madre llamaba a la puerta del dormitorio, dejé escapar algo parecido a un gemido y le hice una señal para que entrara. Abrió la puerta con cuidado, mientras trae consigo una bandeja con una jarra de agua y unas pastillas.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó en tono comprensivo.

Intenté sentarme en el borde de la cama.

—Me siento como si me hubiera atropellado un tractor. Recuérdame que no beba demasiado.

—¿Te lo has pasado bien? ¿Qué tal la salida? ¿Tienes una gran sonrisa en la cara?

Parecía interesada en que le contara lo sucedido.

—Solo fui al pub, mamá. Me lo he pasado muy bien.

Intento no querer soltar más de lo normal. ¡No voy a soltar más de lo normal!

—Bailé mucho… y eso.

—¿Bailaste?

Abrió los ojos con interés. «No voy por ese lado. ¡Madre mía!», pensé inmediatamente. Caí en cuenta. Lo procesé. Cualquier cosa que dijera iba a hacer una gran escena en su cabeza, si no la pensaba bien. «Bailar», ¡Por el amor de Dios! Le he dicho muchas veces que no me gusta bailar. Bueno, fue como abrirle un camino al cielo.

Seguí observándola.

—¿Conociste a alguien interesante? —fue muy directa y esperaba encontrar un lado positivo a eso.

—Sí, y NO daré más detalles. Lo dejaré así, si eso es lo que buscas.

—¡Oye!

—Llevas mucho tiempo pidiéndome que encuentre a alguien que te dé nietos —dije divertido, cogiendo un vaso de agua y las pastillas. —Pero ya sabes que eso aún no entra en mis planes.

Frunció ligeramente el ceño. Sabía que le molestaba que dijera eso.

—Mira cómo me tratas —comenzó su teatralidad. Le había sido totalmente sincero. ¿Qué esperaba?

—Solo estoy siendo honesto. Por favor, no me tortures con esto.

—Necesito nietos.

—Y yo necesito que entiendas que no estoy listo para eso.

—¡Vale! No estoy de acuerdo con eso, pero está bien. ¡Pero dame nieto! ¡Dime que algún día me darás nietos! Y espero no estar muerta para eso.

—Sí. Pero ya déjate de decir eso. Vivirás muchos años, tenlo por seguro. Sí, sí, tendrás nietos —dije.

Se le dibujo una sonrisa de oreja a oreja. De alguna manera sí quería tener hijos. Así que no le mentí. Lo admito, en el fondo sabía que, si mi madre oía el nombre de John, podría cuestionarme. Me rasque un poco la cabeza.

—Solo ten en cuenta que lo importante fue que me divertí. Conocí a alguien sí, que seguramente conocerás pronto —«aunque ya lo conozcas». ¿Cómo puedo decírselo? —Y con esto segundo, solo te pido que le bajes un poco a tu intensidad de querer se abuela. Pero, ¿qué pasaría si…?

Okay. No sé qué estaba haciendo. ¿Por qué mi bendita boca quiere decir otra cosa? Lo pensé. ¿No?

—¿Sobre qué?

—Si… Si quien me gusta —hice una breve pausa, tragué saliva y respiré hondo. No creo que pueda hacerlo—, estuviera fuera de tus ideales —dije tan deprisa que casi no me doy cuenta.

Guardó silencio un momento.

Vale, me entró el pánico. ¿Era bueno salir corriendo? Miré a la puerta un momento. Estaba abierta. Pero ella estaba en el medio. En este momento, insertar la imagen de la pintura de El Grito de Van Gogh.

Ella pareció suspirar. ¿Por qué lo dije? Sentí que mi alma dejó mi cuerpo ese momento.

—¿Qué quieres decir con alguien que no se ajusta a mi ideal?

—Olvida lo que he dicho —la miré un poco perdido.

Quería mantener mi promesa con John sobre nuestros padres. Pero ella era mi madre. Justo cuando reflexionaba sobre esto, vi que el móvil sobre mi mesilla de noche me daba un atisbo de consuelo. Hice una larga pausa sin escuchar a mi madre, hasta que sentí su ligero calor en los músculos de mis piernas.

—Vamos a desayunar.

Su voz parecía sonar bastante frágil.

Debí de destrozar sus sueños. Pero al cabo de un rato, fue como si no me hubiera oído, y me trató como siempre.

Mientras desayunábamos en la terraza, me acordé de muchas cosas. Mi madre se veía tranquila. Sin duda, el café me rejuveneció. Pero, al notar que seguía mirándome fijamente, hice una pequeña jugada con los ojos para no mirarla directamente. Bajé la taza de café y la puse sobre el platillo.

—¿Sigues pensando en lo que te dije hace un rato? —Me da un poco de vergüenza preguntar.

—No estoy pensando en eso.

—Lo siento.

—¿Por qué te disculpas?




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