Pólux:
Asco, era lo que tenía en ese momento, la única palabra que describe mi sentir en el instante en que subí al vehículo de ese enfermizo anciano.
Mi estomago se revolvía, no sé qué es lo que haría el con lo que traía a mi alrededor, pero el olor era nauseabundo, el sudor corría por mi frente mientras más avanzábamos peor me sentía, la completa oscuridad de la carretera solo alumbrada con unos pequeños faroles ocasionales hacían menos dura mi estadía. Las manos pálidas sobresalían de sus bolsas, tiesas y grises, con las uñas negras. En una de esas extrañas bolsas caía cabello largo y rubio, opaco ante las luces de los faroles, se desprendía ya sin fuerzas, víctima del aire y la velocidad del viaje, mismo que se llevaba el nauseabundo olor y la tétrica idea, de que los cuerpos de esas pobres mujeres irían a acabar en la planta de desechos residuales sin más utilidad que tratar de reanimar la ya muerta tierra.
Era la ley, si eras encontrado realizando actos impuros, eras inmediatamente ejecutado y tu cuerpo iría a parar en un bien común, las plantas de desecho residual, ahí tu cuerpo es aprovechado al máximo, para que la tierra recupere un poco de su antigua gloria.
−Abono de ricos – Susurro mirando las estrellas, una hermosa luna creciente se asoma. Y pienso en los que están allá, los afortunados que lograron salir de aquí para llevar la vida tradicional que teníamos, exiliados en la luna, sin nada más que lo que ya conocían hace casi cien años.
Los más afortunados van a Cepheus, donde cumplen roles de importancia, curanderos, maestros, maquinistas, creadores, animadores, todo aquel que pueda preservar y facilitarla vida en la nación va a Cepheus. Y ese es el destino que he elegido también.
Cepheus, la nación más grande y la primera colonia también llamada la tierra del inicio o "El vientre muerto", por razones obvias.
El vehículo se detiene, quedo paralizada, sin saber que hacer la puerta del piloto se abre, mis ojos solo pueden seguir la silueta del verdugo de prostitutas que baja lentamente, se acerca a la parte delantera de la máquina, donde levanta el metal, no sé qué hace, pero es obvio que hasta aquí llegamos, veo luces distantes a mi derecha, y con un triste suspiro y alarmado pulso me bajo, dejando atrás una última mirada a las desafortunadas mujeres que pasaran a formar parte de la tierra.
Corro a terreno vacío, la noche me escuda, no llevo nada lo suficientemente colorido para llamar la atención, a excepción del parche del colorido ratón en la mochila.
Y ahí lo escuche, claramente, un silbato, un sonido fino y liso, limpio, similar a una flauta, sim embargo estridente y alarmante, me han visto, y aún peor, vienen por mí. Mis piernas reaccionan, logro acelerar el paso a duras penas, soy delgada, de piernas largas, mido 1.65. y, sin embargo; tengo una condición física que no resalta. Busco desesperada un lugar para ocultarme, ya oigo los gritos de los patrulleros hacia mí, son veloces, me alcanzaran sin duda, sus gritos se agudizan, los pasos se aproximan y las luces que vienen con ellos finalmente me señalan, siento que la luna me delata.
Y de repente, solo veo luz.