Stellar: La última constelación

Capítulo 3: Fuga e Historia

Pólux:

No sé en qué pensé, llegué a la parada, revisando los carteles me llevé la desagradable sorpresa, de que los autobuses en este pueblo no pasan hasta las siete de la mañana. A esa hora mis padres ya se habrían dado cuenta de que me fui. El silencio en ese lugar era fascinante, no había casas a la vista, un solo farol de luz amarilla, no usaba bombillo, un solo orbe dentro de una caja finamente decorada en forma de un ilustre diamante, el orbe se movía muy levemente de arriba abajo, un movimiento casi imperceptible, diminuto y hermoso.

Pero la luz que emitía, era un firme recordatorio. Las estrellas hicieron esto, los astros nos vigilan hasta en el lugar más alejado, nadie está a salvo, ni siquiera yo.

En el año 2042, el mayor desastre de la tierra vino de las estrellas, seres idénticos a nosotros, sin diferencia alguna, quizá. Solo su lugar de origen, se hacían llamar "Stellar".

Se desató la guerra, un país del norte batalló hasta el final, ahora nadie sabe su nombre, casi todos los países cedieron y renunciaron a sus títulos para unirse al sistema sectorial más grande, la mitad de la población humana murió en la guerra, las formas de vida animal se vieron forzadas a mutar para adaptarse, pero también la mayor parte quedó extinta luego de algunos años, ahora solo quedan vestigios de lo que solían ser.

El camino se hace más oscuro, ya no hay faroles a la salida del pueblo, solo una carretera en línea recta hasta la provincia de Sirrah, caminos de Inconel, conectados directamente a las líneas enérgicas de cada ciudad, mueve vehículos, y ayuda en las plantas de procesamiento químico de la nación, Cepheus es la nación química, la nación de los inicios.

Miro el camino, el negro total es aterrador, no hay manera de pasar, si las patrullas ven a un ciudadano fuera de su sector a una hora inadecuada puede ser forzado a trabajar en las plantas de procesamiento. Me siento a un lado del ultimo farol, de rodillas al piso busco en mi mochila algo que pueda comer, es la mochila que mi padre me dio a los siete años, tiene un parche de tela con un extraño ratón con pantalones rojos y guantes, es perturbador, y agradable al mismo tiempo.

Sonrió al inusual parche y saco una bolsa con semillas de girasol. Mientras hurgo en la bolsa miro alrededor, solo esperando, una señal, un sonido, un rastro de vida.

Nuevamente el cielo esta brillante, como todos los días, perturbadoramente perfecto, brillante y hermoso.

Y de pronto "¡PUM!", un sonido en seco, como un golpe metálico, un hombre mayor, quizá unos sesenta años o hasta setenta, vestía una camisa azul y pantalones raídos sujetados con una cuerda de cobre fino. Estaba descalzo y subía a una especia de vehículo grande, con solo dos asientos, la pare de atrás era como una caja boca arriba, era una antigüedad, y no hablo del anciano.

No lo pensé bien, definitivamente no lo pensé bien.

Juraría ante la luna que preferirá que las patrullas me llevaran a las plantas químicas a perder la vida lentamente.

 



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En el texto hay: musica, accion, aventura

Editado: 31.07.2020

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