Still Here I: Hache

Día ocho| nuestro lugar

«Dices que si pudieras volar, nunca más volverías atrás, solo te dedicarías a mirar ese azul... Cielo azul»

Hache y yo salimos de casa, el día estaba a punto de terminar y a pesar de ello, el calor apenas se soportaba. He estado charlando mucho con él, empiezo a conocerlo otra vez, cuando recupere mis recuerdos, probablemente seré la niña más feliz. Pero tiene que ser pronto. Porque hasta este momento, nada de lo que me dice puede hacerme recordar, nada de mí, nada de mi familia, o mi vida.

—¿De qué lugar me hablas? —pregunto acomodándome la capucha del suéter rosado que visto.

—De ese lugar —habla sonriente—. Nuestro lugar.

Fruncí el ceño. —Aún no me dices por qué tenemos que salir por la puerta trasera.

—No queremos que nadie nos vea.

—Ah, ¿no?  —enarqué una ceja y me detuve dudosa.

Él volteó a verme. —No, Macky.

—¿A qué te refieres con nadie? —me crucé de brazos, y detuve mis pasos.

Hache inspiró hondo. —Hablo de Josh, ¿de quién más? —alzó para sí el puño—. Ahora que sé que ha regresado, no te perderé de vista —me miró de reojo.

—¿Te disgusta tanto? —Sonreí.

—Pues sí, alguien como él nació para ser mi enemigo natural, ¿sabes? Por alguna razón, ese listillo aparece cada que salimos y me roba tu atención. Y jamás te niegas a hablar con él o acompañarlo —giró hacia mí y entrecerró los ojos—. ¡Siempre ha sido así!

Pensé por un momento. —¿Y por qué no me lo dijiste? —pregunté—. ¿Te confiaste ya que estaba de viaje?

Hache me miró con un "Sí" dibujado en su cara como respuesta. —No lo sé, Macky, tal vez porque perdiste la memoria, puede ser por eso —habló sarcástico. Y me hizo pegar las cejas a modo de enojo.

—Un minuto... Hache —lo miré con atención escrutando la expresión en su rostro, se notaba tanto al inclinarme y alzar mi mirada.

Hache me miraba preguntándose lo que hacía. —¿Q-Q-Qué? —tartamudeó inflando sus mejillas.

Puedo asegurar que esta vez fui yo quien estaba logrando ponerlo nervioso. Me ganó la risa que solté luego de su pregunta.

Él sonrió. —¿No es nada? —dio una media vuelta—. Vamos, entonces —tomó mi mano.

—¡¿E-Eh?! —me inquieté mucho. Miré de un lado a otro muchas veces mientras seguía los pasos—. Hache, alguien podría vernos —le advertí.

Se detuvo y volteó a verme. —Corrección, alguien podría verte —soltó una risa—. Nadie está viendo, Macky, es muy tarde para que una persona aparte de ti salga a perder el tiempo afuera.

¿Han escuchado una risa más contagiosa y linda? Claro, la de un chico. La de este chico.

—¿Entonces nosotros estamos perdiendo el tiempo?

—¡Nah, no es nuestro caso! —me soltó—. Sólo sígueme y no te pierdas.

Mi casa estaba un poco alejada de las vías del tren. Un tanto extraño, ¿verdad? Las miraba de lejos a veces cuando salía, pero jamás se me ocurrió que parte de mis recuerdos se encontrarían allí. Es tenebroso, ya que hay bastantes árboles de todo tipo, grandes, con muchas hojas, además. Era notorio porque es primavera.

—Sabía que en cualquier minuto el calor se iría —dije cuando sentí una ventisca fría en mi cara—. Por eso traje suéter —me alegré de haber pensado algo tan obvio y froté mis manos. Vi a Hache. No parecía estar poniéndome atención, solo veía delante.

—Allí, mira —dijo emocionado.

Miré hacia delante tratando de ver algo emocionante. —¿Qué? No hay nada —aseguro.

—Hm... La casa —rodó los ojos, me indicó con la mirada en qué dirección ir—. Está abandonada.

Lo volteé a ver rápidamente. Tragué saliva. —Aba... Aba... —intenté articular—. ¡¿Abandonada?! —levanté la voz—. ¿Caminamos mucho para llegar a una casa aba... aba...?

—Abandonada —Hache completó la palabra—. Vamos —siguió en la dirección de la casa.



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En el texto hay: celos, amor y amistad, amigo imaginario

Editado: 13.07.2018

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