Enero, 2013
Andrew.
—Vamos, camina rápido, pareces anciana —me gritó Ernest, el vocalista de Keep It Real.
Había una gran tormenta y nosotros la estábamos atravesando como si fuésemos peces. Bueno, Ernest lo hacía. Yo caminaba con la capucha de mi suéter puesta intentando cubrirme del agua helada que caía.
—¿No puedes dejar tus malditas drogas un segundo? ¡Mira esta tormenta!
Ernest tenía un gran problema con su consumo de drogas. Lo peor era que me obligaba a acompañarlo a comprarlas.
Llegamos a una bodega. Todo oscuro; Ernest hizo sus negocios y yo me quedé afuera a fumar. Entonces ahí estaba ella. Nathalie con su hermoso cabello rubio y esa sonrisa angelical.
—¿Por qué tan solo, gatito? —dijo acercándose a mí en un tono burlón.
—Sabes que no me meto en los asuntos de drogas. Sólo cargo con el dinero de Ernest.
Me quitó el cigarrillo y comenzó a fumarlo en mi cara. Me encantaba.
—Ernest es un hombre. Tú un niño.
Jugaba con eso desde que nos conocimos. Ella era cinco años mayor que yo, y me tenía loco. Jugaba con el cigarrillo entre sus dedos mientras sus grandes ojos azules me observaban intrigada.
—Es curioso que cuando estamos solos no pienses lo mismo.
Ella río. Mierda su risa me encantaba al igual que toda ella. Ni siquiera sé porque aún no es una modelo. Era perfecta. Varias agencias la habían llamado para ser imagen de sus productos y ella los negó todos. Ella solamente era imagen de la empresa discográfica de su padre.
—¿Por qué no entras y pruebas un poco? —me incitó a comprar droga.
—Sabes que no lo haré.
—No seas un niño, gatito. Sé un hombre por primera vez en tu vida —dijo acercándose a mí para jugar con mis labios.
—Mejor vámonos, tú y yo solos.
Ella lo pensó por unos segundos, me miró y comenzó a reír tímidamente.
—Mi padre te matará, ¿lo sabes?
—Valdrá la pena.
Sus besos me llevaban a la gloria. No necesitaba ninguna otra droga, más que ella. Me hacía tan mal pero me hacía sentir feliz. Creí que era la indicada.
Ese día su padre nos descubrió. Me golpeó a más no poder y dijo que Keep It Real ya no tendría empresa discográfica. Yo estaba tan jodidamente enamorado, que eso ni siquiera me importó. Sólo quería estar con ella. Sin importar el precio.
Ella me controlaba a su antojo. Yo hacía todo lo que ella pidiera. Todo.
—¡Gatito! —me llamó con un cigarrillo en la mano— necesito mercancía.
Y ahí estaba yo. Haciendo negocios para darle a ella lo que quisiera. Así me involucré. Hasta que un día todo se salió de las manos.
Todo terminó en sangre.
Editado: 18.11.2018