—¡Tú sabes muy bien mi nombre real! —Levantó la voz—. Sólo dilo...
Una noche del color de sus ojos: Azul... pero no tan azul como el fuego que prendía en ellos. Y dentro de la oscuridad, el mar de lágrimas que se desbordó por sus mejillas brilló al encontrarse con la Luna. Yo creí que Hache no lloraba...
Es el último momento. El mes se ha acabado. Su vida estaba en juego, y no conseguía recordarlo. Su nombre real, aquel que yo misma le he dado... Y si mi memoria no vuelve en este momento, él va a [...]
—¡No te vayas! —sollocé—. No puedo recordarte, pero, ¿no puedes quedarte conmigo? —Le miré con súplica—, ¡sigamos como hasta ahora! O dame más tiempo... ¡Voy a darte un nuevo nombre y...
Me interrumpió. —Yo nací con el nombre que no recuerdas, me has puesto otro nombre "Hache" y no ha servido de nada... —aclaró con cierta seriedad—. ¡Quiero quedarme! Macky, sólo di mi verdadero nombre...
Verlo llorar me destrozaba el corazón. Jamás lo había visto tan débil.
Hache estiró sus pies desnudos, los puso sobre la tierra y desvió sus ojos hacia un costado. No recordaba haber visto sus pies descalzos apoyados contra el suelo.
—Hache... —le llamé—, te necesito... —murmuré mirándolo de frente.
—¡Mírame! Estoy desapareciendo —extendió sus brazos—. Lo único que tienes que recordar es mi nombre... Macky... por favor —rogó sin ganas; cayó de rodillas y bajó la mirada.
Me quedé callada. Las lágrimas corrieron de prisa dejando en ruinas el delineado de mis ojos.
Cada vez me era más difícil respirar con normalidad, sentía un nudo en la garganta que no me dejaba hablar. Y mi vista se nublaba.
[...]
Y él, aún con las rodillas en el suelo, puso sus manos por debajo de sus ojos para limpiarse lo mojado a causa de llorar.
Susurró: —Macky...
Callé contestando con la mirada fija en su negra cabellera. El miedo invadió con brusquedad mi pecho al ver que él comenzaba a hacerse menos visible. —O-Oye... —di un paso adelante—, estás... —las pupilas de mis ojos temblaron. Yo de verdad tenía miedo.
—Ahora mismo, me estoy rindiendo, ya se agotó nuestro tiempo... —sus ojos azul fuego brillaron cuando me vio—. Aquí se detiene todo —dijo.
Luego de escucharle decir eso, mi corazón dolió tanto que casi pude escucharlo palpitar. Mi chico de ojos azul fuego dibujó una sonrisa en sus labios, esa que hacía mis días menos tristes, más reales. Pero no era una sonrisa de felicidad.
Lo único que él quería, era estar conmigo, tanto como yo. En ese momento lo entendí todo.
Yo lo había decepcionado...