Acordamos que no tardaríamos mucho. Miré a Micaela con curiosidad mientras subía al coche.
—Llévame a casa —dijo con una voz llena de seriedad.
La petición me sorprendió un poco. La miré inquisitivamente.
—¿No íbamos a ir a la oficina como habíamos prometido?
—Tu madre no está aquí —suspiró, estirando la mano para tocar la mía—. Tengo un hijo de veintiún años y algo que he aprendido como madre a lo largo de los años es a reconocer la incomodidad a kilómetros de distancia —explicó con mucha calma—. También sé cuándo hay segundas intenciones. Esto del contrato es verdad —continuó, abrochándose el cinturón—. Has de estar muy al tanto de ello.
Me quedé mirándola, sin entender de qué estaba hablando. Micaela coge su bolso y lo abre para sacar su desmaquillante. Mueve el espejo a su sitio y continúa mirándose mientras sigue hablando.
—El contrato está en manos de los chicos.
—¿Pero?
Permanece en silencio. Saca un pañuelo húmedo y empieza a limpiarse el carmín de los labios.
—Es algo de lo que no tienes que preocuparte. Será mejor que me vaya a casa a descansar. Liam tiene partido mañana y quiero tomarme el día libre. Me estoy cansando un poco de mi trabajo y creo que podría dejarlo. Pero, aun así, quiero hacer las cosas bien. Se lo prometí a tu madre.
Mientras la veía hablar, pensé para mis adentros que hablaba de manera correcta, a diferencia de cómo actuaba allí dentro. Hasta que decidí arrancar el coche.
—¿Por qué haces esto ahora? —inquirí.
—¿Qué no querías que hiciera? —espetó con otra pregunta.
—No hay necesidad de hacer esto.
—Si no crees que es necesario, entonces vuelve atrás. Puedo explicarle a tu padre muchas de las razones por las que estoy haciendo esto. ¿Crees que puedes explicarle algunas de tus razones?
Atacó donde menos debía. Esas palabras me dolieron un poco. No puedo decirle nada más. Además, ¿por qué cuestionarla? Ella hizo lo que yo no pude, por más que lo intenté.
Su piso era pequeño, pero tenía todas las comodidades que necesita una madre soltera y una vida bastante regular fuera del trabajo. Es clásico, elegante y lleno de vegetación; ya que, Micaela es una fanática de las plantas. Es el piso más verde de todo el edificio.
—Mírame —se acercó, poniéndose sobre si misma esa camisa de protección, mientras nos quedamos en el umbral de la puerta a medio abrir—. Tómate todo el tiempo que necesites para pensar las cosas
—Es-este —parecía inseguro.
—A veces pensamos más en nuestros propios intereses que en los de nuestros hijos. Ha sido una época dura y tendrías tus razones para no volver y, ahora que has vuelto, pareces aún más inseguro. No sé lo que estás pensando. ¡No me importa! Le prometí a tu madre que no me importaba lo que pasara después, yo cuidaré de ti, no necesitas presionar algo que no quieres, y él no necesita presionarte a ti.
Bajó su mirada para observar a Liam que está en el sofá, jugando en la Tv; ya que estaba de vacaciones y aprovechaba para poder visitarla.
—Si me necesitas, aquí estoy. Y no me molestare darle una patada en el culo a tu padre si hace falta.
Sobre este último punto, habló con franqueza.
Sus palabras tocaron una fibra sensible en mí y le sonreí, sintiendo que me brillaban los ojos, y le abracé. Puede que algunas cosas no cambien de la noche a la mañana, y espero poder encontrar algún día a mi padre, al que tanto echo de menos. Pero lo que importa ahora es cómo me siento.
—Esto me está cansando demasiado —dije sin remordimiento en esas palabras. Me aparté y la vi a los ojos: a esos hermosos ojos que me muestran su amor. Con algunas lágrimas rodando por mis mejillas, recordé por qué había decidido volver en primer lugar. ¡Lo recordé, al fin! Sentí un atisbo de tranquilidad.
—Tu padre seguirá siendo tu padre, aunque no le gusten ciertas cosas. Y tú seguirás siendo su hijo por mucho más que eso. Sé que te quiere y tal vez en la vida no le han enseñado como manifestarlo, y algún día entenderá todo esto por mucho que me cueste entenderlo a mí. Has crecido de verdad, John. Ya no eres un joven a merced de los demás. Eres un hombre capaz de tomar tus propias decisiones. Sé que Marc ha vuelto a tu vida y te ha hecho pensar y mover tu corazoncito. De todos modos —hizo un gesto con la mano—, ve, tómalo, ví-ve-lo, siéntelo parte ti, y ya no dejes que los años pasen, guárdatelo todo para ti. Tu padre tendrá sus ideales, pero, carajo. ¿Quitarle a su hijo lo único que le importa? Esa relación la estás viviendo tú. ¡Que mierda importa! Además, esa chica Samanta, es linda, pero no me gusta que esté contigo.
Me quedé pensando en esas profundas palabras, pero lo único que pude decirle fue:
—A mí tampoco me gusta ella. Tenemos algo en común, así que no me siento mal por ello.
—No tienes que decírmelo. Eres como una mosca en su telaraña, por el amor de Dios.
—¿Se va John? —dijo Liam desprendiéndose de la videoconsola.
Después de todos estos años, creció tanto que ni yo mismo podía creerlo. Los músculos torneados, la cara contorneada, el pelo despeinado durante casi toda su vida, y ahora el pendiente en la oreja izquierda.