Capítulo 11: La que no murió

"El manto del cielo llora, la ira del sol se desata, ante aquellos que rompen su palabra, y beben de las lágrimas, de la Luna pecadora"

Pólux:

El estallido del cristal en el asiento trasero hace frenar el auto, el cual derrapa regalándonos el rechinido por el contacto directo que los neumáticos tienen en el camino de Inconel, la sacudida brusca acompaña la mala mezcla de sensaciones, al detenernos casi por completo observo rápidamente fuera de la ventana, sin recibir ninguna imagen, girando mi aturdido y armado cuerpo noto a Antares, con los ojos más abiertos que jamás noté, sus manos aferradas al volante, temblando y sus dientes rechinando, su pánico era evidente, de pronto el silencio en el asiento trasero me aturdió, al voltear aún más mi cuerpo noté la ausencia de Hamal. El miedo tomó forma en mi cuerpo, la puerta del asiento trasero, específicamente la derecha estaba abierta, y los vidrios de esta, estaban destrozados.

─Se la llevaron ─ La voz de Antares se escuchaba temblorosa, entrecortada.

─ ¿Quiénes?

Pero el silencio que asumió me dio lo que necesitaba, sin respuestas y aterrada salí del auto, un camino falsamente decorado con Grass plástico se extendía a kilómetros, sin más que algunos árboles igual de falsos, sin señales de que o quien nos atacó, o sin saber siquiera si nos atacaron. Un olor singular invadía el ambiente, no era el caucho de los neumáticos eso era seguro, pero el Inconel del camino, aunque siempre impoluto, tenía algo diferente, de rodillas al suelo observe paciente el camino, un leve vapor emanaba de él, similar a la reacción causada por la fricción de las llantas.

─ Bien, toca ir a buscarla.

Antares salió del auto lo más rápido posible.

─ Lo dices como si solo la recogiéramos de su primer día de escuela ¡Enloqueciste! ¡Mira cómo está mi auto! ¡Ni siquiera sabemos a dónde fue!

─ Sí, sí sabemos, el vapor que sale de las marcas de Inconel hace un rastro, como un sendero, pero más sutil, solo lo seguimos, traemos a Hamal y buscamos el mapa. ─ Mi voz optimista y mi mirada decidida, junto con el sol en mi piel me daban una sensación de poder y liderazgo, que nunca había tenido, mamá y papá eran y siempre fueron las más fuertes y únicas figuras de poder y autoridad que tuve en mi vida, justos cuando lo necesitaban, las dos caras de la moneda, perfectas para el equilibrio, mamá, amorosa, comprensiva, un tanto sensible, mientras que mi padre firme, justo, un hombre imponente y respetable, ambos una pareja honorable, criaron a una hija, cuyos principios iban a cambiar.

─ Estás loca.

Y mi aire de liderazgo se fue tan pronto como llegó,

─ Ella es como nosotras, es una Stellar, es una mujer, es una chica que igual que tú y yo estamos solas buscando lo que sea que esto sea. Si, estoy loca, pero está loca irá a buscar.

Un suspiro acompañado de una leve sonrisa iluminó el rostro de mi compañera, Antares iría conmigo, con lo que pasamos, solo nos quedaba aferrarnos a lo poco que teníamos.

A regañadientes Antares acepto que usáramos su auto, que pese a las condiciones seguía luciendo fabuloso, debíamos conducir a una velocidad media, constante, para que el vapor que apenas se notaba, no se disipara, lo que nos traía as desventajas que cualquier otra cosa, ya sin tiempo ni paciencia aceleramos, solo era una línea recta, imposible fallar.

Hamal:

El estallido fue inminente, un rostro encapuchado, estático en la carretera, al instante de nuestro paso, un disparo, un sonido, y un grito.

Sus manos fuertes me sacaron del vehículo apenas segundos antes de que este frenara en su totalidad, y reconocí la silueta, y el terror me invadió, la marca en mi mano se encendió, y el Inconel bajo mis pies humeaba, como una latente advertencia, de repente, un brillo leve, y Pólux, Antares, el auto y el ambiente ya no estaban. Una sensación similar al mareo se apoderó de mi cuerpo, ya l detenerme n un punto oscuro, mi estomago regreso todo lo que había en su interior de manera escandalosa, el olor era aún peor, me causaba más asco, como si eso no fuera suficiente.

Una mano cubierta en un guante de material brillante, semi perfecto, mi vista vaga directamente a los ojos de aquella persona, sus largas pestañas y ojos oscuros chocan con los míos, y mi mano se lanza descarada hacia su cuello, intentando inútilmente causarle el dolor que sentía en mi interior, sin algún tipo de esfuerzo simplemente giro la cabeza, como si mi intento fuera burdo, y lo era.

Sus piernas ágiles retroceden y vigilante lleva una mano a su espalda, la acción más común que encontré fue ponerme de pie, la marca en mi mano irradia un brillo precioso, entre un celeste tenue y un blanco puro la constelación de aries se materializa en mi mano derecha, y su brillo se extiende, hasta la punta de los dedos, mis ojos desesperados, irradiantes de ira buscan alrededor un objeto metálico, algo para transformar, algo para dañar.

─ No gastes fuerzas.

Una voz dulce, armoniosa, la voz de una niña llama mi atención, pero mi cuerpo sigue frente a frente a la figura oscura, cuando mis ojos la buscan no está.

─ No te alteres Hamal

Giro mi cuerpo para encontrarme a una muchacha casi de mi edad, delgada y de piel blanca, sentada sobre una precaria silla de piedra, a su lado, la figura desconocida, se quitó la capucha, una muchacha, alta y morena. Ambas sonreían tranquilamente observándome, como si me conocieran de toda la vida, sus ojos, sin malicia, sin malas intenciones, ojos de amigas.

Pero solo una cosa, las amigas, se conocen, NO SE SECUESTRAN.

─ No me hablen como si me conocieran, no sé quiénes son, y no me importa.

─ Somos, o soy, el motivo de tu búsqueda.

La marca en mi mano detuvo su brillo, mis ojos fijos en la pequeña muchacha, su sonrisa amplia me aterró.

─ Me presento ─ Se puso de pie, ayudada por la muchacha de traje oscuro y grandes pestañas, su cuerpo se tambaleaba y al girar levemente la cabeza. Una marca simétrica recorría su cuerpo, lo notaba a pesar de la ropa.