El sonido de cascabeles... Y una voz.
«Recuérdame... por favor» ¿Una voz?
«Necesito que me recuerdes» ¿De quién?
«Macky, soy yo...» ¿Quién?
«Despierta» ¡Quién!
«¡Despierta...»
—¿Hmm? —Hago un gemido de molestia—. No quiero levantarme.
—Macky... —susurra una voz muy cerca de mí.
Sin abrir los ojos, me retuerzo en la cama hasta estar boca arriba. —¿Hm?
Ahora que lo pienso, ¿de quién es esa voz?
—Maaaacky... —susurra con impaciencia—. ¡MACKY! —Ahora grita, abrí los ojos exaltada para encontrarme con unos ojos azul fuego, muy brillantes, justo frente a mí. Sí, frente a mí, y les recuerdo que yo estaba acostada boca arriba... Así que quizás estaba encima de mí... Pero... Un momento, no sentía presión sobre mi cuerpo.
—¿¡EH!? —Me recargo sobre mis codos viendo ese rostro de chico sonriente frente a mí—. ¡¿Tú... Cómo lo...?! ¿ESTÁS FLOTANDO? —Grité asustada.
—Amm... Puedo explicarlo —se sienta en mi cama quedando frente a mí en posición mariposa—. Mira, yo...
—¡¡AAAAAAAH!! ¡¡MAMÁ!! —Comienzo a gritar como una loca—. ¡¡HAY UN FANTASMA EN MI HABIT-
Logra taparme la boca con su fantasmagórica mano.
—¡Shh! —hace una cara nerviosa— ¡Creerán que estás loca! —exclamó.
Estaba a punto de hacerme pipi ahí mismo, cuando supe que podía sentir su mano, los fantasmas no son sólidos, ¿o sí?
Emito un gemido y pongo mis manos en la suya para que la quite.
El fantasma se acercó un poco. —¿Prometes guardar silencio y escucharme? —Ruega, y después de que asentí con la cabeza, baja la mano.
Si es un fantasma... entonces, ¿por qué se ve tan humano? Ahí supe que el sonido de los cascabeles procedía de su tobillo, el cual cargaba una pulsera con unos cuantos. Aguarda... ¿¡Cascabeles!?
—Escucha, no soy un... Bueno, sí soy una especie de fantasma, ¡pero no estoy muerto! —Aclara mirándome decidido y alzando el dedo índice—. Sólo quiero que me ayudes, ¿vale?
—¿Ayudarte? ¡No! ¿Ayudar a un fantasma? —me acerqué—. Ni, de, bro, ma —pronuncio las sílabas una a una.
—¡Que no soy un fantasma! —hace un puchero—. Por favor.
—¡NO! —Niego con la cabeza.
—¿Por qué no? —frunce el ceño.
—Pues porque no quiero ser cómplice de un fantasma —comienzo a temblar—. ¡Tengo miedo! —digo con voz temblorosa, de alguna forma, pude hablar naturalmente con aquella persona, o fantasma, o cosa, o lo que sea que fuese.
—¡Oye, no! Sería más terrorífico si yo estuviera muerto —pone sus manos en la cama con brusquedad y arquea una de sus cejas—. A ver, repite después de mí: "El chico hermoso que está enfrente de mí no es ningún fantasma" —dijo.
Alcé las cejas. —Vanidoso.
Él se encogió de hombros. —Soy inofensivo, lo juro —se mordió la comisura de sus labios.
—Y dime... ¿Estás volando o lo estoy imaginando? —pregunté mirando una especie de pequeña cola larga que salía de su parte trasera—. ¿Y qué es eso? —señalé la cola.
—Una cola —aclara lo obvio y se pica la oreja seriamente—. Tómate esto con seriedad, mujer —me regaña mirándome con el rabillo del ojo.
—Ya sé que es una cola, me refiero a por qué la tienes —lo miro aburrida—. Y también, ¿por qué tienes las orejas tan picudas como las de un gnomo?
—Eso es porque... —traga saliva—. Aposté con la muerte... —se enseria.
— ... ¿En serio? —pregunto interesada
Nos quedamos en silencio, mirándonos un momento y la intriga se notaba en mi rostro.