02| Mi Primo Miguel
Podía observar a mi padre hablar con Stiles y Scott en su oficina, sin embargo, no lograba comprender lo que decían.
Mi tía Anna me había enseñado, mucho tiempo atrás, a leer los labios para poder tener una ventaja sobre el enemigo. Con el tiempo, yo había perfeccionado mi técnica dejando las lecciones de mi tía a un lado. Se me daba muy bien descifrar palabras que salían de la boca de cualquier persona sin escuchar lo que en verdad se decía, pero el día de hoy me había dado por vencida; pues el cuerpo de Scott me impedía ver los labios de mi padre.
Estaba tan concentrada en la conversación que mi padre tenía con mi hermano y Scott, que no me había percatado de que estaba sentada en el banco junto a ese chico cuyo supuesto apellido era Hale.
—¿Por qué estas aquí? —preguntó, sobresaltándome. Volteé a observarlo, me miraba sumamente concentrado en mi rostro a lo que lo miré con una ceja alzada.
¿Qué carajo estaba haciendo?
—Estoy aquí porque mi familia me necesita. —respondí, evitando la mayoría de la historia. No tenía porqué contarle la autobiografía de mi familia a un muchacho que apenas conocía. — ¿Y tú? ¿Que has hecho para estar aquí?
El muchacho de ojos verdes dudó demasiado tiempo pero al fin y al cabo terminó cediendo.
—Básicamente golpeé a un policía con problemas de ira, que se desquitó usando una pistola eléctrica para desmayarme y traerme aquí. —en ningún omento separó su mirada de mis ojos marrones. —Sin contar, que al parecer mi casa fue derrumbada y mi familia está desaparecida.
Tenía todas las intenciones de decir algo puesto que la situación de aquel muchacho de ojos verdes parecía ser más complicada que la mía. Sin embargo, me vi interrumpida por Scott seguido de Stiles y mi padre quienes salían de la oficina sin ningún tipo de expresión pintada en sus rostros.
—¿Por qué tendría que ir a ningún lado contigo? —preguntó confundido el chico que presuntamente se llamaba Derek, unos segundos después de que Scott le pidiera acompañarlo a su casa. Todos estábamos en la comisaría observando como mi mejor amigo y el pequeño delincuente entablaban una pequeña guerra de miradas llenas de odio; incluso mi padre parecía emocionado por la discusión que ambos estaban llevando a cabo.
Scott lamió sus labios tratando de no perder los estribos y mandarlo a la mierda. O bueno, eso es lo que yo haría en una situación como esa. Scott sólo trataba de ayudarlo y el chico se dedicaba a poner resistencia.
—Hubo un accidente. Has perdido algo de memoria, pero podemos ayudarte a recuperarla. —respondió Scott restándole importancia.
‹¿Algo de memoria? ¿Qué es lo que eso significa?›
Seguí escuchando la conversación atentamente, tal vez así podría conseguir algo más de información.
—¿Cuanto de memoria? —Derek cuestionó nuevamente preocupado, y no lo culpo, ¿quién en su sano juicio no se preocuparía por sus salud cuando un desconocido parece saber más de él que sí mismo?
Mis brazos cruzados demostraban la indignación que sentía por la situación de Derek.
—Mucha, pero puedes confiar en nosotros. —Scott se arrodilló frente a él sin dejar de lado el contacto visual.
Parecía que Scott le mostraba algo pero igualmente no pude ver qué era lo que hacía, ya que lo observaba de espaldas y yo estaba junto a mi hermano quien se encontraba observando algunos papeles los cuales estaban en el escritorio de alguno de los policías.
—Eres un alf. —comenzó a hablar Derek pero fue detenido por Scott quien le había tapado la boca. Mi mejor amigo giró su vista hacia mí y Derek pareció entender algo. —Ella no lo sabe. —susurró.
Scott le dio la razón.
—¿Qué? —pregunté mirando a Scott a los ojos, asustada. —¿Qué es lo que no sé?
Esto es perfecto, sumamente perfecto. Acababa de regresar de Los Ángeles después de tres años sin verlos en persona, y mi mejor amigo (o quién sabe, tal vez mi familia también) ya me escondía secretos.
—De acuerdo. —Derek me ignoró olímpicamente como si lo que yo quería saber fuera insignificante.
¡Por su puesto que no lo era! Estamos hablando de una amistad de siete años que puede verse afectada por un mísero secreto, no vale la pena echarlo todo a perder.