Los papeles estaban en mis manos y Andrew me miraba molesto.
—Existe algo llamado privacidad.
—Buscaba mi celular.
—Oh y seguramente está entre las letras de mis canciones, ¿no?
Quería que en ese momento el suelo se abriera y me succionara y desaparecer. Ahora Andrew creerá que soy una loca que buscaba entre sus cosas. Se acercó a mí y me arrebató las hojas de las manos para después guardarlas en un cajón.
—¿La escribiste para alguien? —me atreví a preguntar.
—Eso no te importa.
—Me importa. Por alguna razón que aún no entiendo, me importa.
Sus ojos pasaron de ver al suelo a verme a mí sin poder creer lo que acaba de decir.
—Supongo que elegiste un mal momento para confesarlo —dijo y después se acercó a la puerta de su habitación invitándome a salir.
¿Qué? Me está pidiendo que me vaya después de lo que le dije. Bien, eso era justo lo que necesitaba para alejarme de él. Él dijo que buscaría mi celular y me lo daría, pero lo único que quería en ese momento era estar solo.
El día transcurrió con normalidad, hasta la media noche. No podía dormir, a diferencia de Amber quien lo hacía plácidamente. Pasaron las horas y aproximadamente a las tres de la madrugada escuché el ruido de un vaso de cristal quebrarse. Salí cautelosamente de la habitación y al parecer yo era la única en todo el departamento que escuchaba los ruidos extraños en la cocina.
Seguí avanzando al darme cuenta que la cocina estaba sola. Los cristales del vaso estaban esparcidos por el suelo.
—¿Ahora qué, Hailey? —escuché su voz a mis espaldas. Rodeé los ojos y me volteé.
-Solamente vine a ver qué estaba sucediendo.
Se acercó a mí y puso algo en mi mano. Tardé un par de segundos en darme cuenta de que era mi celular. Él estaba apunto de regresar a su habitación, pero de la nada se detuvo y sin dar la vuelta habló.
—Ah, y sí. Sí escribí esa canción para alguien —dio media vuelta y me mir—-. Por primera vez sentí la inspiración para escribir una de esas ridículas canciones de amor.
Ouch. ¿Andrew estaba enamorado? Me gustaría pensar que era de mí, pero eso era ridículo, principalmente por la manera en la que me trató hoy.
—Es raro, no me imagino un Andrew enamorado —dije.
—Nunca dije que estuviera enamorado.
—Entonces creo que nunca podré entenderte.
—Nadie lo hace —respondió con esa fría mirada que me hacía ponerme nerviosa.
Editado: 18.11.2018